Payasadas
by Paola OchoaQuerido diario:
Hoy más que nunca me siento confundida, deprimida, asustada y con una angustia exacerbada tras la última lluvia de noticias absurdas y payasadas: maniquíes en los restaurantes, tapabocas de diseñadores y marcas, partidos de fútbol con hinchas de cartón en las gradas, mariachis dando serenatas con máscaras, discotecas con dos metros de distancia, aerolíneas con azafatas que parecen astronautas, pasajeros obligados a levantar la mano para ir al baño del avión, ascensores con pedales en los pies, y hasta sombreros gigantes para mantener el distanciamiento en multinacionales de comida rápida.
A eso se suman las fatigantes reuniones por Zoom y otras aplicaciones de videollamadas, que ya me saben a cacho, no solo por la falta de contacto visual sino por la excesiva auto-conciencia por la imagen que allí se proyecta: desde la decoración de la casa y los libros que se ven en la biblioteca, hasta la obsesión por el color del pelo y los efectos de la luz sobre la cara. Ni hablar de las interrupciones por mala conexión y de los repentinos ecos que dan la impresión de estar hablando dentro de una jaula. Pero nada tan horrible como las ‘comidas virtuales’ con los amigos y lo desagradable que es ver a alguien masticar alimentos a través de una pantalla.
Si lo frívolo es deprimente, más aún lo de fondo: las cachetadas sociales a los más pobres y desvalidos, los abusos policiales contra los vendedores ambulantes que no tienen otra alternativa que salir al rebusque para mitigar el hambre, la infantilización y humillación para los mayores de 70 años a quienes se les toma por retardados, la falta de humanidad con los menores de 6 años a quienes se le quiere tener bajo llave y con candado, la dramática situación de los presos brutalmente hacinados en miles de cárceles y centros penitenciarios, y los atroces secuestros de vigilantes de edificios por parte de sus propios propietarios.
Ni hablar de lo que sucede en las altas esferas del poder: presidentes embelesados con su imagen ocupando horarios triple A, reyezuelos autoritarios que luchan por obtener el control total del Estado, alcaldes corruptos que desvían los dineros públicos destinados a combatir las secuelas económicas del coronavirus, funcionarios públicos peleando como verduleras en plaza de mercado, y congresistas echando globos con proyectos irrelevantes como el del carriel antioqueño y otros tantos.
Un torbellino de febriles sentimientos, querido diario mío, que no me deja en paz y que me lleva a pensar que estamos al borde de la esquizofrenia y del delirio colectivo. ¿Nos acostumbraremos a las nuevas formas de vida tras la dictadura del Coronavirus? ¿Se volverán normalidad todas las payasadas y noticias que rayan en lo ridículo? ¿Tendremos que vivir con la amargura de un pasado más feliz y de un presente más brutal y descolorido? ¿Podemos seguir viviendo con la misma tranquilidad de conciencia, cuando 450 millones de personas van camino a la pobreza? ¿Volveremos algún día a besar a nuestros viejos, abrazar a nuestros amigos y darle la mano a los miles de extraños que se cruzan en nuestros caminos?
Hoy estoy angustiada, deprimida, asustada y melancólica, querido diario mío.
PAOLA OCHOA
En Twitter: @PaolaOchoaAmaya