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En China, los pobres son los más expuestos al coronavirus y sus consecuencias políticas

Desigualdades, un sistema sanitario enormemente privatizado, un régimen represivo: los trabajadores, campesinos y las clases populares son las más vulnerables al coronavirus, pero también a la represión del Estado.

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A pesar de las drásticas medidas del gobierno chino, la epidemia de coronavirus se agrava, principalmente en China, pero también en otros países. De tal forma que oficialmente, se han declarado más de 6000 casos sobre los 9.000 posibles en China y docenas más en distintos países como Tailandia, Japón, Corea del Sur o Camboya, pero también Estados Unidos y Francia entre otros. El número de víctimas se eleva, según las autoridades chinas, a 132. Sin embargo, expertos internacionales estiman que el número de caso podría ascender a 44.000 tan solo en Wuhan. Países como Japón, Estados Unidos o Francia han comenzado a evacuar a sus nacionales que se encontraban en Wuhan y en la provincia de Hubei.

A pesar de ello, frente a esta epidemia comienza a generarse un cierto pánico, teñido de racismo y prejuicios anti asiáticos, hay un elemento que poca gente analiza: el hecho de que la exposición a los riesgos de la epidemia no es el mismo según la clase social a la que uno pertenece. Esto es particularmente evidente en un país como China donde hay importantes desigualdades sociales y donde el acceso al sistema sanitario es difícil para las clases populares. Y relacionado con esto, debemos señalar también que son precisamente esta parte de la población la más afectada a las medidas de represión arbitrarias tomadas por las autoridades del país.

El sistema de salud chino: “darwinismo capitalista”

“En China el sistema sanitario no está centrado en el paciente sino guiado por un darwinismo capitalista, quienes tienen dinero sobreviven, los que no, sufren o mueren”. Es lo que podemos leer en un artículo de Foreign Policy en el que el titulo es ni mas ni menos: “El sistema sanitario chino necesita más comunismo”. En efecto, esta situación de epidemia saca a la luz (o debería), delante de los ojos de todo el planeta, determinados aspectos concretos del régimen político chino, pero también de las características del “modelo” económico chino.

Ahora que muchos propagandistas neoliberales quieren presentar a China como un “país comunista”, la realidad sobre el terreno muestra todo lo contrario. El régimen político2 dictatorial, de partido único, heredero directo de la farsa maoísta que se pretendía “socialista” se ha fusionado con un tipo de capitalismo brutal, adoptando las peores formas de explotación y degradación de la vida humana. Es en este contexto que se puede encuadrar el sistema de salud chino que es altamente desfavorable para los más pobres.

Se trata de un sistema sanitario que resulta chocante incluso para los viejos países capitalista, incluso donde reina el mayor neoliberalismo. Según el artículo de Foreign Policy, a diferencia de los antiguos Estados “socialistas” donde la sanidad era gratuita para todos sus ciudadanos, “En China, el sistema sanitario se encuentra mayormente privatizado y es caro (…) el dinero es la clave, no solo para los particulares, pero para las instituciones. La mayor parte de hospitales en China son privados o mayormente autofinanciados. Trabajan como empresas y no como organización sin beneficios (…) los pacientes chinos pagan cerca del 30% de gastos sanitarios, el gobierno no financia más que un 30% y el seguro cubre el 40% restante”. Según los datos de la OCDE de 2015, la mayor parte de los gastos en sanidad cubiertos directamente por los pacientes chinos era tres veces más importante que la de los pacientes norteamericanos: 32% frente a 11% en Estados Unidos.

A este sistema sanitarios altamente privatizado, se añade otra dificultad para las clases populares: las reglas relativas a los permisos de residencia que ligan a las personas a su lugar de nacimiento. De esta forma, los habitantes de zonas rurales o los trabajadores inmigrantes no pueden hacer efectivo su derecho a la seguridad social en las ciudades donde trabajan o donde simplemente hay mejores hospitales.

En este contexto nos podemos imaginar las grandes dificultades que la población obrera y campesina pueden tener para tener acceso a un tratamiento adecuado de cara a una epidemia y también para ser diagnosticados. Es por eso que múltiples estudios e investigadores internacionales estiman que el número de casos detectado por las autoridades chinas es menor a la realidad, ya que ellos mismos probablemente no son capaces de medirlos correctamente debido a la dificultad estructural de los más pobres para acceder a la sanidad.

Los pobres, principales víctimas del virus… y de la represión

En otro artículo de Foreign Policy se afirma que: “No son los residentes de Washington o de Bangkok los más expuestos al coronavirus. Son los pobres de China (…) es esta población pobre la más susceptible a entrar en contacto con este virus, es entre ellos que es más fácil que se propague”.

Incluso si algunos estudios tienen a rechazar la hipótesis según la cual el virus vendría de uno de los mercados de Wuhan donde se vendían ilegalmente animales vivos para fines culinarios o medicinales, es innegable que la población más pobre esta sobreexpuesta a los riesgos de contagio. Y no solo por las dificultades para acceder a medicinas, sino porque a causa de esto, sus condiciones físicas y sus defensas son débiles.

Esta sobrexposición al virus de las poblaciones más pobres preocupa a las autoridades chinas, pero también a las internacionales. Es lo que hemos podido ver en los últimos días cuando se hizo publico un caso de coronavirus en Camboya. El miedo a que el virus se extienda por países donde el sistema público es aún más débil es un escenario de pesadilla dentro de la perspectiva de una epidemia a mayor escala.

Otra cuestión donde podemos verificar la desigualdad de tratamiento es también en la represión y las condiciones de cuarentena. Recordemos que la mayor parte de las ciudades de Hubei, la provincia en la cual Wuhan es la principal ciudad, se encuentra en una cuarentena “estricta”. Se calcula que más de 40 millones de personas se encuentran en cuarentena. Sin embargo, esta medida espectacular es también arbitraria y de la que desconocemos su efectividad no se aplica de la misma forma en todo el mundo. Así, vemos como los nacionales de países imperialistas como Estados Unidos, Francia o Japón están autorizados a salir de Wuhan. Para los obreros y las clases populares es otro cantar.

Según Foreign Policy: “Los pobres son menos visibles para el diagnóstico y el tratamiento, pero más visibles para la represión. Ahora que la cuarentena se estrecha alrededor de Wuhan, los pobres son más susceptibles a brutalidades por parte de las autoridades. Las catástrofes suelen generar un pánico en las elites (…) si el miedo, entre hombres armados, que deben hacer cumplir la cuarentena a una población atrapada en el interior, se podrían producir enfrentamientos con muertos.

Sin duda, para evitar escenarios de confrontación y desbordamiento, las autoridades chinas han extendido las vacaciones del Año Nuevo Lunar hasta el 3 de febrero, sabiendo que centenares de millones de personas debían volver a sus lugares de residencia en un momento donde gran parte de la economía y el país se encuentra ralentizado y bloqueado.

Los riesgos políticos para el Partido Comunista

Además del origen y las razones por las que el virus se extiende por el país, está claro que la situación plantea riesgos políticos para la dirección del Partido Comunista Chino (PCCh). Las catástrofes sanitarias son un reto para todo gobierno y no es raro que traten de esconder las consecuencias para evitar las críticas como la crisis de Lubrizol en Francia enseñó al gobierno de Emmanuel Macron.
Sin embargo, en China una crisis de tal magnitud posee características particulares ya que el sistema de partido único debe gran parte de su legitimidad debido al control de la situación, a un liderazgo “infalible”. Es por eso que se producen mentiras y se intenta disimular la situación real, como hemos podido ver con el surgimiento del virus. Esto explica también el giro del gobierno a medidas espectaculares como la puesta en cuarentena de más de 40 millones de personas.

Como afirma la experta en China, Jude Blanchette del Center for Strategic & International Studies: “La movilización de recursos es una de las grandes ventajas de un sistema de mando y control como el de China, como muestran los datos según los cuales Wuhan prevé la construcción de dos instalaciones medicas en menos de una semana, en la que cada una podrá aceptar más de mil pacientes de coronavirus. Sin embargo, en ese contexto, donde se debe considerar que el PCCH tiene el control total y donde la situación mejora continuamente, el espacio de opiniones disidentes o independientes permanecerá muy limitado. Más que concentrarse sobre el desafío prioritario de contener una emergencia de salud pública, los responsables del partido tienen la tarea de tener en cuenta los costes políticos potenciales de sus acciones”.

En este sentido, multitud de analistas consideran que esta epidemia es la crisis política más importante que afronta el presidente Xi Jinping. Teniendo en cuenta las medidas tomadas, la cantidad de personas que implica, las mentiras y lo que ocultan las autoridades, pero también los peligros del pánico, peligros muy importantes para el régimen. Al mismo tiempo, el carácter reaccionario y dictatorial del régimen constituye un obstáculo para combatir eficazmente y poner fin a la epidemia.

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