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En el Centenario de la Revolución de Mayo, los trabajadores no tenían nada que festejar

El país de las clases poderosas no ha sido nunca el país de los trabajadores y oprimidos. La oligarquía pretendía exponer una Argentina próspera, el movimiento obrero se propuso mostrar el país real.

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Por estos días, en nuestro país y en todo el mundo, está quedando más claro que nunca que el mundo no funciona sin los trabajadores y trabajadoras, los esenciales. La historia argentina también lo demuestra a cada paso.

Cuando en 1910 las clases dominantes quisieron festejar por todo lo alto el Centenario de la Revolución que declaró la libertad de la dominación del rey de España, lo hicieron en medio de la detención de cientos de trabajadores y dirigentes obreros. La fiesta que tenía organizada dejaba afuera a quienes construían los monumentos y los edificios con los que la oligarquía quería homenajear a los representantes extranjeros, entre ellos, los de la monarquía española.

Ayer y hoy, la felicidad y la libertad de las clases dominantes se construyen sobre los padecimientos y las cadenas de las clases trabajadoras.

Los festejos de la oligarquía y los “contra festejos” de los trabajadores

En la semana de mayo de 1910 la oligarquía pretendía celebrar los 100 años de la Revolución con un despliegue que mostrara al mundo un país que crecía vertiginosamente, el país del “orden” y del “progreso”. Se transformó a la ciudad de Buenos Aires en el escenario para recibir a las comitivas de los principales países del mundo exponiendo el progreso indefinido que emergía en la forma de monumentos y majestuosos edificios y se expresaba en obras de teatro y ceremonias religiosas.

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El movimiento obrero se propuso aprovechar los actos del Centenario para exponer la situación de la clase trabajadora e iniciar movimientos huelguísticos reclamando la derogación de la Ley de Residencia (1) y la libertad a los presos sociales y políticos. Estas demandas respondían a la represión que los trabajadores y sus dirigentes venían sufriendo como respuesta a luchas, como las de la Semana Roja (2), un año antes, contra las condiciones brutales de explotación que vivían.

El 1° de Mayo de 1910 la FORA reunía 70.000 trabajadores en la plaza Colón. Se lanzó la huelga general por tiempo indeterminado para el 18 de mayo.

En vísperas del Centenario la acción programada por las centrales obreras significaba una amenaza abierta para la oligarquía. Desde el día 13 comenzaron las detenciones en masa, y fueron apresados dirigentes obreros y los redactores de los diarios anarquistas La Protesta y La Batalla.

Se decretó el estado de sitio, mientras grupos de civiles nacionalistas organizaban marchas antiobreras, incendiaban el local de La Protesta, destruían el de La Vanguardia y se quemaban bibliotecas de locales obreros. Los grupos nacionalistas, integrados por hijos de los ricos, diputados conservadores, funcionarios del gobierno, policías y militares, comenzaban a actuar al grito de “muera el anarquismo”, “abajo la huelga”, “mueran los obreros”, “viva la burguesía”, “mueran los enemigos de la patria” y “viva la patria” (3).

La huelga general se extendió a los barrios populares, sobre todo la Boca y Barracas, y a gremios claves en la época como conductores de carros y obreros de la construcción. Esto afectó los trabajos de la exposición internacional que la oligarquía preparaba.

Sin embargo, cientos de obreros presos, la censura de las publicaciones obreras y la acción del Estado policial dificultaron la realización de la huelga general; aun así, los festejos del Centenario no pudieron realizarse “en paz”, cruzados por enfrentamientos callejeros. Además de las refriegas, la iluminación de los actos del gobierno fue saboteada, el arco de triunfo que se había construido fue incendiado, las principales exposiciones se abrieron con semanas de retraso. La “fiesta de la libertad” debió realizarse bajo el imperio de la ley marcial y las cárceles repletas.

La respuesta de la oligarquía: represión y deportación

El 27 de junio de 1910 el Congreso Nacional votó una nueva ley reaccionaria: la Ley de Defensa Social, más represiva aún que la Ley de Residencia. Incluía penas de varios años de prisión al que hiciera propaganda a favor de una huelga, a los que difundieran ideas anarquistas, a los que insultaran a la Constitución Nacional o los símbolos patrios; prohibía la utilización de emblemas considerados ofensivos a la patria, como las banderas rojas, y la realización de reuniones sin previa autorización, así como el ingreso al país de quienes estuvieran asociados al anarquismo, entre otras cosas, todas punibles con varios años de prisión o la deportación.

Esta respuesta implicó una derrota para el movimiento obrero que marcó el retroceso de su principal corriente dirigente: el anarquismo. La brutal represión del Centenario y las deportaciones de los mejores activistas lo diezmó; la falta de una organización centralizada, de un partido revolucionario, impidió que en este retroceso se pudiera mantener una mayor continuidad organizativa. Fue su negación de la necesidad de construir un partido lo que los llevó a sostener una línea sectaria hacia los sindicatos, a los que les imponía la reivindicación del anarquismo. Esta intransigencia fue un gran obstáculo para lograr la unidad del movimiento obrero en una central única, con los obreros socialistas y los trabajadores sin partido, y junto con la perspectiva espontaneísta que le daban a la huelga general –en oposición a la preparación y organización que ésta requiere– constituyeron los principales límites de esta corriente que organizó al movimiento obrero argentino y que protagonizó algunas de sus luchas más heroicas.

Estos elementos –que tan solo esbozamos aquí– de balance de las lecciones de las experiencias de la clase obrera y de las políticas de sus direcciones, pueden ser profundizados en Cien años de historia obrera en la Argentina, 1870-1969. Una visión marxista de los Orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS.

Allí nos propusimos reflexionar sobre las enseñanzas de nuestra historia y aportar a recuperar experiencias que ayuden a los trabajadores a reconocer a sus enemigos, a fortalecer su organización y su lucha y ofrecer al pueblo pobre una salida que derrote la que los patrones y sus políticos tienen preparada.

Notas:

1. Dictada en 1902 tras la gran huelga general, autorizaba la deportación de los extranjeros que alteraran el orden. La oligarquía había identificado bien el papel de los trabajadores inmigrantes en la organización del movimiento obrero argentino.

2. El 1° de mayo de 1909 una huelga general que se prolonga por una semana conmueve al país, durante días los trabajadores enfrentaron la represión estatal combatiendo en las calles.

3. Sebastián Marotta, El movimiento sindical argentino, Bs.As., Ed. Lacio, 1960. Abad de Santillán habla de 2.000 obreros presos, Marotta menciona 500 detenidos

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