Zizek prevé la caída del capitalismo liberal: «No habrá ningún regreso a la normalidad»

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El filósoco Slavoj Zizek reflexiona en ‘Pandemia’ sobre los efectos de la actual crisis, considerando que acarreará la caída del «Nuevo Orden Mundial liberal-capitalista» pero que no está claro qué le sustituirá: «Debemos pensar en ello, no habrá ningún regreso a la normalidad».

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Zizek, en Bilbo en 2011. (Monika DEL VALLE | FOKU)
El autor expresa su temor a «la barbarie con rostro humano», que ha tenido su plasmación en la violación de «la premisa básica de nuestra ética social: el cuidado de los ancianos y los débiles. Algo contrario incluso a la práctica militar»
«Las medidas que hoy en día nos parecen a la mayoría como 'comunistas' tendrán que ser consideradas a nivel mundial», prevé Zizek

El filósofo, sociólogo y psicoanalista esloveno Slavoj Zizek, que acaba de publicar el ensayo de urgencia "Pandemia", considera que se tiene que ir más allá de reflexionar sobre cómo esta crisis nos enseña qué es lo esencial y «pensar qué forma de organización social sustituirá al Nuevo Orden Mundial liberal-capitalista».

En el texto, publicado en el Estado español por Anagrama, Zizek recuerda que «Hegel escribió que lo único que podemos aprender de la historia es que no aprendemos nada de ella» y, a partir de esta premisa, duda de que la epidemia nos haga más sabios: «Lo único que está claro es que el virus romperá los cimientos de nuestras vidas, causando no sólo una inmensa cantidad de sufrimiento, sino también estragos económicos posiblemente peores que la Gran Recesión».

Aventura el filósofo que «no habrá ningún regreso a la normalidad», sino que esa nueva normalidad que predican los gobernantes «tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas» y llevará a la humanidad a aprender y comprender que «no somos más que seres vivos entre otras formas de vida».

En su reflexión, Zizek cree que «no bastará con tratar la epidemia como un desafortunado accidente para librarse de sus consecuencias y volver al buen funcionamiento de la antigua forma de hacer las cosas, con tal vez algunos ajustes en nuestras medidas de salud».

Para el autor es imprescindible plantear la pregunta clave: «¿Qué es lo que está mal en nuestro sistema que nos atraparon sin estar preparados para la catástrofe, a pesar de que los científicos nos han advertido de ello durante años?».

El desarrollo de la epidemia mundial lleva a Zizek a creer que «los mecanismos de mercado no bastarán para evitar el caos y el hambre».

Y añade: «Las medidas que hoy en día nos parecen a la mayoría como 'comunistas' tendrán que ser consideradas a nivel mundial», con «una coordinación de la producción y la distribución fuera de las coordenadas del mercado» para evitar situaciones como las que agravaron la gran hambruna de la década de 1840, que asoló Irlanda porque «el Estado británico mantuvo su confianza en los mecanismos de mercado, exportando alimentos desde Irlanda. Es de esperar que una solución brutal similar ya no sea aceptable hoy en día».

Acostumbrado a mezclar referentes históricos, filosóficos y de la cultura pop, Zizek contempla la pandemia del coronavirus como «una versión invertida de 'La Guerra de los Mundos' (1897) de H.G. Wells, la historia de cómo los marcianos conquistaron la tierra, en la que el desesperado héroe narrador descubre que todos los marcianos han sido asesinados por un ataque de patógenos terrestres a los que no tenían inmunidad».

En su análisis de las condiciones sociales que hicieron posible la pandemia, Zizek señala que «los sospechosos habituales esperan en la cola para ser interrogados: la globalización, el mercado capitalista, pero deberíamos resistir la tentación de tratar la epidemia como si tuviera una significación más profunda», y agrega que «lo difícil es aceptar que la epidemia es resultado de la pura contingencia».

Zizek apela a las necesarias palabras de Martin Luther King: «Puede que todos hayamos llegado en diferentes embarcaciones, pero ahora estamos todos en el mismo barco».

El autor expresa su temor a «la barbarie con rostro humano», que ha tenido su plasmación en la violación de «la premisa básica de nuestra ética social: el cuidado de los ancianos y los débiles», algo que es contrario incluso a «la ética militar, que nos dice que después de la batalla hay que ocuparse primero de los heridos graves, aunque la posibilidad de salvarlos sea mínima».

A su juicio, «el barco llamado Europa está mucho más cerca que los demás del naufragio», pues debe encarar «tres tormentas perfectas», dos de ellas que no son específicas de Europa: la epidemia del coronavirus en su impacto físico directo (cuarentenas, sufrimiento y muerte) y sus efectos económicos, que «serán peores en Europa que en cualquier otro lugar, ya que el continente ya está estancado, y también depende más de importaciones y exportaciones».

A estas dos tormentas, añade Zizek una tercera que denomina «el virus de Putogan: Rusia y Turquía están en una posición ideal para presionar a Europa», puesto que ambos controlan el suministro de petróleo y el flujo de refugiados.

La solución, a juicio de Zizek, «no será el aislamiento ni la construcción de nuevos muros y posteriores cuarentenas», sino que hace falta «una plena solidaridad incondicional y una respuesta coordinada a nivel global, una nueva forma de lo que antaño se llamó comunismo», al tiempo que aboga por dar «más poder ejecutivo» a la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Apunta el filósofo esloveno que «aunque la vida vuelva a la normalidad, no será la misma normalidad que antes del brote. Las cosas a las que estábamos acostumbrados como parte de nuestra vida diaria ya no se darán por sentadas, tendremos que aprender a vivir una vida mucho más frágil, con amenazas constantes».