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Hablemos de negocios… lo demás no importa nada

Fernández ya tiene su foto con Francisco. Hablaron del gerenciamiento católico (multimillonario) de la pobreza y del lobby que pueda hacer el Vaticano ante el FMI. El lobby católico antiderechos y el encubrimiento de crímenes sexuales, fuera de agenda.

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En la mañana de este viernes, cuando el sol empezaba a salir en Argentina, en el Vaticano los flashes ya habían registrado el encuentro entre el papa Francisco, el presidente de su país natal Alberto Fernández y la “primera dama” (según la machista denominación protocolar) Fabiola Yáñez.

El encuentro era esperado por ambas partes. El objetivo de la Casa Rosada (ocupada por varios chupacirios consuetudinarios) era obtener un gesto de acompañamiento del monarca de Roma al gobierno peronista de cara a las gestiones con el FMI y los fondos buitres para “honrar” la deuda que agobia al país mediante una renegociación de los pagos.

Del lado de la Iglesia católica, la buenas migas entre Bergoglio y Fernández significan un espaldarazo para la continuidad del financiamiento estatal a la oscurantista institución religiosa vía sueldos de obispos, fortunas de subsidios a la educación confesional, exenciones impositivas por doquier y sostenimiento de la extendida red de comedores, hogares y demás instrumentos de contención (y perpetuación) de la pobreza en todo el país.

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Más allá de los simbolismos, los regalitos de ocasión y las puestas en escena, en definitiva el encuentro entre los dos jefes de Estado no se basó en temas “divinos” o “celestiales” sino en temas vinculados a los negocios y la economía. Así lo confirmaron ambas partes, cada una a su manera.

“Le pedí que todo lo que pueda hacer para ayudarnos (con el tema de la deuda) lo haga y lo va a hacer”, dijo ante periodistas el presidente argentino a la salida de la reunión a solas que duró 44 minutos. “El Papa es un argentino preocupado por su patria y por su gente”, agregó Fernández.

Palabras calculadas con miras al encuentro del 5 de febrero en el Vaticano, organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, titulado “Nuevas Formas de Fraternidad Solidaria de Inclusión, Integración e Innovación” y en el que se espera la concurrencia de la titular del FMI Kristalina Georgieva, el premio Nobel de economía Joseph Striglitz y funcionarios católicos de todo el mundo como los argentinos Martín Guzmán (Hacienda) y Gustavo Béliz (Asuntos Estretégicos, miembro del Opus Dei).

Allí, especula el Gobierno, con Bergoglio como lobbista los funcionarios argentinos podrían acercar posiciones con la titular del Fondo a fin de que el organismo acepte una renegociación de la deuda. La promesa oficialista, claro está, es pagar todo lo que pidan los buitres y especuladores del mundo. Dios mediante.

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La oficina de prensa vaticana también confirmó que en la reunión se habló de economía y negocios. Según el comunicado oficial de la santa sede, ambos mandatarios examinaron “la situación del país, con especial referencia a algunos problemas como la crisis económico-financiera, la lucha contra la pobreza, la corrupción y el narcotráfico”. Y se agrega que “en este contexto, se señaló la importante contribución de la Iglesia Católica en favor de toda la sociedad argentina, especialmente de los sectores más vulnerables de la población”. Esto último en referencia, más allá de la retórica, a los servicios de contención social gerenciados por la institución religiosa con apoyo económico y logístico del Estado. Servicios que por la propia lógica política eclesiástica, nunca servirán para sacar a los millones de personas que viven en la pobreza o la indigencia sino solo para contenerlas procurando que nunca se rebelen ante quienes poseen las riquezas.

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Si bien el resultado de la reunión fue un “éxito” para ambas partes (“nos reímos mucho en la reunión”, dijo Alberto; “cordiales conversaciones”, graficó la santa sede) con las horas surgió una polémica en torno a otro tema que pone las sotanas de punta: el aborto.

Cuando habló con la prensa, Fernández negó categóricamente que en la reunión se haya hablado de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Argentina. Al rato, el mismo comunicado del Vaticano afirmaba que entre los temas tratados en las “cordiales conversaciones” estuvo el de (según los eufemismos católicos) “la protección de la vida desde su concepción”. Finalmente fue el propio Fernández el que aclaró a una periodista del diario La Nación que sí se habló del tema, aunque lo hizo no con Bergoglio sino con su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, rato después.

De lo que no se habló, con total seguridad, fue de otro tema muy escabroso y comprometedor para la jerarquía católica: el sistema montado por el propio Vaticano para perpetrar, encubrir y dar impunidad a miles y miles de violaciones y crímenes sexuales sobre niños, niñas y adolescentes cometidos por curas, obispos y cardenales a lo largo y ancho del planeta.

Si Fernández y Bergoglio se “rieron mucho”, fue porque ambos decidieron ni mencionar un asunto que en Argentina está más que candente y sobre el que el papa es un verdadero especialista (y no precisamente por ubicarse del lado de la verdad y la justicia).

A ninguno de los chupacirios del Gobierno se le pasó por la cabeza pedirle a Bergoglio que entregue al Poder Judicial todo lo que sabe sobre cientos de abusos sexuales cometidos por curas y obispos en todo el país. Mucho menos que atienda los requerimientos de las víctimas y sus familias, que llevan en algunos casos décadas pidiendo que la curia argentina (de la que él fue jefe durante años) pague por sus encubrimientos criminales. Y mucho menos aún que excomulgue (siquiera como un gesto reparador para cientos de almas en pena) a las decenas de sacerdotes comprobadamente violadores de menores.

En Argentina los casos Grassi, Ilarraz, Provolo, Lorenzo, Zanchetta, Monzón, Escobar Gaviria, jardín Gianelli de Mar del Plata, Rosa Torino, Pernini, Giménez, Marchioni, jardín Belén de San Pedro, Moya, Gutiérrez, Rasguido, Pachado, Pacheco y tantos otros (por nombrar solo algunos de los casos que salieron a la luz y llegaron a alguna instancia judicial) demostraron de qué lado se pone la jerarquía católica cuando los casos saltan sus muros de silencio y debe dar respuestas: del lado de los victimarios y contra las víctimas.

Una vez más, la hipocresía y el doble discurso se proyectan desde el Vaticano. Esta vez con el coro de sirenas integrado por Fernández, Yáñez (empleada a su vez del papa en el proyecto Scholas Ocurrentes), Beliz, el canciller Felipe Solá, la ministra de Justicia y Derechos Humanos Marcela Losardo y los secretarios de Culto, Guillermo Oliveri y de Comunicación y Prensa Juan Pablo Biondi. Todo sea por arrodillarse ante el Dios dinero, ese que supuestamente Bergoglio no quiere ni ver...

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