Ciego de Ávila vs COVID-19: Los nervios de un intensivista
by Amanda Tamayo Rodriguez“Mi nombre es Yohander Nordelo Fernández, tengo 29 años y soy jefe del Servicio de Cuidados Intermedios en el Hospital Provincial Roberto Rodríguez”, rompía el hielo en un mensaje de voz, antes de añadir que estaba “un poco nervioso”.
Lo curioso es que los nervios no eran porque estaba a punto de partir al área roja de un hospital donde hoy se atienden los pacientes infectados por coronavirus de toda una provincia, sino por contar la experiencia.
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Yohander es casi recién graduado de la especialidad que escogió porque “obliga a integrar conocimientos de todas las demás especialidades médicas”, y ya se atrevió a ponerse al frente de un servicio que no había tenido líder por dos años. Y líder en este caso sí es la palabra correcta, porque esa responsabilidad no le sirvió de escudo cuando respondió a la petición de ayuda enviada el mes pasado desde Camagüey. Él lo dice en plural, pero su modestia es descubierta cuando revela que el verbo “aceptamos” solo incluye a dos doctores, a la sazón, requetevalientes.
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Cuando partió a “lo que hiciera falta” se llevó el sosiego de su mamá dentro de la maleta, a pesar de que hablaron largo y tendido sobre el tema, porque son muy unidos. “Yo le expliqué todas las medidas que se tomaban por mi seguridad, para intentar tranquilizarla”. Ella temía y temió, seguro, hasta que lo vio regresar.
“Allá me tocó trabajar en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde había tres pacientes confirmados y graves. Uno de ellos estaba acoplado a la máquina de ventilación, y en ese estado el virus es muy infeccioso, hay más posibilidades de contagio. Lo bueno es que nos dieron un curso sobre cómo protegernos, y estábamos preparados”.
La rutina de trabajo, que él resume en 24 horas de trabajo por 48 de descanso, debe ser bien difícil de describir, de manera que quien nunca ha estado dentro de la zona roja de un hospital imagine la conjunción entre preocupación, cansancio, estado de alerta y concentración que mueven a los especialistas todo el tiempo como si fueran resortes.
Yohander cuenta que solo de entrar al hospital debían descontaminarse. Lo típico: manos, suela de los zapatos. Ya en la sala y después del baño obligatorio venía el disfraz: gorro, guantes, espejuelos, cubreboca, botas, y los trajes de bioseguridad cada vez que se acercaba a un paciente. Después de cada paciente, se tenía que bañar. “Hubo días que nos bañamos hasta 15 o 16 veces”, dice.
“La jornada se hacía muy larga. Existe la indicación de que los pacientes no pueden estar en ambientes con aire acondicionado, porque es peligroso, así que estaban apagados por seguridad. Nosotros teníamos mucho calor, sobre todo con los trajes puestos.”
Lo bueno es que, terminado su trabajo, solo 14 días de cuarentena lo separaban de su hogar, y sus labores de siempre. “En el centro de aislamiento nos atendieron muy bien. A los siete días nos hicieron la PCR y cuando llegó negativa para todo el equipo nos dio mucha alegría, por saber que podíamos volver a casa, pero no nos sorprendió, porque habíamos tomado todas las medidas”
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A lo mejor Yohander lo maneja todo en términos tan sencillos porque su profesión lo ha preparado para las crisis, lo ha puesto en los peores escenarios y le ha enseñado a ser humano a la par que científico, a estabilizar un paciente con la mente fría y a dar malas noticias siendo empático, cálido, si se quiere.
Aunque los jefes de servicios no están obligados a hacer guardia se mantiene haciéndolas, porque cree que son importantes para un intensivista. Debe ser por el roce con los pacientes, también.
“¿Por qué escogí la especialidad? —continúa Yohander— Primeramente creo que escogí ser médico porque me parece una noble profesión. Yo idolatraba a los médicos cuando era niño. Y la medicina intensiva es todo para mí. Me reconforta ver a un paciente salir del estado crítico, salir del estado de grave y recuperarse, y darte las gracias.”
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Con eso en mente, Yohander fue una de las personas clave en organizar los equipos en el Hospital Provincial Roberto Rodríguez, poniendo al servicio de su provincia lo que aprendió en la vecina. Mientras se escriben estas líneas, él está dentro de la zona roja avileña. La última frase de su entrevista fue “mañana parto nuevamente”, y eso sí lo dijo sin asomo de nervios.