La historia de Ferrari, la leyenda de los mejores coches de competición

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Una de las aceleraciones más espectaculares desarrolladas por un cavallino rampante la produjo el modelo 250 GTO de 1965. Una velocidad nunca igualada. Un título más para la escudería roja, color que define la velocidad desde que Enzo Ferrari comenzó a competir bajo su propio nombre y con los coches que él construía. Entonces, la federación italiana le asignó ese rojo de forma arbitraria. Con el tiempo y la voluntad de Ferrari, se acabaría atribuyendo a ese color la sofisticación tecnológica.

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Cavallino rampante en Londres 
En 2017, el Design Museum de Londres dedicó una exposición a Ferrari, 'Under the skin', con el fin de celebrar los 70 años que se cumplían del nacimiento de la marca. 
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El artífice 
Enzo Ferrari (Módena, 1898-1988), saliendo de la fábrica Ferrari en una imagen tomada en torno a 1960.
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Un momento clave 
Enzo Ferrari (tercero por la izquierda), en una visita a la factoría en 1947, año en el que, con la Segunda Guerra Mundial recientemente finalizada, vio la luz el primer coche con su propio nombre, el Ferrari 125. 
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Una promesa cumplida 
La velocidad, el estruendo y la dimensión mítica de aquellas proezas mecánicas sedujeron a quien se prometió en aquel momento dedicar su vida a esa industria. Las calamidades que trajo la Primera Guerra Mundial al joven Ferrari, entre ellas la muerte de su hermano, que fue conductor de ambulancia durante la contienda, y el fallecimiento de su padre poco después, dejaron a Enzo abatido, pero también liberado del yugo familiar que le dirigiría profesionalmente hacia el taller que regentaba su padre. Viajó a Turín para buscar trabajo en la Fiat. No se lo dieron, y según cuenta la historia, abatido, desempleado, solo en el mundo y amargado de ira, se juró en ese momento que la marca italiana sufriría la humillación en sus propias manos. Lo conseguiría, con creces, dejando en evidencia a los ingenieros y mecánicos de los Agnelli en los años venideros. 
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Más que un clásico
El primer gran turismo de Ferrari se presentí en 1949. Pero serían los de la serie 250 los que más hondo calarían en el gran público. En la imagen, el Ferrari 250 GT SWB Breadvan. 
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Principios difíciles 
Los principios del siglo XX fueron los tiempos de los pioneros del automovilismo, pero ya se habían organizado carreras y en Italia los principales constructores, Fiat y Alfa Romeo, competían en velocidad y audacia. En 1908, cuando tenía diez años, el joven Enzo Ferrari (a la izquierda, en una imagen de su juventud) asistió con su padre a una de esas competiciones en la que corría el mismísimo Vincenzo Lancia y que finalmente ganó un conductor mítico de la época, Felipe Lazaro.
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Alberto Ascari
El piloto italiano Alberto Ascari, al volante de un Ferrari 365 F1 en 1951.
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El mítico 125
Para la historia quedará el fiasco de la primera carrera en la que compitió este modelo, y aunque se dice que esa sería la razón por la que nunca más se acercaría a un circuito en el que corriese alguno de sus bólidos, lo cierto es que tomó la decisión tras el fallecimiento de su hijo Dino en 1956. Ciertamente, aquel 11 de julio de 1947, en Piacenza, el Ferrari 125 no terminó la competición, pero fue el prólogo de una colección de títulos que ningún otro conductor puede igualar. Desde que el Campeonato de Constructores se estableció en 1958 -lo que conocemos hoy como la Fórumla 1-, Ferrari es la que más títulos ha ganado en las pistas. 
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Exclusividad 
Solo se producen 7.000 Ferraris al año y la lista de espera para los más especiales son largas y tienen prioridad los clientes reincidentes. Es el mismo modelo que se da en el mundo del arte, en el que no por estar bien situado social o económicamente se tiene asegurado el acceso a una determinada obra. Ese tipo de exclusividad sigue siendo un elemento determinante para que hoy en día la escudería Ferrari sea la cuarta marca más reconocible del planeta, solo adelantada por Nike, Google y Lego. De nuevo, el primer constructor en cruzar la bandera de cuadros. 
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Pasión por las victorias 
Esa fue siempre la gran pasión de Enzo Ferrari y su único interés. Ganar las pruebas de velocidad que década tras década -a excepción de los años 80- dominó sin discusión alguna. "Yo me dediqué a hacer aquello que egoístamente me interesaba- explicaba en una entrevista a la Rai1 en los años 70-. Quería hacer algo que los demás no podían, y si encima era capaz de sacar provecho económico, pues mejor aún". En la imagen, trabajadores que reflejan el esfuerzo que hay detrás de los éxitos de la marca.   
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Un Ferrari de cine 
Steve McQueen con el Ferrari 275 GTB 4 Scaglietti en 1967.
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Actualidad 
Ferrari Classiche es un departamento dedicado al cuidado y reconstrucción de los clásicos de la marca, así como a la emisión de certificados de autenticidad.