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El presidente galo Emmanuel Macron (d) y Xi Jinping (i)/ EFE
Restricción temporal por la crisis

Bruselas pone la proa a Pekín y estudia el veto de 'opas chinas' a empresas del euro

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El Partido Popular europeo, principal fuerza en la Eurocámara, presiona para que Bruselas vete durante un año el desembarco de inversores chinos.

Europa tiene que vetar temporalmente las ofertas de compra o de entrada en el capital de empresas europeas por parte de competidoras chinas. Es la presión que aumenta en el Parlamento Europeo, con adeptos dentro de la Comisión que dirige Úrsula von der Leyen, empezando por su propia presidenta.  Francia y Alemania, motores políticos y económicos de la UE, también legislan en este sentido, al igual que lo hizo, no solo para China, el Gobierno de Pedro Sánchez tras el decreto de alarma.

Aunque la crisis económica y el parón de la actividad provocado por la pandemia de la Covid-19 han congelado las operaciones corporativas dentro del viejo continente, París y Berlín mantienen su deseo de crear campeones europeos capaces de competir globalmente con los gigantes estadounidenses y asiáticos. Libres del capital chino.

El alemán Mandred Weber, líder de todo el Partido Popular europeo en la Eurocámara, pide ya abiertamente un veto de 12 meses al desembarco de capital chino en empresas del continente. La Comisión Europea debe “prohibir legalmente durante un año”, demanda Weber lo que califica como “shopping tour chino”, “adoptando una especie de moratoria para la venta de empresas europeas”.

El bávaro, político próximo a la canciller Angela Merkel, pide a la UE que reaccione de manera coordinada. “Tenemos que darnos cuenta que compañías chinas, en parte con el apoyo de fondos públicos, están intentando cada vez más comprar empresas europeas baratas o que pasan por dificultades económicas debido a la crisis del coronavirus”, explica Weber. El PP europeo que evitar el desembarco de inversores chinos en compañías europeas aprovechando la caída de sus capitalizaciones.

Esta cuarentena normativa de 12 meses podría ampliarse si las condiciones económicas así lo exigen, hasta el “probable final de la crisis del coronavirus”, cree el líder del PP europeo. “Tenemos que protegernos”. El movimiento de Weber no es un salto al vacío. Se produce en paralelo a las advertencias crecientes contra OPAs extranjeras de Berlín, que ya ha salido en alguna ocasión al rescate de sus empresas mediante el uso de la banca pública KfW. Por ejemplo, con la compra del 20% del fabricante de redes eléctricas 50Hertz cuando estaba a punto de ser adquirido por la Compañía Estatal China de Red Eléctrica (SGCC).

Además, la capacidad de presión del PP europeo es enorme en Bruselas. Forma el grupo parlamentario más numeroso en la Eurocámara y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, pertenece a sus filas. Como antes su predecesor, Jean Claude Juncker, y también el anterior, José Manuel Durão Barroso. Al frente de todos desde hace 15 años, la canciller Ángela Merkel.

Dentro del ejecutivo comunitario, la propia von der Leyen muestra públicamente sus temores a que la debilidad provocada por la crisis económica derivada por la pandemia sea aprovechada por rivales externos. “La UE seguirá abierta a la inversión directa extranjera, pero necesitamos equilibrarla con nuestra responsabilidad de protección”, señala la alemana.

La seguridad, la salud pública, la investigación médica y biotecnológica, las infraestructuras estratégicas, start-ups digitales o fabricantes de tecnológica son los sectores en los que Bruselas pone sus ojos para defenderlas con su escudo regulatorio. “Muchas compañías son temporalmente débiles por culpa de la crisis, necesitamos cuidarlas”, insiste la presidenta de la Comisión.

Uno de sus vicepresidentes, Marios Sefcovic, va más allá y enmarca la competencia por las empresas europeas por parte de estatales chinas dentro de una guerra comercial más amplia. Sefcovic lamenta la falta de reciprocidad de Pekín con las inversiones europeas. “China tiene que tratar a las compañías europeas en China de la misma manera que nosotros tratamos a las suyas”.

Pekín ya es visto como el gran rival para Europa a medio plazo, en términos económicos, sociales y políticos. Un competidor que, a diferencia de los Estados Unidos y pese a las tensiones actuales con la Administración Trump, no comparte un mismo sistema económico ni los valores democráticos. “Es un rival estratégico para Europa”, cree Weber, “representa un modelo social autoritario que quiere expandir su poder y reemplazar a los Estados Unidos como el poder hegemónico”.

Desde 2016, la UE tiene una nueva estrategia hacia China en la que manifiesta su objetivo de alcanzar “la reciprocidad, el mismo terreno de juego y una competencia justa en todas las áreas de cooperación”. Las trabas para el desembarco de las empresas europeas en suelo chino son vistas como una de las causas del creciente déficit comercial del viejo continente con el gigante asiático, que en bienes tocó los 164.000 millones de euros en 2019, según datos de Eurostat.

Berlín teme el capital chino

Lejos quedan los tiempos en que se aplaudía la entrada de inversión china en las empresas europeas para fortalecer su capital o en los procesos de privatización de empresas para sanear unas cuentas públicas mermadas. Fue durante la crisis económica cuando el grupo automovilístico Dongfeng se hizo con el 14% de la francesa PSA o cuando China Three Gorges (CTG) desembarcó en Energias de Portugal (EDP).

En 2018 intentó controlar la gran energética lusa y aunque Lisboa no puse objeciones, la opa fracasó en la votación de accionistas. Estos recelos sobre el control de Pekín de energéticas parecen estar forzando a Three Gorges a las pequeñas desinversiones que ahora está realizando en EDP, igual que la otra estatal china también accionista de la lusa. En otro sector estratégico se libra una guerra similar. La puerta de atrás que la tecnológica Huawei deja abierta en sus sistemas a los servicios de inteligencia chinos frena su desembarco en las redes 5G.

En Alemania van por delante a la hora de legislar sobre esta coyuntura. El gobierno acaba de aprobar una ley con el apoyo del Bundestag para otorgarse de más poderes con los que vetar posibles compras o entrada de capital extranjero en empresas del sector médico-sanitario, desde laboratorios, farmacéuticas, fabricantes de vacunas, de material de protección sanitaria y material o equipamiento hospitalario.

El Gobierno de Angela Merkel tendrá la capacidad de examinar las implicaciones para la seguridad de cualquier oferta procedente de fuera de la Unión Europea en cuanto el comprador posea más de un 10% del capital de la empresa de salud involucrada. Antes ese límite estaba en el 25%. Berlín lleva tiempo frenando el desembarco del capital extranjero en sectores estratégicos como los fabricantes tecnológicos, las start-ups digitales o empresas químicas y sanitarias. En 2017, endureció sus normas frente a las operaciones no deseadas y, desde entonces, ha frenado más de un centenar de operaciones en las que participaba capital chino directa o indirectamente.

Ahora en Bruselas ya trabajan para destinar al menos 16.000 millones de euros en un nuevo instrumento financiero que encajaría con el Fondo de Recuperación anticoronavirus y los próximos presupuestos de la UE. Estos fondos se utilizarían como capital semilla para movilizar inversión privada hacia sectores estratégicos en urgencia. La pandemia de la Covid-19 se ha convertido en una herida abierta en la capitalización de las empresas, que se desangran en bolsa y en su tesorería ante la parálisis de la economía. Víctimas fáciles para las empresas estatales chinas, sin problemas en su chequera para expandirse en el exterior.