Señor XX

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Resulta que el señor XX es un reconocido miembro de la sociedad caleña o a su vez de la capitalina, paisa o costeña. Este respetado señor que había nacido en cuna de oro decide aumentar su patrimonio, se aventura en los negocios ilícitos e incursiona mandando droga donde los gringos.
Con mucho éxito ese patrimonio crece hasta que los señores del norte le echan mano y se lo llevan a la ‘universidad’ a pagar una condena de diez años y a que les devuelva parte de sus jugosas utilidades.

Cumplida la condena, nuestro amigo regresa a la bella sucursal del cielo y como tenía el golf como una de sus pasiones, mete la bolsa de los palos y las bolas en su carro y se dirige al club Campestre o podría a su vez ser el Country, ‘carachas’, a practicar su deporte favorito. En la portería del club, Marino el portero le dice, que pena señor XX pero por orden de la respetada junta directiva tengo orden de no dejarlo entrar. “No hay problema”, amigo Marino”, dice XX, me devuelvo para mi casa pero dígales a esos respetados señores que no se olviden de todos los negocios en que también participaron conmigo y que tengo toda la evidencia para comprobarlo. Al otro día por orden de esa misma junta sacaron el tapete rojo para que el señor XX entrara por la puerta grande del club.

Esa historia es real y también pasa todos los días, donde nos hemos acostumbrado a una sociedad mojigata de doble moral que todo el día se la pasa mirando ‘la paja en el ojo ajeno y se olvidan de la viga que tiene en su propio ojo’.

Cuántos se hacen ‘los de la vista gorda’ cuando la corrupción y los políticos y empresarios les ofrecen parte de la tajada y allí si no decimos nada. Calladitos ‘comen’ de allí para seguir aumentando sus ya grandes patrimonios.

Tengo tantos amigos, tan amigos de criticar y maldecir el proceso de paz y a los desmovilizados, pero participan en ‘negocios torcidos debajo de la mesa’. y allí sí se quedan en silencio absoluto.

Cuántos de ellos son facilitadores de que los políticos corruptos se unan con los empresarios de la misma calaña, sin importar que la plata se la sigan robando y queden en sus bolsillos, plata que debería estar llegando a los menos favorecidos, a los niños con hambre o a la salud de los mayores. Pero allí sí ‘todos calladitos’.

Ya es hora de cambiar esa sociedad a la que nos hemos acostumbrado y dejar de ‘rasgarnos las vestiduras’ como hacían los fariseos del relato bíblico. O cambiamos o nunca tendremos la tan anhelada paz y una sociedad más justa y equitativa. No más tráfico de influencias ni trampas en los negocios de la contratación publico privada. Todos tenemos ‘robo de paja’ en más o menor grado, así que dejemos de criticar a lo de afuera y cambiemos lo de adentro, ¡hombe!