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Divorciados, son legión

Divorciados, son legión

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En lo general, por lo que toca a la institución del matrimonio existen diferentes orígenes y diversas concepciones del mismo, desde la más simple que se considera como una costumbre que bajo diferentes formas legaliza la unión de un hombre con una mujer, hasta la más detallada, precisa, enfática y sofisticada, como la de ciertas culturas, vgr. Las orientales, hindúes y musulmanas.

Aún tomando en cuenta la diversidad de culturas que existen en los diferentes países del planeta, en una gran mayoría de ellos el matrimonio existe como Institución Divina y como Institución Jurídica, la primera descalifica la unión de dos personas del mismo sexo puesto que parte del principio de que Dios creo al hombre y a la mujer bajo la premisa de “fructificad y multiplicaos” la segunda de poco a poco ha venido aceptando y legalizando la unión de parejas del mismo sexo, incluyendo el derecho a la adopción de niña(o)s tema que dada su complejidad seria tema de otra colaboración.

La realidad actual respecto a las condiciones de estabilidad y larga permanencia del matrimonio en nuestro país es, basada en datos estadísticos confiables, que existe un considerable aumento de divorcios que año con año se ve incrementado, dando la negativa a la sentencia celebratoria, esa que reza “para toda la vida” y que por las estadísticas esta siendo desoída.

Existen estudios serios por parte de especialistas en las conductas humanas que aseguran que de inicio la relación matrimonial actúa ante diferencias de posturas recurren a una actitud dialogal, son los tiempos en los que alma y respeto generan un evento de simultaneidad, sin embargo, conforme transcurre el tiempo, tanto la mujer como el hombre desarrollan un inevitable sentimiento de hastió lo que provoca que la relación matrimonial corre el riesgo de convertirse en una sociedad farsica y retardataria entre esposa y esposo, una relación donde se abre espacio a cierta hipocresía, cierta mojigatería, dando lugar a la muy alta posibilidad de estacionarse en un estado de resignación fatalista.

Si esto se da por cierto, seguramente que un alto porcentaje de matrimonios en nuestro país declinan o posponen la decisión del divorcio argumentando, principalmente la concepción moral y religiosa sostenida y defendida por la Iglesia Católica, sin embargo de un tiempo a la fecha, por razones que todos conocemos entre ellas, no la ausencia de valores, sino la deformación conceptual de los mismos, se abre, cada vez con mas frecuencia y menos remordimiento, la puerta a minimizar el valor del matrimonio versus la estabilidad emocional de la mujer o del hombre; “divórciate por salud mental” es una de las modernas recomendaciones.

No es de extrañar que de entre la vorágine de información y de experiencias propias, o de cabezas ajenas, que mujer y hombre conocen cotidianamente, se caiga en la errónea e imperceptible idea de vivir con la inicua idea de que el tiempo es reversible. El éxito de que un matrimonio perdure esta íntimamente ligada a la construcción de sentimientos profundos. No son pocas las parejas jovenes de hoy debidamente casadas que rápidamente dan lugar a vivir acostumbrados a los insultos lo que conduce a comportamientos frívolos y saturados de suspicacias de ahí al divorcio.

Lo unico cierto, dicho con ironía: “el que se casa puede ser feliz o no, el que no se casa seguro será feliz o no”. Amén.