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Autonomía o vasallaje

Por el Dr. Federico López Alzogaray

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Nuestro pueblo, como comunidad independiente, surge de un gran comienzo, de la tensión de un esfuerzo heroico: tal fue la tarea instauradora de los hombres del Abril Santiagueño, esa acción marcó la discontinuidad del curso histórico, la apropiación de su pasado y la asunción de su destino, y erigió la provincia.

Nuestro pueblo, con más de dos siglos y medio de institucionalidad española injertada en la laboriosa cultura originaria, con predominante matriz andina, había ya logrado un formato espiritual y conformado una personalidad peculiar, que destaca el apego a su territorio, dado por el aporte de la sangre americana de las madres indias. Ellas transmitieron el apego visceral y el amor incondicional a la tierra, convertido ya a esa época en síntesis psicológica: el santiagueño. Al decir de Ricardo Rojas, los españoles hispanizaron al nativo, pero las Indias y los indios indianizaron al español.

La secesión institucional y espiritual de España y nuestro país ya había operado, el tránsito del desmembramiento de los vastísimos virreinatos, la índole independiente de la personalidad que había desarrollado el hombre en América. El influjo telúrico había actuado como factor de identidad específica. Ya se estaba desarrollando la incipiente tradición nacional, originada en los caracteres íntimos de la naturaleza. Los países emergían con una fisonomía cultural propia. Las instituciones se modificaban respondiendo a las necesidades de una nueva personalidad: el nuevo tipo humano crea una nueva cultura. El español conquistador no ingresa a una tierra baldía, sino a un continente ocupado en su totalidad por pueblos originarios que vivían en diversos estadios históricos. Muchos de ellos en un gran desarrollo cultural y civilizatorio, los que al mezclarse, crean la personalidad y la cultura indiana, que es lo nuevo, y determinaron que jamás América se convirtiera una Nueva España, como señala Lugones.

La crisis por el ideal de la Independencia en las distintas regiones absorbía el pensamiento, hasta la extenuación, de los intelectuales revolucionarios. El mismo hecho revolucionario de Mayo había producido una crisis de ideas y conmociones por sus consecuencias, un sacudimiento volcánico, como lo caracterizó el Deán Funes.

Buenos Aires hizo sola la Revolución de Mayo imponiendo un centralismo inconsulto, las autoridades en función de gobiernos que se sucedían en una interminable cadena de derrocados y erigidos, casi todos de cepa porteña y liberal. Se cambiaban así las autoridades españolas por funcionarios portuarios, y a las provincias interiores libertarlas de los españoles para conquistarlas para Buenos Aires, como dijo Alberdi.

Comienza el desgarramiento. Belgrano abandonado a su estrella y a la ayuda de los pueblos del Norte desobedece al Triunvirato y libra la batalla de Tucumán, triunfa la patria, y los edificios públicos de Buenos Aires son apedreados por una insurrección que derroca a los gobernantes. Aparecen así las facciones internas, las que luego irán conformando partidos, grupos de poder y logias.

Artigas convoca al Congreso de los Pueblos Libres el 15 de abril de 1815 en el Arroyo de la China, para conformar provincias autónomas que integraran la Confederación de los Pueblos Libres, donde concurrieron la Banda Oriental, Misiones, Córdoba, Entre Ríos y Corrientes. Se declaró allí por primera vez la Independencia Federal de los Pueblos Libres, por las provincias que habían concurrido, invitando a los demás pueblos a sumarse a esta confederación, que es el primer intento de unidad federal, destruida por Buenos Aires.

El Estatuto Provisional de 1815 establecía que se invitaría a todas las ciudades y villas de las Provincias Interiores para el nombramiento de los diputados que habrían de reunirse en Tucumán para dictar una Constitución. Este estatuto fue aceptado por las provincias del Norte y Cuyo, las que convocaron al Congreso que terminó declarando la Independencia el 9 de julio de 1816, sin elegir un sistema de gobierno, ni dictar la mentada Constitución.

El federalismo sostenido por el interior no es otra cosa que la continuidad del comunalismo desarrollado en cabildos e intendencias. Así las Provincias Unidas del Río de la Plata son las ciudades-cabildo, consteladas, con sus ramificaciones administrativas políticas y jurídicas en el interior de cada provincia, que se encuentran en el virreinato de Buenos Aires en lo que hoy es nuestro país.

El centralismo implantado continuó después de 1810 nombrando a los gobernadores desde Buenos Aires, continuando así el sistema colonial español hasta 1815, año en el que, por influencia de Artigas, comenzaron independizándose Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Salta; Buenos Aires nombró gobernador y restringió su jurisdicción a su propio territorio en 1820, al tiempo que Santiago del Estero, La Rioja, San Juan, San Luís, Catamarca y Corrientes en 1821 y Jujuy en 1834 escindían los vínculos con las ciudades de las que dependían por disposiciones de la administración virreinal y española, continuada por el centralismo porteño, a la que no estaban obligadas.

Santiago del Estero, Ciudad Real, madre de pueblos, sede de las primeras instituciones en el actual territorio argentino, centro de gobierno de la región, prima diócesis episcopal, desangrada en las fundaciones por la migración de vecinos, fue vaciada y degradada por la administración española, la que impulsada por la avaricia buscaba oro y lugares de mayores riquezas naturales que explotar, trasladó su atención a otras regiones, sin importarle su destino, sumiéndola en el abandono, librada a sostenerse en una tierra cuyo clima y condiciones exigían esfuerzos mayores para producir, quedando los hombres de mayor apego a la tierra. Esto llevó a Dardo de la Vega Díaz a hacer una dura admonición a la indiferencia ante esta tragedia, que es también un pedido de servicio a la fuerza moral del patriotismo: el que reniega de su tierra porque es dura y sorda a la caricia del trabajo, es un pusilánime; el que huye de su tierra para no ver qué injusticia ha hecho carne en ella, es un cobarde; el que la abandona porque en otras tierras la vida es promisoria y halagüeña, es un calculador.

Este desinterés y abandono fue continuado por los administradores de la Revolución de Mayo, que continuaron designando a su arbitrio las autoridades de nuestra provincia, subordinándola a Tucumán, por lo que la acción “segregatista“ de Santiago del Estero tuvo el verdadero carácter de independencia de todo yugo: a la dependencia como ciudad degradada a España, que continuó con las autoridades porteñas y a través de ellas a la dependencia política de Tucumán, con la intromisión ininterrumpida en su vida institucional, por que la genealogía de estos cargos hacia a cada uno de ellos en descendiente directo del otro, encontrando su origen en los cargos coloniales.

El sometimiento al decisionismo de funcionarios de ajenas jurisdicciones convertía en dependientes a sus instituciones, alteraba la autorregulación capitular, y a su pueblo devenido en inestable tributario, impidiendo su desarrollo, continuando así el vasallaje al que lo destinara el ordenamiento español y que continuara el centralismo porteño con sus aliados de ocasión, para mantener el coloniaje en las provincias del interior.