El dilema más urgente de la pelota cubana
¿Será prudente empezar en abril la temporada de béisbol con la nueva estructura?
by Norland RosendoSin fecha en el calendario —ni calendario tampoco—, las preselecciones comienzan a entrenarse para la Serie Nacional 60 de la pelota cubana, que, dicen, debe comenzar en la primera quincena de abril, pero aún no se sabe el formato del torneo inicial de los dos previstos para la próxima temporada.
Se habla de un campeonato con 16 equipos, sin refuerzos, más de 70 juegos (sacando cuentas exactas deben ser 75), play off para decidir el campeón y hasta series de comodines. Pero nada, aún, es oficial.
Sacando las mismas cuentas, una justa de esas dimensiones no terminaría nunca antes de finales de julio, contando con que en mayo llueva por las madrugadas y en proporciones que permitan arreglar las gramas de los estadios sin muchos contratiempos.
Estemos en los Juegos Olímpicos (que así sea) o no, sería de locos poner a competir el final de un campeonato aquí con el espectáculo deportivo más grande del mundo. Además, ya las autoridades de la pelota cubana anunciaron que un equipo insular viajará en junio a la Semana Beisbolera en Holanda y que en julio se mantiene el tope con el conjunto universitario de Estados Unidos.
Con un verano tan cargadito y movida la mejor fecha inaugural (marzo) por los torneos preolímpicos, quedan, a mi entender, pocas opciones:
Uno: detener la serie después de la temporada regular y esperar a que se acabe la olimpiada para celebrar los play off.
Dos: ajustar, de manera excepcional el calendario, y dejarlo en menos juegos este año, para poder terminar el primer campeonato en tiempo.
Y tres: echarlo todo para atrás (entrenamientos que están activados ya), acogerse al refrán: lo que mal empieza…, y defender esa decisión con el argumento de que es más saludable que la renovación integral arranque con el nuevo ciclo olímpico, aunque en París 2024 no haya béisbol.
Son tres opciones complejas. Sé que la Dirección Nacional de Béisbol está estudiando minuciosamente todas las variantes posibles. Quieren cambios, pero sensatos, inteligentes. Con organización y respuestas a las deficiencias que han lastrado nuestras últimas series. Están pensando en lo grande y en lo chiquito, hasta en los uniformes y el sentido del espectáculo en los estadios.
Y por si fuera poco, el proyecto del segundo torneo, la liga cubana de invierno, no es visto por todos con los mismos ojos. Hay unanimidad en que es imprescindible un campeonato que concentre la calidad, que remunere mejor a los atletas participantes respecto al otro, con menos juegos quizá, pero hay dos bandos claros respecto a cómo organizarlo.
Unos aceptan la propuesta de que se parezca a lo que es ahora la segunda etapa de la Serie Nacional. Que los cuatro primeros de la justa que se efectué durante la primera mitad del año accedan de manera directa y los ocupantes del quinto al octavo se busquen sus puestos en series de comodines. Se habla, también, de aumentar la cantidad de refuerzos.
Un modelo así, de un campeonato al remolque del otro, no es muy usual. Los detractores recuerdan que mientras más fichajes haya en ligas extranjeras, más debilitados quedarán algunos equipos y las opciones de avanzar no serán parejas para todos.
Pongamos el ejemplo de los Alazanes de Granma, que ya ha sentido el impacto de los contratos en sus resultados: sin Alfredo Despaigne, Lázaro Blanco, Roel Santos, Raico Santos y probablemente alguno(s) más, tendrá que jugar muy por encima de sus potencialidades para clasificarse al certamen élite.
Además, un torneo que todos los años esté expuesto a cambiar desde uno hasta todos los participantes, tampoco agrada mucho. Suena raro, extraño. Y para las estadísticas, ni hablar.
Por lo menos hay voluntad de cambios, el asunto se mueve, y eso, como está nuestro béisbol, es halagüeño, esperanzador…