Análisis, por Pablo Benito
De la Cuarentena a la "CuarenTonta"
El 19 de marzo, cuando el DNU 297/20 ordenó el Aislamiento Preventivo y Obligatorio de la población, existían razones lógicas que no necesitaban demasiada explicación del presidente. Dos meses después, la extensión de la cuarentena se acerca a ser “cuarentonta” con excepciones que son ya reglas.
Por Pablo Benito
Sólo queda el grupo etario de menor riesgo, los niños, excluidos del movimiento en el espacio público cual si fuesen un peligro para la sociedad ¿La razón? Porque sí.
Ni psicólogos, psiquiatras, educadores, pediatras u oftalmólogos (si … oftalmólogos) fueron contratos por el Estado para mensurar el daño presente y futuro de este encierro compulsivo de menores. No vuelven a la escuela, pero tampoco a las plazas. Sacar a los niños y niñas del letargo no es “actividad esencial”. Pueden caminar en horarios restringidos, pero no detenerse en un parque, ni interactuar con pares. La lógica es la del control, no de la salud. Colas para comprar si, para jugar, NO.
Solo sé que no sé nada
No tienen los gobiernos a especialistas realizando un modelo matemático para medir la curva y el pico de patologías relacionadas al miedo y el encierro. ¿Tendrá capacidad la salud pública para atender los casos de agorafobia, ataques de pánico, ACV, obesidad mórbida o depresión postraumática?
Podríamos hacernos la pregunta del niño acerca de cómo puede el encierro ser salud, pero ¿A dónde están los niños? ¿En qué trinchera de la guerra, contra el enemigo invisible se perdieron de la agenda social?
El reconocido pedagogo italiano, Francesco Tonucci, relacionado a la provincia de Santa Fe como consultor de la gestión anterior, fue terminante al aseverar que “los niños prácticamente no existen, no aparecen en la preocupación de los políticos” a la vez que agregó “esta crisis ofrece una oportunidad para repensar la educación, pero se insiste en inculcarle a los niños que todo sigue igual, que no pasa nada”.
Es que la impotencia ante la incertidumbre del futuro que nos paraliza. No amamos ni armamos el presente de las infancias como un objetivo en sí mismo. A los adultos nos aterroriza “nuestro” niño.
La política educativa del gobierno santafesino es improvisada. Mas concentrada en disciplinar a los docentes que en pensar en los gurises desde una perspectiva del momento histórico único y para el cual las recetas que se sabe, no funcionan, son la de una institución escolar cuya crisis estaba ya declarada.
Cuarentonta
Los docentes sostuvieron, con su cuerpo, las viejas tensiones del sistema. Había que mantener a los maestros activos y a los alumnos ocupados. #NoEstamosDeVacaciones llegó de la mano de tareas y deberes abrumadores que debían cumplirse con la responsabilidad de los padres y madres. Así también los adultos, del hogar, son disciplinados para mentir a sus hijos.
Aquí no ha pasado -ni pasa- nada.
Para que el aislamiento tenga características de prisión entró, en el hogar, el concepto de tareas forzadas. No se picaban piedras sino cabezas.
Nadie debe pensar, observar y mensurar el abrupto golpe a la cotidianeidad mundial y, menos aún, preguntarse por su propio cuerpo que se encuentra amenazado, pero que, además, pasa a ser amenaza para otros.
Conceptos como “aislarse”, “distancia social”, “quédate en casa”, “no salgas” “cuarentena”, “tapaboca”, “pandemia” fueron incorporados violentamente a la diaria percepción infantil, sin beneficio de inventario. Lo que ayer no era recomendable, hoy es una obligación masiva – en el verbo de no hacer y en el sustantivo propio del ser.
Obediencia debida, sin conciencia, sin comprensión, sin profundizar ni cuestionar la interrupción del proceso educativo que hoy se reduce a una mera trasferencia de conocimiento. Bien podría hacerlo un software sin la necesidad de maestros de carne hueso y reivindicaciones salariales.
Fueron los docentes lanzados al conflicto histórico existente entre Escuela y Familia. Se los obliga a bombardear a padres e hijos con la psicótica tarea de cumplir currícula con fines administrativos y sin principio alguno.
El enfrentamiento entre maestros y padres se produjo bajo el manto de la internet. Cómo siempre los docentes en la primera línea de fuego, como en los comedores, el abuso y la vulnerabilidad de las infancias. Cada vez más bomberos involuntarios, cada vez menos intelectuales de la enseñanza.
“Deja de joder con la pelota…”
F. tiene 6 años y no quiere escribir la fecha del día en su cuadernito. Empezó las clases de primer grado con muchísima emoción. El día anterior no conciliaba el sueño y a las 7 de la mañana, como nunca, se sentó a la mesa esperando el desayuno. No comenzó las clases un lunes, sino un miércoles. Hubo paro. No fue cinco días a clases a la semana siguiente, sino tres. Nadie explicó por qué. A la tercera semana supo que no habría clases, por lo menos, por dos semanas.
F. no sabía los días de la semana, ni la cantidad de días, mucho menos como se escribía. Su enojo ahora era claro y lo dijo “no quiero escribir en el cuaderno en casa, quiero escribir con la seño, ella me tiene que decir que día es, no vos”.
F. estaba pidiendo explicaciones. La semana, lejos estaba de ser lo que le habían dicho que era. No comenzó el día que le prometieron, sino otro.
¿Cómo aprender los días de la semana de esta manera? Aún, peor… ¿Para que aprenderlos si da lo mismo? Antes de la cuarentena y durante siquiera los días se suceden con algún grado de certeza o utilidad. ¿Cómo entender, entonces, que la silla es para sentarse, la mesa para apoyarse y por la noche se duerme?
Para F. el COVID, que aterroriza a sus padres, es un ladrón que se esconde en las sombras. Es el “viejo de la bolsa o la llorona”. El “Coronavirus” necesita tener entidad física y real para comprenderlo. La TV está prendida, puede entender o no lo que dicen, pero sí ve a mamá y papá angustiados, ansiosos, con miedo. Él también tiene ese miedo, lo hace síntoma. Nadie está interesado en quitárselo sino todo lo contrario. El miedo ya no es consecuencia, es objetivo social, disciplina y represión “por tu bien”.
De generación en generación
Los niveles de violencia de la juventud de entre 20 y 25 años es la de aquellos que nacieron y se criaron durante la crisis del 2000 con la mitad de la ciudadanía desocupada y enormes bolsones de pobreza. Son los hijos de la violencia “no política” de ollas populares, corralitos y piquetes.
La generación de la cuarentonta se criará en el contexto de una crisis mundial del sistema productivo y lo está haciendo, precisamente, acostumbrada a consumir y no producir, no pensar, no cuestionar, no crear. Puede que zafe de tener dificultades respiratorias por coronavirus, pero las tendrá y en gran número por el sedentarismo y esperando a que un gobierno anuncie si puede salir, trabajar, estudiar y hasta socializar. El mensaje es claro. La sociedad le dice que es tan tonto que no puede comprender medidas precautorias de sanidad e higiene. Papá no se lo puede enseñar, por eso el Estado lo protege de su propia incapacidad de comprensión y lo encierra como si fuese un animal peligroso para el resto.
La generación que, inevitablemente, deberá enfrentarse con la peor crisis histórica del capitalismo, viene siendo formada desde el miedo a la acción y el culto a la quietud. Sea por la violencia social o de la naturaleza que lo amenaza con virus. El “otro” era un peligro, por eso las rejas y la inseguridad. Ahora se suma el terror por la naturaleza y sus bichos. El aire libre es peligroso para las personas criadas en cautiverio.
0 en matemática, 10 en oratoria
Alberto Fernández, explicó detalladamente, con lenguaje adulto, científico y político, la razón por la que los argentinos y argentinas debíamos continuar aislados, de manera obligatoria, hasta el 7 de junio. La explicación aritmética-matemática, planificada en su comunicación, tuvo errores en cuanto a los números relacionados a la muerte. La precaria preparación de la conferencia, sintoniza con lo que ha sido el fundamento liviano, recurrente, con el que se ha informado a la ciudadanía de lo que pasaría con sus vidas por decreto de urgencia y necesidad. No hace falta que la masa comprenda y entienda la razón por la cual debe quedarse encerrada. En realidad, al contrario, mejor que no entienda.
Si la liviandad por la cual nos enteramos que nuestra salud, física y mental, se va a deteriorar para protegernos de contagios de COVID, cuya mortalidad es 10 veces menor a la informado por el presidente y su comité de expertos ¿Qué podemos esperar de la necesidad y hasta el derecho humano de la niñez a comprender porque pasará dos meses y medio sin ver a otro niño, a sus abuelos, a su seño? ¿Será que el Coronavirus tiene un síntoma, no descubierto, de oscurecer la materia gris y paralizar la creatividad? ¿Dice el DNU de Fernández, en algún punto secreto, que quedan suspendidas las obligaciones de gestión de los gobiernos y los Estados para adaptarse a lo que pasa y viene en este mundo post-pandemia?
De tanto esperar que los muertos lleguen a dar argumento, a las decisiones presidenciales, el inconsciente le sumó 10 veces más de fallecidos por coronavirus.
En verdad, no importa la realidad como argumento sino el parecer de eso que pasa y que debe cerrar con miedo, aunque se cimiente en una mentira.
Irritabilidad, tristeza, depresión o ningún síntoma
Debería ser el no poder salir, pero es mentira porque lamentablemente tampoco antes salían. Los niños desean salir y solo pueden hacerlo de la mano de un adulto. Con lo cual es importante que los niños vuelvan a salir, dentro y fuera del coronavirus. Quedarse en casa es una condición nueva, no ser autónomo no lo es. Espero que los niños puedan mostrarnos con la fuerza de este encierro cuánto necesitan más autonomía y libertad.
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