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Elías Crespín, el artista venezolano en movimiento ingresa al Museo Louvre #31Ene

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El 25 de enero de este año 2020 le ha caído del cielo al artista plástico caraqueño Elías Crespín. Ahora saborea la fama y la gloria con la exhibición permanente de su obra “La Onda Meridiana” en el Museo Louvre de Paris, una escultura de diez metros de largo hecha con cilindros metálicos. Desde ese momento este venezolano está al lado de un genio universal como el italiano Leonardo Da Vinci.

Nieto de pintores alemanes (Gego y Gerg Leufer) y padres matemáticos,este caraqueño de 55 años es de los que no se detiene cuando se propone algo. Siempre está en constante movimiento lo que explica su afiliación a la corriente abstracta del cinetismo. Es otro ejemplo del condicionamiento subjetivo del trabajo,disciplina, educación y fe en lo que se hace en la vida.

Una vez graduado de licenciado en informática en la UCV emprende su carrera de pintor y escultor cinético con la aplicación tecnológica de la programación desde una computadora.Se dedica afanosamente a la investigación de la plástica y su relación con la cibernética, la ciencia de la optimización de los procesos comunicacionales en esta era digital.

A sabiendas de sus riesgos, así armoniza el humanismo con el cerebral conocimiento científico y tecnológico.

Las positivas influencias

Crespín pasó su infancia al lado de su abuela de quien recibe las primeras lecciones de arte. Un hecho del que se siente orgulloso. De esa fructífera relación aprende que el mundo está constituido en parte de calma. Su casa era un oasis de silencio y tranquilidad que recuerda nostálgico.

En sus años juveniles una exposición de Jesús Soto en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, lo impacta para decidirse por la corriente plástica del cinetismo. Se lo toma con tal seriedad que inicia una investigación que luego concluirá con su primera exposición.

Es alguien que suele acercarse a buen árbol. Supo escuchar y seguir también los consejos de otro maestro del cinetismo: Carlos Cruz Diez.  En la ocasión cuando se conocieron en Panamá éste le dijo: “Tienes algo muy importante en tus manos, no te detengas”

Y así lo ha hecho para llegar muy lejos con esta odisea que nos recuerda al generalísimo Francisco de Miranda cuando su nombre fue inscrito en las placas de la Torre Eiffel como héroe de Francia.

Primeros pasos en Cabudare

La investigación acometida tras graduarse y ser impactado por la obra de Jesús Soto da sus resultados en el año 2002 con la exposición “Malla electrónica 1”.

El sitio de la misma es el Ateneo de Cabudare que abre sus puertas al novel y desconocido artista que apenas balbuceaba en las tinieblas de la noche,parafraseando al checo Franz Kafka.

Por supuesto, que aún no era el personaje planetario que ahora representa. La fama estaba distante, pero en segura gestación.  Ello explica la falta de relevancia de aquel evento plástico en la metropolitana capital del municipio Palavecino.

Pero marca el inicio de una ascendente carrera en el mundo de las artes plásticas al decidir marcharse a Francia a profundizar sus conocimientos. Marchar a paso firme desde lo simple a lo más complejo.

Movimiento incesante

Que la directiva del museo más importante del mundo le haya solicitado una obra para mostrarla en forma vitalicia en sus espacios, es realmente lo máximo para un artista plástico. Sobre todo, si se trata de una escultura, una vertiente de las artes visuales no muy fácil de comprender.

La misma se denomina “La Onda Meridiana”, una escultura de diez metros de largo hecha con 128 cilindros de metal adheridos a la pared.

Según Crespín lo que plantea es una sesión de ballet por el lapso de media hora. Ello lo materializa desde la programación computarizada, el lenguaje pictórico y las formas geométricas

Recordemos que la escultura presenta su aspecto complejo por lo tridimensional. Pero la de Crespín escapa a esos parámetros para asimilarla rápido el espectador lo cual constituye una de sus ventajas,aunque parezca paradójico.

A nuestro modo de ver, se trata de una pieza que dialécticamente oscila entre los polos de la serenidad y el caos. Desde un enfoque filosófico a la luz de la Biblia, la calma está precedida por la tempestad. Es el movimiento incesante en el cual cree Crespín y que desarrolla en su obra. El movimiento es propio de gente mutante y abierta a lo nuevo. Su símil podría ser la mariposa que cambia.

Así en una entrevista en Radio Francia internacional con el periodista Jordi Batallé, afirmaba de manera enfática y radical: “El arte cinético siempre trabajó con las posibilidades del ojo para suscitar la sensación de movimiento o de cambio, explica. Yo me planteé que las obras o las formas verdaderamente estén en constante movimiento”.

Esta forma de arte abstracto-cinético ha sido objeto de críticas y hasta prejuicios por presuntamente no expresar la realidad inmediata en la que nos desenvolvemos. Sin embargo, una abstracción puede ser reflejo de la naturaleza en antítesis con el realismo social más contundente. Esta obra de Crespín simboliza subjetivamente una coreografía.

Primer latinoamericano perenne en Louvre

Este venezolano se convierte en el primer latinoamericano vivo que ofrece su arte en el célebre Museo Louvre.

Un honor que muy pocos alcanzan en la vida al triunfar a sus anchas en un mundo tan competido como el de los espacios del arte europeo

Difíciles parajes donde antes incursionaron Jesús Soto, Carlos Cruz Diez y los larenses César Andrade, Ángel Hurtado y Esteban Castillo

Se trata de un verdadero acontecimiento que ratifica como rueda el talento en Venezuela.El de Elías Crespín ha pasado por la exigente prueba de la demostración de la excelencia a que somete el Museo Louvre.

Una institución cultura que,en la tercera década del siglo XX, deslumbró a un escritor y periodista de la aislada Carora, Don Cecilio “Chío” Zubillaga Perera. De regreso a Carora, cargado de cultura universal, escribiría una serie de crónicas sobre esa enriquecedora experiencia.

Siempre inquieto y laborioso, Crespín expondrá este año sus creaciones en China y México. Ello mientras sigue residenciado en Francia donde,desde 2008, ha encontrado la necesaria calma que requiere la consumación de la obra de un eximio artista plástico. Su presencia continua, a partir de ahora, en el Louvre lo convierte en un escultor planetario. Este venezolano está en el templo del arte reservado para los más capaces.

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Freddy Torrealba Z.