Portugal frena la crisis inmobiliaria con un alquiler de por vida... ¿y España?
El país del socialista António Costa pone en marcha la medida aprobada hace un año y que concede la potestad a los inquilinos para rescindir su contrato. ¿Qué va a hacer España?
by Enrique Zamorano2020 ha empezado fuerte a la hora de implantar medidas contra la crisis de la vivienda. Recientemente saltó la noticia de que Berlín, uno de los grandes centros financieros del mundo, aprobaba una ley para congelar los precios de los alquileres, limitando los aumentos de las rentas durante los próximos cinco años. En el otro lado del Atlántico, Nueva York ha decidido poner fin a las comisiones de agencia a la hora de firmar un contrato, que en algunos casos podían llegar hasta el 15% de la renta anual, lo que se traducía en varios miles de dólares menos que los inquilinos ya no tendrán que abonar. Esta serie de medidas municipales en dos de las principales capitales del globo parecen refrendar la gran preocupación de los mercados financieros por una hipotética crisis económica futura que, como sucedió en 2008, pueda volver a estallar a raíz de la burbuja inmobiliaria.
La última medida para frenar los elevados precios del alquiler e hipotecas, así como la especulación inmobiliaria y la gentrificación, ha sido puesta en marcha mucho más cerca de lo que pensamos. En Portugal ya es posible poseer una casa de por vida sin necesidad de adquirirla gracias al Derecho de Vivienda Real Duradera (DHD), puesto en marcha por el gobierno socialista de Antonio Costa este mismo enero y aprobado por el Parlamento hace casi un año. A cambio, el inquilino deberá pagar una fianza inicial con un coste que va del 10 al 20% del precio medio de la vivienda, actualizando la renta de manera anual con el Índice de Precios al Consumo (IPC).
Tanto en Lisboa como en Oporto, las dos grandes ciudades del país, los pisos turísticos representan cuatro de cada diez viviendas disponibles, una tónica surgida en los últimos años a raíz de la expansión de Airbnb, como ha sucedido también en metrópolis españolas como Madrid o Barcelona. Esto agrava más la crisis de la vivienda, ya que la oferta de casas disponibles cae mientras la demanda sube, y con ella los precios.
El DHD, en este sentido, está contemplado como punto intermedio entre las opciones de compra y alquiler de bienes inmuebles, lo que permite que el inquilino resida el tiempo que quiera, pudiendo rescindir el contrato cuando quiera con toda libertad. En ese caso, se le devolvería la cantidad abonada parcial o totalmente en función del tiempo transcurrido desde la firma.
¿Y en España?
En nuestro país, el acuerdo programático de PSOE y Unidas Podemos firmado a finales de año contempla la regulación de los precios del alquiler como medida para frenar la crisis inmobiliaria. Además, el pacto acordó poner límites a los pisos turísticos e impulsar un parque de vivienda pública destinado al alquiler social. En concreto, según el documento firmado, se establecerán “índices de precios de acuerdo a una metodología objetiva y sujeta a revisión periódica”. Los Ayuntamientos podrán “declarar de forma fundamentada en criterios técnicos, con carácter temporal y excepcionalmente, zonas tensionadas si se ha producido un incremento abusivo”, lo que quiere decir que las casas consistoriales podrán establecer un precio máximo en determinados barrios.
Sin embargo, parece haber disensión entre los diferentes ministerios del actual ejecutivo, ya que Nadia Calviño comentó en una reciente entrevista que la medida “no tendría mucho éxito” en caso de ser aprobada. La distancia entre la vicepresidenta económica con los de Iglesias es patente, ya que su línea programática es más ortodoxa y próxima a Bruselas, y no solo eso, sino que ni siquiera participó en las negociaciones para formar gobierno y apenas tiene contacto con la cúpula de Podemos. En lo que sí que coincide es aumentar el parque de vivienda pública para levantar 20.000 inmuebles en un régimen de alquiler asequible. Una medida más que necesaria teniendo en cuenta que dicho parque solo supone un 2,5% del total, frente a la media europea que está en el 10%.
Volviendo a Portugal, el gobierno en solitario de António Costa ha sido de gran inspiración para Pedro Sánchez a la hora de conformar su Ejecutivo. En 2015, Costa se convirtió en primer ministro tras obtener el apoyo del Bloque de Izquierda, el partido homólogo a Unidas Podemos, y el Partido Comunista Portugués, muy lejano a los socialistas en cuanto a programa al defender medidas un tanto radicales como la salida del euro. La única diferencia es que Costa gobierna en solitario con el apoyo de estas dos fuerzas políticas, como era la voluntad de Sánchez y del PSOE en un principio y antes de repetir elecciones.
En octubre del año pasado, el presidente luso volvió a ganar las elecciones, constatando un éxito que no solo ha sido refrendado por su población en las urnas, sino también por la cumbre internacional. A lo largo de los últimos años, el Fondo Monetario Internacional ha elogiado sin cesar las virtudes de las medidas económicas para salir de la crisis del país vecino. Todo ello renunciando a las políticas de austeridad que siempre venían dictadas de Bruselas, por lo que resulta ser un ejemplo extraordinario de recuperación económica sin renunciar a los principios de izquierda, tan críticos con estas políticas de austeridad.
Una historia reciente parecida
Portugal y España no solo comparten el territorio ibérico, sino también una historia reciente muy parecida. Al margen de sus diferencias en tamaño demográfico (España tiene cuatro veces más habitantes), ambos países fueron dos de los más perjudicados de toda Europa por la grave crisis económica que estalló en 2008, cuando gobernaban partidos socialistas: allí estaba al frente del gobierno José Sócrates. En 2011, coincidiendo con la victoria de Mariano Rajoy en España y el nacimiento del movimiento 15M, Pedro Passos Coelho pasó a ser primer ministro portugués con una batería de medidas muy similar a España. En ese momento, la mayor preocupación de sendos países pasaba por bajar la inédita e histórica tasa de paro y reducir el déficit tras pedir un rescate económico al Banco Central Europeo (aunque en el caso español solo se efectuó a los bancos).
Actualmente, la tasa de paro del país vecino alcanza el 6,7%, un abultado descenso si revisamos que en 2013 estaba en el 16%. En ese mismo año, España tenía la mayor tasa de desempleo de Europa (un 26,6%), un récord histórico de personas sin trabajo que superaban los seis millones. A día de hoy, la cifra se ha reducido a la mitad a los 3,3 millones de desempleados en el último trimestre de 2019, según datos de la EPA, lo que sitúa a la tasa en un 14,23%. Es por ello que tanto desde Bruselas como desde Madrid se elogie con tan buenos calificativos la ya mencionada “vía portuguesa” de Antonio Costa, que debe su crecimiento en gran medida a la industria turística, el aumento de las exportaciones y del gasto social, así como a subida de las pensiones.
Otro de los aspectos que comparten ambas naciones son los movimientos sociales como respuesta a esa aguda crisis económica. Al fin y al cabo, es la reacción de una población que vio cómo su clase media perdía poder y sufría recortes enmarcados dentro de esas políticas de austeridad emanadas desde Bruselas. El otoño de 2012 fue el más caldeado en ambos países, cuando en España una multitudinaria manifestación surgida del 15M salió a rodear el Congreso de los Diputados el 23 de septiembre.
En Portugal, la protesta más agitada se registró días después, el 15 de octubre, cuando miles de personas se plantaron delante de la Asamblea de la República en el Palácio de Sao Bento en Lisboa. En este caso, la acción fue convocada por los movimientos ciudadanos “15 de octubre” y “Sin Empleo”, saldándose con 11 personas heridas, diez de ellas agentes de policía. En Madrid, el número de heridos llegó a las 29 personas.
Recientemente, Left Hand Rotation, una plataforma independiente de izquierdas ha lanzado un documental muy recomendable en el que se narra en retrospectiva los movimientos sociales portugueses que dieron luz a las protestas titulado “O que vai acontecer aquí?” (que en español sería “¿Qué va a pasar aquí?”). En ella, se escuchan las voces de todos los que participaron y las causas que llevaron a Portugal casi a la quiebra de su sistema económico, así como la enorme desigualdad social que emergió en aquellos años de crisis.
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