Jugar afuera para despertar al gigante
by Gustavo FaríasCosechó hinchas de todo el país en su hora de gloria y hoy, en tiempos de vacas flacas, apela a ellos para superar la transición y el mal trago de campañas con más derrotas que triunfos y tribunas vacías. Atenas nació en barrio General Bustos, se hizo fuerte en el Corazón de María antes de “adueñarse” del Polideportivo Carlos Cerutti, y ahora busca exportar su marca por otros rumbos para revivir un protagonismo que añora.
Villa Carlos Paz y La Rioja son los nuevos destinos con que la dirigencia griega pretende equilibrar unas finanzas que pasaron a estar en rojo después de que el club más ganador de la Liga Nacional se convirtió en uno más de una competencia que, para colmo, no ayuda con su nuevo formato de calendario variable. Es cierto que a Atenas siempre le costó llenar el Cerutti. A pesar del desfile de luminarias que ofrecía sobre el parqué, las gradas recién comenzaban a poblarse nutridamente a partir de los playoffs. Pero las cuentas se saldaban a través de buenos acuerdos económicos que garantizaban que la rueda del negocio siguiera rodando.
“El negocio del club está en sus anunciantes, que ven reflejadas sus marcas en la pantalla con la televisación en vivo. Nunca tendremos recaudaciones importantes porque sólo tenemos un estadio para 3.500 espectadores”, solían responder desde el club cuando se les hacía notar el escaso acompañamiento del hincha. Atenas era un producto televisivo con mucha presencia en el ámbito deportivo y llegó a competir en preferencias con Belgrano, Talleres e Instituto. Sobraban argumentos a la hora de pedir dinero: “Somos el club más exitoso de la provincia”.
Pero a pesar de ello, Atenas siempre intentó encontrarle la vuelta al acompañamiento del público en la cancha. El primer ensayo fue forzado y exitoso: en 1988 se presentó a cancha llena en el Polideportivo Municipal de Deán Funes para enfrentar al Sport Club Cañadense de León Najnudel y del “Gigante” González, debido a una clausura que pesaba sobre el Corazón de María.
En 1994, por propia voluntad, trasladó su localía a 110 kilómetros, en la flamante cancha de Nueve de Julio de Río Tercero, por entonces con 2.100 localidades. La iniciativa se mantuvo durante ocho partidos, con un balance que no arrojó los números esperados. Seis años más tarde, se repitió la experiencia, pero a un destino más lejano aunque con idéntico resultado negativo: Santiago del Estero.
Hoy ni Atenas ni la Liga Nacional son lo que eran. Los títulos y las luminarias son cosas del pasado y “juntar los porotos” cuesta una enormidad. El Gigante del básquet argentino parece estar dormido y cuesta hacerlo despertar.