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Violencia. El caso ventilado en la Justicia federal expuso, otra vez, los padecimientos de las personas explotadas por proxenetas. (Imagen ilustrativa)

Una historia de horror y de dolor: de Posadas a Córdoba

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Es una historia de horror y revictimización. Los sufrimientos que marcaron la vida de M.M.M., desde los abusos en su infancia marginal en Posadas hasta el sometimiento sexual en Córdoba, terminaron por cerrar, ahora, un capítulo en la Justicia.

En un juicio abreviado, el juez del Tribunal Federal N° 1 de Córdoba, Julián Falcucci, condenó al explotador de M.M.M., Fernando Fabián “Moi” Fernández, quien ya tenía otra sentencia por abuso en la ciudad de Río Cuarto.

Viaje al espanto

M.M.M. creció en la ciudad misionera de Posadas, en una familia con siete hermanos adoptivos. Fue abusada hasta los 12 años por uno de ellos y por un amigo, bajo golpes y amenazas de muerte para que no denunciara las violaciones.

Cuando descubrió que era adoptada desde los 6 meses de edad, la joven sufrió una crisis emocional, no quiso volver a ver a sus padres y viajó hacia Buenos Aires. Residió en un hogar para niños durante tres meses, pero, sin recursos, regresó a Misiones. En su relato, describió cómo los abusos empezaron a socavar su vida y que, tras la partida de su hogar, cayó en el alcohol y en las drogas.

Con los años, conoció en un boliche de Posadas a Roberto Peregrino Gallardo (quien terminaría condenado a 10 años de prisión por narcotráfico en 2014), sospechado de captar y de trasladar a mujeres del norte del país a otros lugares para obligarlas a prostituirse.

Gallardo le propuso casamiento y M.M.M. –es analfabeta– se fue a vivir con él a la ciudad santafesina de Frontera.

Sin embargo, todo cambió cuando Gallardo comenzó supuestamente a prostituirla en varios lugares, hasta llegar a Mattaldi, una población ubicada 390 kilómetros al sur de la capital cordobesa.

Allí, la joven nuevamente fue obligada a prestar servicios sexuales en una whiskería llamada “Molino Rojo”.

En 2008, un tal Fernando Fabián “Moi” Fernández (46), quien había trabajado como manisero, la sedujo bajo engaño en una disco del pueblo. Le ofreció a irse a vivir con él.

Esperanzada de haber encontrado una pareja estable, comenzó una relación con el hombre.

Juntos vivían en una casa ubicada detrás de la whiskería Las Gatitas, propiedad del hermano de Fernández.

El trato era ameno.

A M.M.M. le gustaba la personalidad del hombre que hacía poco había conocido. Pero la conducta de “Moi” produjo un viraje sin retorno: le pidió a su novia que comenzara a prostituirse.

Ante una negativa tajante, ella terminó golpeada y amenazada.

La mujer declararía que la recaudación iba en su totalidad para Fernández.

En cierta ocasión, llegó a pasar 15 días en reposo tras terminar con el rostro desfigurado por negarse a trabajar en el prostíbulo.

Ya repuesta, la mujer le contó su historia a un cliente para que la ayudara.

El intento terminó en un violento ataque por parte de Fernández. El cliente era amigo del proxeneta y de su hermano.

Tras recibir golpes en el estómago, M.M.M. le dijo a Fernández que ya no podía trabajar así.

Terminó internada; entonces le informaron que estaba embaraza.

Fernández intentó hacerla abortar mediante la ingesta de fármacos (con la ayuda de otra mujer), pero M.M.M. se negó.

Al cabo de unos cinco meses, los Fernández mantuvieron una discusión por cuestiones financieras y “Moi” y M.M.M. recalaron en Huinca Renancó.

La mujer siguió bajo el control de Fernández, según la causa, y terminó siendo explotada en la whiskería El Caldén.

M.M.M. relató los padecimientos diarios, entre ellos la obligación a trabajar indispuesta, bajo agresiones y sin poder salir de la casa que compartía con el proxeneta.

Estaba vigilada bajo amenaza de muerte. Tenía prohibido hablar con extraños. Cuando salía, debía hacerlo con él.

Su mundo se reducía a ser trasladada a la whiskería, donde, según dijo, era obligada a tomar alcohol y cocaína para “tener más paciencia con los clientes”.

Desesperada, la mujer escapó de otra whiskería (Molino Rojo 2) y vivió un tiempo con un excliente.

La mujer relataría que ese sujeto la trataba bien, pero que no quería enamorarse de él para que no abandonara a su familia por ella.

M.M.M. trabajó hasta el quinto mes de embarazo.

Fernández le dijo que, cuando naciera el bebé, se lo entregaría a su cuñada para que ella volviera al cabaré.

Un policía que la conoció cuando fue a identificarse a la comisaría indagó en su historia.

Desesperada, M.M.M. le pidió que “la sacara de allí”.

Cuando fue llevada a la comisaría, “Moi” se presentó y quiso llevársela. “Traje al abogado, porque vos me la robaste. Te voy a denunciar”, dijo. Cuando el letrado preguntó el motivo del traslado a la dependencia, recibió como respuesta que la mujer no tenía DNI.

M.M.M. contó que a Fernández se lo conocía en el pueblo como “delincuente”.

Mencionó que realizaba changas como albañil, frecuentaba carreras de caballos y de perros, y que, por comentarios, vivía de prostituir a otras mujeres.

Rescate y condena

En junio de 2009, M.M.M. fue rescatada por una comisión de la división Protección de las Personas de la Policía provincial y el Juzgado Federal N° 1 ordenó su traslado a la ciudad de Córdoba.

M.M.M. llegó a padecer varios trastornos.

Días atrás, ya en el fallo condenatorio, el juez federal Falcucci validó los dichos de la mujer y desacreditó los de los amigos de Fernández, quienes, en su análisis, intentaron ayudarlo con diversas versiones exculpatorias.

Durante el juicio, Fernández admitió haber sometido a la mujer.

Finalmente, recibió la pena mínima que había sido solicitada por el fiscal Maximiliano Aramayo Sánchez: cuatro años de cárcel por trata de personas con fines de explotación sexual agravado.

Como en 2013, Fernández ya había sido condenado en Río Cuarto a nueve años y seis meses por abuso sexual, coacción y lesiones leves; la pena unificada quedó en 10 años y seis meses de cárcel.