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Coque Malla: "Las redes sociales podrían ser una herramienta brutal para burlar al poder"

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No lo puede evitar. Por el torrente sanguíneo de Coque Malla (Madrid, 1969) corre la música, ésa a la que le canta en Solo queda música, una de las canciones de su último disco, ¿Revolución?. Y se nota desde el momento en el que nos recibe en un despacho de la sede de Warner en Madrid, su discográfica, haciendo ritmos con los dedos sobre la mesa. Los éxitos de Los Ronaldos quedan ya muy lejos, pero Malla ha sabido reinventarse, una y otra vez, hasta erigirse en una figura imprescindible de la industria musical española: un tipo con estilo propio que sigue asumiendo retos compositivos como los que contiene su último álbum. Lo presenta el sábado 15 de febrero, a las 21 h., en el Wizink Center (Av. Felipe II, s/n, Madrid).

¿Cómo ha evolucionado a lo largo de los años tu manera de componer?
La del músico que se va a la montaña a inspirarse, a lo Bon Iver, es una imagen muy tópica, pero a mí me funciona en la fase de composición de las letras. Si no lo hago, soy incapaz. Puedo trabajar musicalmente en medio del caos, con los niños gritando y tirándose pañales a la cabeza, pero para escribir las letras necesito concentrarme y estar trabajando como un oficinista. Me levanto, desayuno, me pongo a currar a las nueve y estoy hasta las siete de la tarde trabajando.
En lo musical, las nuevas canciones tienen un punto muy cinematográfico. ¿Qué imágenes te vienen a la cabeza mientras compones?
No me lo había planteado, la verdad. Ahora que me preguntas eso, miro la portada y veo el colibrí mirándome, que es una idea preciosa. No sé si el ilustrador lo hizo a propósito, pero este pájaro azul puede ser perfectamente el símbolo de la revolución, de la libertad, porque es casi lo único que tiene color en la portada...
Nada que ver con el logo de Twitter...
¡No, qué bajón! Es una pena pensar en lo que podrían ser las redes sociales, una herramienta brutal para burlar al poder. Y lo que hacemos con ellas es convertirnos en poder nosotros mismos y nos autocensuramos, además de transformarnos en policías, jueces y políticos. Podríamos vernos como compañeros de la lucha por la libertad, pero preferimos echar mierda sobre los demás. Es una putada. De eso habla Extraterrestre, una de las canciones del disco.

El trap es lo más revolucionario que ha pasado en la música en mucho tiempo. Es algo diferente, una cosa medio hipnótica.

También vuelves a experimentar y buscar nuevas sonoridades. ¿No te cansas de reinventarte?
Nunca. Hace tiempo, en la época de Termonuclear, entendí que podía ser absolutamente libre en la música, que ofrece miles de posibilidades de estructuras, estilos, melodías, timbres, instrumentos... Y tomé la decisión de soltar amarras y ser un aventurero. Tampoco me lo planteo como una obligación, eso sería limitarme a mí mismo. Lo que hago es ejercer mi libertad como artista y viajar por el infinito universo de la música.
En tus inicios ese universo era bastante más pequeño...
Ni me lo planteaba. Estaba cómodo con el rock and roll, era lo que controlaba, pero supongo que los años y, sobre todo, el escuchar todo tipo de música es lo que me ha permitido luego adentrarme en nuevos territorios. Igual que los cocineros tienen obligación de comer hasta hormigas del Amazonas para descubrir nuevos sabores, nosotros, como músicos, tenemos que escuchar de todo para ser conscientes de las posibilidades a nuestro alcance.
¿Te atreverías con el trap?
Creo que no, pero sí me parece lo más revolucionario que ha pasado en la música en mucho tiempo. Es algo diferente, el tempo, las melodías, esos ruiditos electrónicos... es una cosa medio hipnótica. Te puede gustar o no, pero como concepto es algo muy novedoso.
¿Todas tus canciones tienen algo de autorretrato?
No, en absoluto. A ver, todas las canciones pasan por el filtro de mi manera de entender la vida, así que tienen algo mío. Pero en los temas se miente mucho. Es necesario, porque es ficción. Y en la ficción, un ingrediente imprescindible es la mentira, entendida como fantasía, como la imaginación dejándose llevar. Parte de algo autobiográfico, pero luego viaja a no se sabe dónde. Y así debe ser.

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