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Guadalajara, para oprobio de sus habitantes y vergüenza -si la tuvieran- de sus gobernantes de entonces,  fue noticia a nivel mundial en septiembre de 2018, por obra y (des)gracia del Trailer de la Muerte… El asunto sirvió para que se intentara encontrar un punto intermedio entre el derecho de los difuntos a ser sepultados decorosamente, y la necesidad de las autoridades de acceder a los cadáveres de las víctimas de delitos ante cualquier posibilidad de esclarecer esos crímenes… aunque la solución dejó dudas en ambos aspectos.

Ahora se informa que en los 17 meses transcurridos desde entonces, el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) tiene bajo su resguardo mil 68 cadáveres (830 de los cuales en el curso de 2019) a los que se archivó como NN (del latín Nomen Nescio: nombre desconocido).

-II-

La cifra es aterradora. Primero, por la criminalidad que refleja. Segundo, por la impunidad que pone en evidencia. Mil y tantos cadáveres sin identificar siquiera, son otros tantos delitos que no han sido esclarecidos… ni sancionados.

Pensar, ilusoriamente, en la prevención de esos delitos, tendría que pasar, necesariamente -se ha dicho hasta la saciedad- por la identificación de las víctimas y llegar hasta el esclarecimiento de los hechos, la identificación, aprehensión, procesamiento y sentencia de sus autores. Si para la búsqueda de personas desaparecidas -de las que hay miles en Jalisco- las autoridades disponen de una plantilla de 32 empleados, de los cuales sólo 20 realizan trabajo de campo, es poco probable que haya muchas más para dar seguimiento a las “carpetas de investigación” que supuestamente se abren ante cada homicidio del que se tiene conocimiento.

-III-

Se supone, por ejemplo, que las “Ciencias Forenses” incluyen, entre otras disciplinas, la balística (aplicable, obviamente, para los delitos cometidos con arma de fuego). Dicha disciplina estudia y analiza las características de los proyectiles -en los que quedan grabadas las “huellas digitales” del arma con que fueron disparados-, y procura determinar la correspondencia entre los proyectiles hallados en el sitio del suceso o en el cadáver mismo de la víctima, con algún arma encontrada en poder de un sospechoso o con las utilizadas en otros crímenes…

Y como la balística, otras disciplinas auxiliares que, si se aplicaran adecuadamente, harían posible la única fórmula eficaz conocida hasta hoy para disuadir a posibles criminales: la convicción de que, vía de regla -y no excepcionalmente, como sucede ahora-, “el que la hace, la paga”.