Irma Ortiz Vázquez: la decana de las enfermeras

Tras más de 30 años dedicados a la educación de la enfermería, se involucró en el servicio voluntario y logró la actualización de los estándares que rigen esa profesión

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La Comisión de Práctica de Enfermería se reactivó para revisar los estándares de la profesión, que databan de 2010. (Shutterstock)

En la emergencia provocada por el COVID-19, la labor de las enfermeras vuelve a resaltar como una de las más importantes en el cuidado de la salud, y la profesora retirada Irma Ortiz Vázquez juega un papel crucial en definir la calidad con que deben ofrecer el servicio.

Luego de laborar durante 34 años en la Escuela de Enfermería del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, la cual dirigió por más de dos décadas, Irma se retiró en 2009. Lo hizo para cuidar a su esposo que estaba enfermo. En 2010, le descubrieron un cáncer de tiroides que la llevó al quirófano y a una recuperación complicada durante la cual perdió la función de algunas cuerdas vocales. En 2013, su esposo falleció.

“Yo dije: ‘Yo no puedo quedarme aquí’. Y me fui para el Colegio” de Profesionales de la Enfermería de Puerto Rico, recuerda la mujer de 73 años y natural de Cidra.

En dicha organización, la invitaron a integrar la Comisión de Práctica de Enfermería, que se reactivaría para revisar los estándares de la profesión, que databan de 2010. Poco tiempo después, Irma se convirtió en la presidenta de la Comisión y, junto con las también enfermeras y profesoras retiradas María Garced y Esmeralda Rosado, finalizó la revisión. El documento fue aprobado por la Asamblea General del Colegio, en abril de 2018, y posteriormente se convirtió en un libro.

“Esto es como decir la biblia de la enfermería en Puerto Rico”, dice Irma para describir el documento que logró producir el grupo que dirige.

“Lo empezamos a divulgar. Se repartió en asamblea, lo empezamos a enviar a los hospitales, a la Secretaría Auxiliar para Reglamentación y Acreditación de Facilidades de Salud (SARAFS), que fiscaliza a las instituciones de salud, y a las escuelas. Estamos dando charlas de dos horas. Ya fuimos a la Escuela de Enfermería del Sagrado y tenemos una lista para visitar otras escuelas de enfermería y hospitales (cuando sea permitido), para tratar de crear conciencia. El ciudadano que lo quiera también puede solicitar una copia al Colegio”, explica Irma, quien, al igual que María y Esmeralda, realiza las labores en calidad de voluntaria.

La divulgación que comenzaron a hacer del documento “Estándares de Práctica de Enfermería en Puerto Rico, 2018” no es, sin embargo, lo único que el trío ha hecho desde que terminó de redactarlo.

“No nos quedamos tranquilas” y, junto con los presidentes de otras comisiones del Colegio, desarrollaron estándares para enfermeras que laboran en diferentes escenarios laborales y que no tenían criterios específicos hasta ese momento. “Esto nunca se había logrado en el Colegio”, señala.

De esa forma redactaron los siguientes documentos: Estándares de Práctica de Enfermería Escolar; Estándares de Práctica de Enfermería en Salud Correccional; Estándares de Práctica de Enfermería en Salud Ocupacional y Ambiental; Estándares de Práctica de Enfermería en Anestesia; Estándares de Práctica de Enfermería en Salud Mentaly Psiquiatría; y Estándares de Práctica de Enfermería en Desastres.

“Ahora tenemos que velar que la práctica de la enfermería sea como debe ser”, recalca, para revelar que también colaboran con una enfermera que estudia el doctorado en Florida y cuya tesis se basa en uno de los estándares del documento.

“Vamos a seguir trabajando”, indica, para luego mencionar que también trabajó en un documento de escalas salariales de la enfermería. “En marzo, (justo antes de entrar en vigor del distanciamiento social) fuimos a la égida Ciudad del Retiro en San Juan y les dimos una charla de cómo cuidarse (del contagio con el coronavirus)”, agrega.

Profesión definitoria

Con esa charla, volvió a sus pasos iniciales en la enfermería, pues su primer trabajo fue en la Unidad de Salud Pública en Río Piedras, donde la enviaron a educar a las comunidades.

“La enfermería es tan diversa y tiene tantos roles que puedes trabajar con niños, con ancianos, con personas saludables -como las embarazadas- cuando se les educa, uno da apoyo emocional, uno es ‘advocate’ (defensor) del paciente”, enumera.

“La enfermería a mí me definió la vida”, declara Irma, al recordar que su papá le decía que tenía que ser maestra y fue una tía suya, que era enfermera, quien la guio hacia esa profesión.

Mientras que, por una prima que le habló sobre un proyecto especial del Recinto de Ciencias Médicas (RCM), logró ingresar al primer grupo de Puerto Rico que se graduó con un bachillerato en Enfermería, pues hasta ese momento (1969) solo se obtenían certificados que no eran de instituciones de educación superior.

Luego, y mientras trabajaba, estudió la maestría en Enfermería con especialidad en Salud Pública y Educación, aunque su intención había sido hacerla en Administración de Servicios de Salud. Sin embargo, en aquel momento, ese programa no aceptaba personas con un bachillerato en Enfermería.

En 1975, empezó a trabajar como profesora de la Escuela de Enfermería del RCM y posteriormente, y por más de 20 años, fue su directora, hasta jubilarse.

“En noviembre pasado, el Colegio me dio el premio ‘Leyenda Viviente’, y dije que lo más que me gustaba era que todos los años firmaba los diplomas de los estudiantes. No hay nada que ayude más al ser humano que educarse”, afirma.

Y ella lo ha practicado. En 1982, obtuvo un Certificado en Gerontología de la Escuela de Salud Pública del RCM y, luego de jubilarse, en un período en el que “estuve aburrida” tomó un curso de “handy man”, en el que aprendió a instalar losetas, entre otros trabajos.

También, hace labor voluntaria (que retomará cuando sea posible) en el Centro Primavera de Cidra, donde se ofrece cuido diurno para personas que están en las primeras etapas del Alzheimer. Irma imparte de forma gratuita los cursos que los empleados deben tomar por ley para que solo tengan que pagar el certificado de educación continua que les otorga el RCM.

Asimismo, participa del cuidado de su madre, quien tiene 91 años y es paciente de Alzheimer

“Y si me necesitan para una causa en la Escuela, voy”, afirma.