Haydée Arteaga, talismán de la cultura cubana
«La Señora de los cuentos», como ha sido reconocida en nuestra tierra antillana y en otras naciones
by Laura Mercedes GiráldezHaydée Arteaga desde pequeña contaba cuentos y recitaba poemas cada vez que llegaba una visita a la casa, como es costumbre en los campos cubanos. El don de la cuentería le vino de su abuela, quien se empeñó en enseñarle a leer y escribir con una cartilla y a narrar historias, habilidades que la niña dominaba desde los cuatro años y que más tarde la llevarían a ganarse el corazón del pueblo cubano y de otros tantos en Iberoamérica.
Aunque su mamá soñaba con que fuese concertista de piano, Haydée estudió Solfeo y Teoría, pero el universo de la narración la había atrapado para siempre y ya jamás dejaría de contar ni de escribir.
«La Señora de los cuentos», como ha sido reconocida en nuestra tierra antillana y en otras naciones, puso su arte en función del bien y creó el grupo Charlas Culturales Infantiles, con el cual, desde 1935, visitaba los barrios marginados de nuestro país para impartirles clases de arte a los pequeños de casa y enseñarles, como había hecho su abuela con ella, a contar. Más tarde, en 1980, pasaría a llamarse Haydée y los niños, una oportunidad para poner de la mano a la infancia y la imaginación, bebiendo de las tradiciones de la oralidad cubana.
Directora de la Escuela de Narración Oral –única en Cuba y Latinoamérica–, creada bajo el auspicio del Ministerio de Educación, la artista, junto a Eliseo Diego, trabajaron en la forja de los nuevos narradores, que saldrían a contar a lo largo y ancho del caimán. Por eso dijo que quería ser recordada como «formadora de hombres», tal cual la llamó Raúl Castro cuando le entregó la réplica del machete de Máximo Gómez.
Escribió para la radio, colaboró con varias revistas como Pionero y Mujeres, llevó a cabo un intenso trabajo de promoción de la lectura, realzó las actividades comunitarias, representó a la Mayor de las Antillas en disímiles encuentros de narradores a nivel internacional.
Ahora, cuando a los 105 años ha partido la incansable defensora de la narración, la que encantaba con cuentos, capaz de exaltar el espíritu de su público, quienes la escucharon vivirán convencidos de que fue una narradora excepcional, una cubana enraizada.
La esencia de su arte radicó en su capacidad para fabular, recrear, jugar con leyendas, mitos, sucesos. En su extenso camino por el mundo de la narración, Haydée acumuló un sinnúmero de historias y cultivó un estilo propio, siempre apegado a la
idiosincrasia de nuestro país, a los campos cubanos que la vieron nacer allá, en Santa Clara.
Consciente del poder de la palabra, «la Señora de los cuentos» conmovió, convenció, curó e invitó a soñar a públicos de todas las edades, pues su arte estaba cargado de emoción genuina y verdad absoluta. Creía en sus historias y de sus labios brotaban imágenes.
Su contribución a la literatura, al patrimonio cultural cubano y a la narración oral escénica, son talismanes que no solo atesora Cuba, sino también todos aquellos pueblos adonde llevó su arte, para enseñarlos a crecer y a creer. Por todas esas razones, esta excepcional mujer fue reconocida con la Distinción Alejo Carpentier, otorgada por el Consejo de Estado, y con el Premio Nacional de Cultura Comunitaria 2000, del Ministerio de Cultura.