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Aitor Marín, ante un pollo, ante su primer libro y ante una de sus primeras entrevistas al otro lado de la grabadora.Foto: Ximena y Sergio

Aitor Marín: “Entre los demócratas de toda la vida que daban vivas al Rey había muchos que seguían dando vivas a Franco"

Nuestro responsable de cierre y edición ha escrito 'Conspiración Vermú', una novela dividida en tres partes que se titulan, 'Las tomas de Madrid', 'La botella del Ebro' y !No, Patxaran!'. Ahora dígannos que no les ha picado la curiosidad

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Una primera novela acostumbra a ser un ejercicio confesional en el que el autor lo vuelca todo, se vacía y queda desnudo y exhausto. Algunas veces tanto que ya no es capaz de escribir nada nunca más. Aitor Marín (Donostia, 1967) ha escrito una primera novela que parece todo menos experiencial. Dios le bendiga.

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En Conspiración Vermú (Suma De Letras) relata la historia de Vic Vaporús, un hombre pequeño que se encuentra ante lo más grande: una conspiración para devolver a la vida a Franco, inventor de la Seguridad Social y los pantanos. Antes, ciencia ficción; hoy, realismo diabólico. “Hace seis años empecé a darle vueltas a la idea porque precisamente ya había ciertos síntomas de esto que está pasando hoy”, recuerda Aitor. “Era evidente que entre los demócratas de toda la vida que daban vivas al Rey y la Constitución había muchos que para sus adentros seguían dando vivas a Franco y su franquismo. Entonces me parecía una cosa graciosa que se merecía un enfoque irónico. Ahora también, pero es cierto que siento como si me hubiera atropellado una realidad muy fea”.

Conspiración Vermú ha sido definida como un cruce entre Valle Inclán y Eduardo Mendoza. Divertida desde lo irónico (no es chiste, es la vida) y lo absurdo, protagonizada por un pobre hombre y con unos secundarios muy bien perfilados (periodistas de investigación, demoníacos cabalistas, etarras esquizofrénicos, loqueros alemanes…), la novela puede contener también elementos del cómic nacional. A pesar del mal carácter del autor, responsable de edición y cierre de ICON –sabemos de qué hablamos cuando hablamos de él– recomendamos su compra y también su lectura, más que nada porque, si le va bien, igual se pone a escribir otra vez... y sin contarnos su vida (al menos, de forma obvia). Dios le bendiga. “Tengo una novela policiaca que se desarrolla en el Infierno, otra en la que convierto mi colegio en un campo de prisioneros, otra más de ciencia ficción…”

¿Cuánto tiempo tardó en saber que tenía un libro ahí? ¿Existe un momento concreto en que supiera que aquello arrancaba en serio?
Qué buena pregunta

Lo sé.
Antes de Conspiración Vermú ya había intentado escribir o tres novelas, proyectos que quedaron en más o menos nada. Creo que esta vez había dos cosas que me animaron a seguir: por un lado, que tenía muy claro al protagonista y hasta dónde quería llevarlo; por otro, que desde principio di con el tono que creo que necesitaba la historia. Eso ayuda mucho.

Dígame tres ideas de libro que haya tenido y que no hayan ido a ningún sitio.
Tengo una novela policiaca que se desarrolla en el Infierno, otra en la que convierto mi colegio en un campo de prisioneros y otra más de ciencia ficción que no te la cuento porque igual la recupero algún día, porque la idea es buenísima.

Cuando se trabaja tanto desde el humor, ¿es complicado releerse? Las bromas tienden a perder gracia cada vez que las vuelves a contar.
Quiero advertir que la novela me parece más irónica que de gags. No hay chistes en plan Arévalo ni nada de eso. A la hora de las relecturas, la verdad es que hay veces que me hago más gracia que otras, según qué tal me caiga ese día.

¿Influyó su pasión por el cómic en el modo de relatar, sobre todo la primera parte, y en el nombre de los personajes, por ejemplo?
Pues ahora que lo dices, seguro que ha influido. Sí puede que el libro tenga un poco de la escuela Bruguera: Ibáñez, Vázquez… Madre mía, yo a la altura de Mortadelo y Filemón… No me lo puedo creer.

El episodio de Vic en esa especie de frenopático tiene pasajes reflexivos, menos narrativos que casi todo el resto del libro, muy logrados. Como autor, ¿qué le dice de usted mismo esa parte del relato?
Era uno de los retos, darle algo de fondo a Vic Vaporús sin romper demasiado el ritmo frenético. Haberlo superado, como dices, me parece que me honra como autor nobel.

El libro muestra que usted no tiene ni idea de cómo funcionan los medios de comunicación, ¿tiene algo que contarnos?
Reconozco que intento no llevarme el trabajo a casa y compartimentar mis distintas facetas. ¿Tanto se ha notado?

El libro muestra que sabe bastante sobre instituciones psiquiátricas, ¿tiene algo que contarnos?
No hablo de mi vida privada. Solo he venido a hablar de mi libro.

El libro muestra que maneja bastante el tema drogas duras, ¿tiene algo que contarnos?
Que son muy malas. De todas formas, hoy día está todo en Internet, hasta las drogas duras y los señores que te las acercan.

El libro muestra que está muy familiarizado con la figura de Franco y, como se dice ahora, su entorno, ¿tiene algo que contarnos?
Que me tragué toda la edición de Mira quién baila en la que participó Carmen Martínez-Bourdiú, la nietísima.

El libro muestra que domina el asunto lucha armada, ¿tiene algo que contarnos?
Me crié en San Sebastián durante los años más chungos del terrorismo y el mundo abertzale. No sé cuántas horas habré perdido discutiendo de política y nacionalismo. Al final eso tenía que salir por algún lado y ha sido por el lado de Patxaran, el joven proetarra navarro que coprotagoniza la novela.

¿Hasta cuándo uno es un escritor joven?
Hasta que decide que es un escritor viejo.

¿Qué hizo usted ayer con los auriculares de su señora?
Perderlos, pero solo un rato. Los he encontrado, y eso es raro porque se me da mucho mejor perder cosas que encontrarlas.