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La bandera de la UE frente al Big Ben. (EFE)

Se consuma el Brexit: ¿qué pierde realmente la UE con la salida del Reino Unido?

El divorcio entre la Unión Europea y el Reino Unido ha sido tan tormentoso que ha sido difícil calibrar y pensar en lo que los europeos pierden con la marcha de Londres

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El Brexit pasó de dominar todas las conversaciones en los pubs bruselenses y vertebrar cualquier charla en la capital comunitaria, a ser un tema detestado, que cansaba ya a periodistas, diplomáticos y políticos. Todo el mundo tenía tantas ganas de pasar página y firmar de una vez por todas los papeles del divorcio, que casi se habían olvidado de que lo que se querían y necesitaban. Pero el momento en el que los europeos han empezado a ser plenamente conscientes de lo doloroso que sería perder a Londres ha sido ahora, en las últimas horas de los eurodiputados británicos en el Parlamento Europeo.

Al terminar la votación del acuerdo del Brexit, los eurodiputados de todos los países europeos, de todos los partidos de la Eurocámara, se pusieron en pie, se agarraron las manos y cantaron el poema escocés de despedida Auld Lang Syne. "Yo estaba ahí. Y canté. Y lloré. Perder al Reino Unido es una derrota para quienes ambicionamos una Europa unida y en paz", aseguraba en Twitter eurodiputado del PP Esteban González Pons, algunos de cuyos discursos sobre el Brexit ante el Pleno se han hecho virales. Por el lado que ya no será comunitario, la eurodiputada británica Molly Scott Cato, de Los Verdes, era incapaz de no romper a llorar y lanzarse al abrazo de un compañero al finalizar su discurso.

Todo el mundo tiene bastante claro lo que pierde el Reino Unido saliendo de la Unión Europea, como ha quedado demostrado durante las negociaciones del Brexit. También hay algunas cosas claras sobre lo que pierde la UE, como es la importante contribución británica al presupuesto europeo. Pero, ¿qué pierde realmente Europa?

Defensa y seguridad

El Reino Unido es, de largo, la mayor fuerza militar de la Unión Europea, con el mayor presupuesto dedicado a defensa de todos los socios europeos. Toda una potencia ante una Francia que tiene más proyección que ejercito y una Alemania que solo ahora está comenzando a remontar el gasto en defensa.

Londres aportaba el 16% de la financiación de las actividades de seguridad dentro del presupuesto de la Unión Europea, aunque no es ni mucho menos el principal contribuyente en esta partida. El próximo 1 de febrero ya solo habrá cinco países del club que cumplan con el objetivo de gasto del 2% de la OTAN, algo muy representativo del estado de la defensa a nivel europeo.

En un mundo en el que sigue siendo enormemente importante no solo tu defensa o tu poder militar, sino tu capacidad de disuadir al enemigo, la salida del Reino Unido es un dolor de cabeza importante.

No es solo una pérdida de estructura, material o capacidad. Es también una pérdida de conocimiento y de experiencia. El Reino Unido ofrecía mucha "inteligencia" para las misiones europeas en algunos aspectos, como era la lucha contra la piratería o las últimas misiones en el Mediterráneo.

El papel del Reino Unido era tan importante en materia de defensa y seguridad que la anterior primer ministra británica, Theresa May, quiso usarlo como una pieza dentro de la negociación con la Unión Europea, defendiendo que la cooperación en este campo estaría condicionada por la oferta económica que Bruselas hiciera a Londres. La rápida y agresiva reacción de los Veintisiete, que recriminaron a May usar la seguridad como moneda de cambio en una negociación, hizo que se echara para atrás.

Pero para Bruselas que el Reino Unido siga colaborando de forma estrecha con la Unión Europea, y, de hecho, participando en sus estructuras cuando sea necesario, es una de las bases de las relaciones futuras que establecerá con Londres.

Relacionado con la pérdida de poder militar está el hecho de que este viernes sea el último día en el club de una de las dos únicas potencias nucleares de la Unión Europea (la otra es Francia), algo que sigue siendo crucial para que el club comunitario mantenga su peso en el tablero internacional.

Ser un país con armamento nuclear tiene una traducción directa: un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Si alguien cree que esto es meramente estético y que los Estados miembros no le dan demasiada importancia se equivoca. Francia y Alemania mantienen un pulso desde hace algún tiempo, con Berlín pidiendo a París que ceda su silla en el Consejo de Seguridad para convertirlo en un puesto rotatorio entre los miembros de la Unión Europea.

La buena noticia aquí es que la geografía es implacable: si hay un riesgo para Berlín o para París eso significa que también lo es para Londres. En otras palabras: incluso si no quisiera colaborar, el Reino Unido está obligado, por su propia seguridad, a seguir cooperando con sus socios europeos. Eso significa que después del Brexit habrá que buscar nuevos marcos de colaboración, pero que, en principio, no cambiará el compromiso británico.

Visión global

A los británicos les encanta la pompa referida a su imperio perdido. Y es cierto que el Brexit puede encontrar sus raíces en ese sentimiento de orfandad que quedó en buena parte de la sociedad del Reino Unido tras perderlo todo. Pero una cosa es innegable: haber sido un imperio global tiene consecuencias en cómo ves el mundo. El Reino Unido tenía una visión global que ha sido muy beneficiosa para la Unión Europea. Ha sido un país que durante mucho tiempo no ha dejado de mirar hacia fuera, de proyectarse hacia el exterior y parte del shock del Brexit viene del choque de la nueva realidad con esa tendencia.

Aquí la geografía también es importante. Estar asomado al océano Atlántico tiene beneficios a la hora de ser un país abierto al comercio y a una visión global del entorno. Con la salida del Reino Unido se pierde un vínculo especial con los países de la Commonwealth, se pierde el puente directo con el mundo anglosajón para el que Londres servía de pasarela hacia Europa. El único país que, ahora mismo, puede estar intentando desarrollar una visión global del mundo es Francia. Aunque, por diferentes motivos, París sigue lejos de Londres.

No son pocos los que señalan que, en realidad, habría dos sustitutos naturales para Reino Unido: España y Portugal. Dos antiguos imperios navales antaño abiertos al mundo, y que -especialmente en el caso español- han descuidado los vínculos con sus otros socios naturales, como en el caso de Madrid son todos los países americanos.

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El presidente de Ecuador, Rafael Correa, junto al antiguo presidente del Consejo Europeo Donald Tusk. (Reuters)

Uno de los campos en los que se puede ver claramente esto es el comercio. El Reino Unido ha sido un elemento muy atractivo y eficiente para ayudar a la Unión Europe a proyectar su imagen de poder comercial. No significa que la UE vaya a dejar de ser una potencia en este sector, porque lo seguirá siendo y va a ser mucho más atractivo que el mercado británico. Pero lo cierto es que Londres era un aliciente más, tanto de manera interna -partidario de cerrar acuerdos comerciales frente a otros países que son más proteccionistas-, como a nivel externo -siendo un elemento atractivo para países que tenían un especial interés en entrar en el mercado británico, que era, al fin y al cabo, el europeo.

Competencia

Uno de los campos en el que más se va a notar la ausencia del Reino Unido será en la competencia. Londres siempre ha abogado por normas de competencia estricta y ha equilibrado la balanza contra los que han intentado que estas reglas sean más laxas.

Y, curiosamente, es justo ahora cuando el Reino Unido, en su planteamiento de las relaciones futuras con la Unión Europea, no termina de comprometerse con que mantendrá una serie de reglas mínimas, de estándares mínimos que garanticen que Londres no presenta una competencia desleal ante los productos y las empresas europeas.

En cualquier caso, en el bloque comunitario veremos como en los próximos meses y años las normas de competencia pasan por un proceso de transformación. Es cierto que muchos de esos cambios son necesarios, pero también lo es que algunos Estados miembros quieren aprovechar esos cambios para facilitar la creación de gigantes europeos que beneficiarían, fundamentalmente, a Alemania y Francia.

Ese proceso de cambio de las reglas de competencia sería mucho más rico si el Reino Unido siguiera perteneciendo a la Unión Europea, pudiera seguir teniendo voz y ayudar a marcar una agenda para el futuro. Uno de los países que más lamentará que Londres haya perdido su voz en estos debates será, precisamente, el Reino Unido: si aparece un gigante europeo en el continente no tendrá muchas formas de evitar que le pise.

Contrapoder al eje franco-alemán

Este último punto está directamente relacionado con el anterior. La salida del Reino Unido desequilibra buena parte de las balanzas internas de la Unión Europea y beneficia fundamentalmente a Francia y Alemania, los dos grandes Estados miembros del club, que hasta ahora, aunque se pusieran de acuerdo, acababan topándose con el Reino Unido que hacía en cierto modo de contrapeso.

Es cierto que el espacio no se queda completamente vacío. Un grupo de Estados miembros nórdicos y fiscalmente ortodoxos, como son Países Bajos o Dinamarca, han conformado una alianza, la llamada Lega Hanseática, con la que plantan vetos y refuerzan sus posiciones. De hecho, están logrando marcar agenda en alguno de los puntos más importantes del debate europeo.

En cierto modo esto no es beneficioso para España: los nórdicos tienen posturas diametralmente opuestas a algunas de las ideas españolas respecto a compartir riesgos, avanzar hacia un seguro común de desempleo o ir construyendo un presupuesto común para la Eurozona.

Sin embargo, y aunque no sea beneficioso para España, parte de la importancia de la Unión Europea reside en que no pueda haber un par de capitales que imponen su voluntad sin que nadie plante cara. En ocasiones esa voluntad está alineada con los intereses del Gobierno español y otras veces no lo está. Pero lo importante es que, por uno y otro lado, haya contrapesos, frenos y límites.


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