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¿Cuánta química hay en el amor?

MADRID, 14 Feb. (EUROPA PRESS) -

El enamoramiento es un proceso "muy dirigido" por el cerebro y por la química de los elementos del organismo, pues, tal y como señala jefe de Neurología del Hospital Sanitas La Zarzuela, el doctor Buenaventura Anciones, son las hormonas, como la dopamina, las responsables de que las personas sientan emociones como cosquilleo, felicidad o palpitaciones al enamorarse.

"El impulso del amor se encuentra en la química del organismo humano y en el conjunto de hormonas que conectan todo el cuerpo y, después, son estas las encargadas de mandar las señales al cerebro, quien es el interpretador último y el encargado de que notemos que el corazón se nos acelera o sintamos mariposas en el estómago", ha explicado el especialista.

En este sentido, según la jefa de Neurología del Hospital Sanitas La Moraleja, la doctora Cristina Fernández, se pueden distinguir dos fases en el enamoramiento. En un primer momento, se genera una gran cantidad de dopamina, que es la responsable del sentimiento de euforia y que se manifiesta "cuando la persona siente deleite", tal y como ha explicado. Si en la primera etapa aparece el gusto por la persona, en la segunda ya se puede hablar de enamoramiento propiamente dicho.

Para ayudar a comprender mejor esta "mezcla química" que provoca el amor, ambos especialistas han elaborado una lista detallando cuáles son estas hormonas y cómo afectan al organismo.

LAS HORMONAS DEL ENAMORAMIENTO

La primera de estas hormonas es la dopamina, que es un neurotransmisor considerado como el centro del placer. Es la encargada de regular la motivación y el deseo, y hace que las personas repitan conductas que les proporcionan beneficios o placer, siendo muy clave también para el aprendizaje. Además, está relacionada con la libido.

En segundo logar, los especialistas han hablado de las endorfinas, que son las responsables últimas de placer. Según explican, se segregan como respuesta al deporte, a las caricias o al sexo. Esta hormona produce una sensación de bienestar general y ayuda a controlar el comportamiento.

Sin embargo, llevan implícito "un aspecto peligroso", pues las endorfinas, junto con las apomorfinas, son las hormonas que inducen a la adicción. Esto podría explicar por qué muchas figuras literarias o líricas han comparado el amor con una droga.

La testosterona, por otro lado, es clave en el deseo sexual y, aunque tradicionalmente se asocia al hombre, también está presente en la mujer. Tal y como detallan ambos neurólogos, su inhibición puede desembocar en un descenso del apetito sexual; de hecho, tras el orgasmo, el cuerpo segrega una gran cantidad de testosterona.

Por último, los expertos se han referido a la serotonina, un neurotransmisor muy relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo y que, además, se encarga de regular el apetito sexual. A la serotonina también se la conoce como la hormona de la felicidad, ya que, cuando aumentan sus niveles en los circuitos neuronales, genera sensaciones de bienestar, relajación, satisfacción y aumenta la concentración y la autoestima.