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'Sonic. La película': una adaptación del videojuego sencilla y familiar, pero más detallista y efectiva de lo que cabía esperar

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Partamos de la constatación inevitable de que una película de Sonic no tiene demasiado sentido. Es un icono de los noventa que se concibió dentro de la cultura de las mascotas poochies de la época, como una contestación en plan malote al blanco y virginal Mario de Nintendo. Su juego era velocidad y desenfreno como un reflejo espídico de 'Super Mario Bros.' y su diseño, de los guantes a las zapatillas, pasando por los ojazos, los colores o la pose desenfadada, está muy atado a su época. La decisión de actualizarlo-sin-actualizarlo-demasiado da lugar a una película simpática, familiar, atenta a complacer a los fans cuarentones y también a las nuevas generaciones. La sorpresa es que lo consigue con relativo éxito.

Aunque la película se tiene que tomar indiscutibles libertades con la historia canónica de Sonic (que, por otra parte, no tiene el menor sentido más que como delirio surrealista, así que si hay que darle un sentido narrativo, esas libertades son inevitables), se advierte un esfuerzo en respetar moderadamente sus características más reconocibles: se expresa como un niño malcriado pero adorable, corre muy rápido y tiene una tendencia indiscutible a dejar caer anillos dorados que tiene que ir recogiendo luego.

Esto, como todos sabemos, podría no haber sido del todo así: la primera realidad tangible que nos llegó de esta adaptación fue la de un horrendo trailer que desvelaba un diseño espeluznante, con un Sonic casi irreconocible, de rasgos inquietantemente cercanos a los humanos. La reacción inmediata de internet, expresando un rechazo casi unánime (aún más fascinante que el hecho de pensar que esa versión tuvo luz verde es conjeturar qué reacción de los fans esperaban en Paramount exactamente) obligó a retrasar el estreno y a rediseñar al erizo.

Ese rediseño conlleva una cuestión que los fans harían (haríamos) bien en plantearnos: podemos coincidir en que comparado con el diseño inicial, el nuevo Sonic es gloria bendita, así que todos contentos (además, al parecer, no hubo lágrimas en el proceso). Pero... ¿tenemos derecho los fans a exigir (y conseguir) cambios contra viento y marea? ¿Es posible que siempre tengamos razón? Spoiler obvio: no. Pero mientras lo dilucidamos, podemos coincidir en que, dejando de lado esa boca con dientes humanos heredada del cronenbergniano diseño anterior, este Sonic es razonablemente Sonic (aunque no tanto como algún espectacular trabajo fan).

Tanto ese diseño como los efectos de carrera, y el otro personaje sacado de la franquicia original, el villano Robotnik, están razonablemente bien inspirados en los juegos. Aunque Jim Carrey no adopta la excéntrica y chiflada aparienda del Robotnik bigotón que todos conocemos hasta sus últimos pasos, el personaje es moderadamente reconocible, como lo son sus artilugios, su vestimenta y su comportamiento. La película se esfuerza en otorgar de un origen razonable a muchos iconos de los juegos, de la chaqueta de la némesis de Sonic a los propios zapatos rojos y blancos del héroe, pasando por su obsesión por los anillos dorados (sin duda lo más cogido por los pelos).

Mejor cuanto más Sonic

Es decir, la película acierta cuanto más se acerca a la fuente original. Algo que no tiene por qué ser una regla universal, pero que aquí lo es, por una sencilla razón: cuando se distancia del mundo de velocidad sin excusa argumental de Sonic, la película se convierte en un film familiar de aventuras con erizo a bordo, pierde lo que hace especial a la franquicia. Aunque incluso en esos casos, la película exhibe una simpatía poco habitual en este tipo de producciones: sin duda el buen rollo que transmiten James Marsden y Tika Sumpter, pese a lo convencional de sus papeles, tiene parte de culpa.

La película se mueve constantemente entre las dos aguas: un videojuego en un entorno fantástico más o menos evidente es referenciado aquí como un planeta extraterrestre replicado en la introducción de la película con relativa fidelidad. Pero luego la película pasa a estar ambientada en nuestro planeta, con lo que Sonic se transforma en un alienígena escondido en un pueblo norteamericano donde no se relaciona con nadie. Su necesidad de encontrar amigos, su carácter extrovertido y su persecución por parte del Gobierno serán el desencadenante de una aventura a pequeña escala cuya mayor virtud está en su modestia.

Es decir, 'Sonic. La película' no tiene la ambición de 'Detective Pikachu' de construir un universo de cierta complejidad donde tenga sentido argumental la convivencia entre humanos y Pokémon. Aqui tenemos una historia perfectamente digerible de "pez fuera del agua", pero contada con notable simpatía. Aunque se echa de menos algo menos de moralina y algo más de acción, hay suficientes chistes sobre Sonic yendo a toda velocidad para que el ritmo no decaiga. El mejor, aunque sabe a plato recalentado, una pelea en un bar que aúna 'La gran aventura de Pee Wee' de Tim Burton y las escenas de Mercurio de 'X-Men: Días del futuro pasado'.

Lo mejor es que 'Sonic. La película' entiende ciertas dinámicas de videojuego, y se las arregla para mostrar una pelea climática estilo final boss, y a veces incluso se luce en lo estético, como en la secuencia en la que Sonic juega al béisbol consigo mismo, y que incluye un homenaje bien hilado a a los orígenes del cine de animación. Son pequeños detalles que no convierten la película en una imprescindible, pero que la hacen preferible a la mayoría de las desalmadas producciones de este jaez.

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Y como guinda, por supuesto, Jim Carrey. Aunque no es el mejor Carrey que hemos visto, si es un gusto reencontrarse con el demente descerebrado de los buenos tiempos, enérgico y alejado de los (también memorables, pero por otros motivos) papeles que está interpretando en los últimos tiempos, como en la maravillosa 'Kidding'. Aquí baila, grita e improvisa en un papel hecho a su medida. No es el Carrey perfecto (por desgracia, la edición y la propia naturaleza de la película limitan su modo torbellino), pero sí un Robotnik muy superior al que cabría esperar.

Cómo adaptar (bien) un videojuego

Por desgracia, los aficionados al medio estamos acostumbrados a sufrir adaptaciones de bajísima calidad o que, directamente, no tienen nada que ver con los videojuegos originales. Algunos de los primeros intentos de adaptar videojuegos al cine, como 'Super Mario Bros.' o 'Street Fighter' se han convertido en anti-clásicos por las razones equivocadas, y hemos terminado acostumbrándonos a preferir adaptaciones como 'Resident Evil' o 'Mortal Kombat', donde su mayor virtud es su abierto compromiso a mantenerse dentro de ciertos agradecidos límites.

Al final, las mejores adaptaciones de videojuegos son las que no adaptan ninguno concreto, pero asimilan su lenguaje y sus códigos: películas como 'Shoot-em up', 'Crank', 'Hardcore Henry' o 'Scott Pilgrim contra el mundo' no se centran en ningún videojuego específico, pero saben entenderlos y reinterpretarlos. 'Sonic. La película' sí es una adaptación oficial, por supuesto, pero con su jovial y despreocupada avalancha de guiños y su honesto intento por traducir a imágenes la velocidad de Sonic, está más cerca de éstos que de las maniobras de Uwe Boll por embutir cuatro líneas argumentales en películas random.

De este modo, los guiños de 'Sonic. La película' dan la sensación de un universo de ficción más cohesionado que muchas otras adaptaciones anteriores, demasiado focalizadas en adaptar un instante específico y reconocible de un juego, y vestir todo lo demás. Aquí nos encontramos con una ametralladora de homenajes, chistes visuales, guiños al fondo que van de llamar Eggman a Robotnik (su nombre original japonés, aunque luego adoptó oficialmente ambos) a unos deliciosos créditos finales (y su correspondiente guiño de cara a la secuela) que incluyen reformulaciones de escenas de la película, una con homenaje incluido a las fases 3D de 'Sonic the Hedgehog 3'.

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La personalidad de Sonic, convertido en un personaje pensado no para encandilar cuarentones sino para hablar el lenguaje de los millennials, redondea en cierto modo la propuesta, que no quiere ser un masaje para viejos jugadores, sino una genuina actualización del personaje. Sonic hace bailes del 'Fortnite' y bromea sobre Youtube porque eso es lo que haría un chaval impertinente... Que es lo que era Sonic en los noventa, para empezar. Quizás esa renuncia, poco conformista, a complacer a los fans de la vieja guardia (a los que en cualquier caso rinde pleitesía con una buena marabunta de guiños a los viejos tiempos) es su mejor baza, y el certificado de que el personaje ha sido actualizado correctamente.

'Sonic. La película' no es la película de videojuegos definitiva (un propósito que, para empezar se autodevora a sí mismo), pero sí un acercamiento simpático, intrascendente y efectivo a un icono que funciona adaptado a los nuevos tiempos. Por supuesto que habría sido preferible algo más de riesgo formal y, ya que estamos, un mensaje anti-urbanitas algo menos rancio, pero dados los precedentes, y tal y como podía haber acabado el tema, el resultado es más que notable.