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Cristina Fernández junto al periodista Marcelo Figueras en la Feria del Libro de La Habana (foto Twitter)

¿”Sinceramente” culpable?

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Las denuncias contra Cristina Fernández constituirían la prueba evidente de una despiadada persecución política

LA HABANA, Cuba. – Hace unos días, la señora Cristina Fernández, viuda de Kirchner, quien fuera Jefa del Estado argentina durante ocho años y hoy se desempeña como Vicepresidenta de la Nación, presentó en la Feria Internacional del Libro de La Habana, amparada por la “intelectualidad orgánica” del castrismo, su voluminosa obra “Sinceramente”.

A ese largo adverbio, tan poco aconsejable como título de un texto, el colega Víctor Manuel Domínguez le ha añadido el adjetivo “cínica” para dar nombre a un trabajo periodístico en el cual describe y califica con maestría el mamotreto de 594 páginas supuestamente escrito por la destacada política del país austral.

Según el escritor y periodista, se trata de un ladrillo “donde el autobombo, el lagrimeo melodramático sobre la hija enferma por estrés, el endeudamiento de su país bajo la dictadura macrista y la descalificación furibunda del capitalismo y sus representantes, forman parte también de un mamotreto político”. Pese a ello (es probable que por motivos politiqueros) el grueso volumen llegó a convertirse en best-seller de la Argentina.

Son múltiples las acusaciones que penden sobre Doña Cristina. Ésta culpa de modo especial a los cuatro años del gobierno de Mauricio Macri, pero hay que decir que el primer asunto penal que la involucra (el llamado “Hotesur”) fue incoado en 2014, cuando ella aún se desempeñaba como Presidenta de la Nación. Se trata de un turbio affaire: Empresarios amigos pagaron durante años habitaciones que no usaban en los hoteles de los Kirchner, como forma de encubrir los millonarios sobornos que les pagaban.

Otra operación ilícita que se ventila ante las cortes argentinas es la del llamado “dólar futuro”: Ya en el albur de arranque, el gobierno de Cristina vendió dólares a sus amigotes a 10,60 pesos. Seis meses más tarde, los beneficiados cobraron las divisas así adquiridas a 15 pesos, con lo que obtuvieron pingües ganancias. Las pérdidas del Estado Argentino se calculan en unos 3500 millones de dólares.

El affaire más sangriento fue el relacionado con el atentado contra la mutual judía AMIA, acto criminal que ocasionó 85 muertos. El fiscal Alberto Nisman acusó a la Presidenta y a su canciller por la firma de un acuerdo con Irán que contemplaba la impunidad para los ciudadanos de este país sospechosos de haber participado. En vísperas de declarar ante el Congreso, el cívico acusador público apareció muerto en su apartamento…

Ante “joyitas” como esas, yo, animado por el interesante enfoque literario de Víctor Manuel, y deseando centrarme en los aspectos jurídicos de la cuestión, me armé de valor para ver y escuchar la primera intervención que hace Cristina Fernández en alguna de las muchas causas que tiene pendientes. La peroración, de más de tres horas, la hizo el pasado 2 de diciembre ante el Tribunal que la juzga en Comodoro Py.

Aunque la Viuda de Kirchner pidió expresamente a la corte que su declaración fuese transmitida en vivo por la televisión, debo aclarar que su indagatoria —visible en YouTube— es apta sólo para personas armadas de gran paciencia y dotadas de estómagos fuertes.

La peroración resultó ser mucho más una arenga política que un intento de brindar descargos razonados y coherentes que contribuyeran a brindar esclarecimientos sobre la acusación concreta formulada contra la acusada en esa causa específica. La oradora utilizó de modo reiterado el anglicismo lawfare, cuya versión castellana más acertada sería tal vez “tecnicismo legal”.

La señora Fernández de Kirchner arremetió a su gusto contra la corte juzgadora: “Si alguien duda de la existencia del lawfare, la lectura del presidente del tribunal del rechazo del recurso de la transmisión es una clase práctica del lawfare en Argentina llevado a cabo por este tribunal”.

Y ya hacia el final de la perorata: “Este tribunal, el del lawfare, seguramente tiene la condena escrita”. Y cabe destacar que todo esto lo soportaron los magistrados con ejemplar estoicismo. Igual que admitieron los aplausos de la claque llevada por la expresidenta al acto judicial. Ni siquiera hubo el intento, usual en esos casos, de pedir “orden en la sala”.

Hacia el final de su arenga, Doña Cristina parafraseó al Adolfo Hitler del juicio por el “putsch de la cervecería de Munich” y al Fidel Castro del proceso por el asalto al Cuartel Moncada. Aunque la señora prefirió hablar tanto en pasado como en futuro: “A mí me absolvió la historia”, dijo; y agregó: “seguramente me va a absolver la historia”.

Pese a ese tono triunfalista y a los aplausos de sus paniaguados, la actuación de la viuda de Néstor Kirchner terminó con una nota que no es la más adecuada para quien desea presentarse como víctima de una acusación injusta: A la interrogante de si estaba dispuesta a contestar las preguntas de las partes, primero se hizo la sorda; y después exclamó en tono desafiante: “¿Preguntas? ¡Preguntas tienen que contestar ustedes!”.

Resumiendo: Las denuncias como ésta contra Cristina Fernández —al igual que las presentadas contra el ecuatoriano Rafael Correa y otros “progres” de Nuestra América— constituirían la prueba evidente de una despiadada persecución política. Mientras tanto, las radicadas contra políticos de derechas representan la prueba indubitada e irrefutable de la corrupción que impera en esos círculos…

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