Si el fútbol te da limones aprende a hacer limonada
by Luis VilchezLuis Vílchez / @lvilchez8.- Dudo que haya alguna persona que sea seguidora de la Vinotinto y no desee que la selección nacional juegue con la tenencia del balón y lleve la iniciativa de los partidos. Está fresco en la retina de la mayoría lo que significó el Boom Vinotinto y que a pesar de los grandes resultados no se engancharon con el “pase largo efectivo”. Los dos últimos dos ciclos tampoco dejaron una imagen clara. El primero se rompió en los camerinos y no vio mucho en la cancha. El segundo tuvo bastante tiempo, pero la idea no era nítida del todo. El reto le cae a José Peseiro, pero como buen entrenador tiene que hacer un planteamiento de acuerdo a los jugadores que tiene y no fundamentado en gustos.
Vivimos una época de Venezuela donde abundan los emprendimientos de: bodegones, paletas, tetas (el helado para los mal pensados) y cocadas. Como negocio es casi un tiro al piso las cocadas, a la mayoría les gustan y en varios establecimientos se ven las colas para adquirirla. Ya sea con leche condensada, fresas o galletas de Oreo. Si jugar con la tenencia del balón y de forma propositiva fuese una bebida, sería una cocada. Pero para hacerla necesitas los ingredientes, el más importantes es jugadores en el mediocampo que te den ese sostenimiento de balón, que serían los cocos. Imprescindibles.
En este caso Peseiro tiene son limones. En vez de lamentarse o insistir en hacer una cocada sin los materiales, también puede tener una selección refrescante con una dulce limonada. En símil los limones son los extremos, que en Venezuela caen del cielo. La selección mayor tiene varios puñales que pueden caer por los costados como: Darwin Machís, Jhon Murillo, Yeferson Soteldo, Adalberto Peñaranda, Jefferson Savarino, Sergio Córdova (en Alemania está jugando de «9») o Eduard Bello. Unos con más toque y otros más velocistas, pero todos ajustables a la posición de extremos. En el fútbol moderno tienes los extremos que se cierran para darle la banda a los laterales y otros de la vieja escuela que te llegan a línea final. El DT luso tiene para escoger.
En la entrevista de Tomy Argüelles, en Olfato de Gol, a Peseiro le consultaron por su predilección por jugar con un rombo en el mediocampo en trabajos anteriores. El lusitano no le dio muchas vueltas al asunto y descartó esa figura geométrica para su alineación por la poca cabida que tienen los extremos en ese esquema. Toco de primera y habló de un 4-2-3-1 o 4-3-3, para aprovechar el material que tiene a sus órdenes. Todos queremos la cocada, pero Peseiro entendió que hoy por hoy tiene limones. Por ende nos ofrecerá limonada.
Por muy ácido que le pueda parecer el limón para los gustos futbolísticos de muchos, esto no significa “jugar feo”. Partiendo de la base que jugar bien para el que escribe esta columna consiste en: reducir la cantidad de ocasiones que pude generar tu oponente y tu generar un gran número remates en el arco rival. Eso lo hacia el Barcelona de Pep Guardiola y, en sus primeros años, el Atlético de Madrid de Diego Simeone, en especial, en 2014. Dos estilos diferentes, dos formas de entender el fútbol, pero igual de bien jugados y con resultados positivos. Si nos remitimos a los gustos, la mayoría se inclinaría por el azulgrana que rojiblanco, pero eso es harina de otro costal. Se juega con lo que se tiene, no como nos gusta.
Esto no quiere decir que la limonada será defensiva o que nos dejará con la amargura del partido ante Argentina, de los cuartos de final de la Copa América pasa. Esa sensación de que debió arriesgar más, para dar el golpe en la mesa. Peseiro lo ha dicho en diversas charlas, él quiere ser más ofensivos y que su equipo tenga el balón. Y es que no puede vivir corriendo detrás de la esférica, la necesitas para elaborar un ataque o incluso defenderse con ella, para respirar un poco. El balón es oxígeno, dicen varios entrenadores. Pero de ahí a monopolizar la posesión y ser dueño de la número 5 es otro tema, eso ya es la cocada.
A Rafael Dudamel se le crítico cuando señaló que al jugador venezolano no le gusta tener la pelota. Todos brincamos y dijimos que todo lo contrario, que el jugador criollo más bien la tenía exceso. En las caimaneras le diríamos que son “caletas”, en España le diría “chupón”, a esa gran cantidad de jugadores que absorben mucho balón. Pero el yaracuyano no se refería a que no tenemos jugadores con la suficiente técnica para amasar el esférico y hacer diabluras. Él que si lo entendió fue José Manuel Rey que, una entrevista On Fire TV, explicó lo que sufrió con el Zamora en Sudamericana: la falta de calma al momento de elaborar. Mucha verticalidad. Hay la técnica, pero el impulso de siempre ir hacia adelante y no tener la paciencia de hacer un pase horizontal para construir, le da en parte razón al ex portero. Eso se puede resumir como entendimiento del juego.
Eso se trabaja desde inferiores y, lamentablemente, la fábrica no produce en abundancia esos jugadores con capacidad cognitiva de construir y se jugadores asociativos. Como país no hemos sembrado palmeras que nos den cocos, para eso se necesitan formar entrenadores en categorías menores, tiempo y trabajo. Por el contario, desde las bases surgen a raudales los extremos. Cuando se escucha una entrevista de José Hernández (antes en la sub-17 y ahora en la sub-20) o de Fran Tamanaco Piedrahita (antes en la sub-15 y ahora en la sub-17) te van a hablar de la cantidad de extremos.
Si bien el que escribe esta columna puede coincidir con Carlos Domingues y su nota en TLT: “Venezuela: La nueva República del Enganche”, en referencia a la proliferación de volantes “10”, pero aquí los extremos se multiplican como los conejos. Hay muchos en la absoluta, muchos en la sub-20 y muchos en la sub-17. Me atrevería apostar que cuando elijan al DT de la sub-15 terminará alabando a los extremos que consiga en el país. Y es que la misma norma del juvenil lo promueve, ya que es una posición que se puede apostar en la primera y segunda división. Un error del extremo no te penaliza tanto como el de un: portero, central, lateral o volante de contención. No necesita la madurez de un volante ofensivo para construir juego y saber posicionarse para no despegar el equipo. Tampoco le pones la responsabilidad más grande del fútbol: hacer goles, eso es para los delanteros.
Muy pocos juegan con un enganche y desde pequeño lo van escorando a una banda. ¿Eso los convierte en un? Sí, un extremo. Un tipo que no tiene que ser muy alto o fornido, que debe tener esa rebeldía juvenil para regatear al que tenga al frente y esa energía para echarle una mano a un lateral. ¿Reflexión? Si queremos cocadas, tenemos que mirar a lo que pasa en las estructuras de fútbol menor. ¿Mientras tanto? Disfrutemos de la limonada. Peseiro lo va a hacer, al igual que los Dts de categorías inferiores de la Venezuela. De igual forma, si en 2022 (o cuando el COVID-19 permita hacer el Mundial) una página del álbum de Panini se tiñe de vinotinto, los mismos que levantan las banderas de los gustos, le dará igual si mitigamos el calor de Catar con la anhelada cocada o con la tangible limonada.