Jaume Asens: “Nuestra obligación es cortarle el paso al nacionalismo de imposición de la derecha”
by Pedro Vallín- El diputado de los comunes asume la presidencia del grupo confederal de Unidas Podemos con la encomienda de facilitar los pactos y mejorar la cohesión interna
Jaume Asens (Barcelona, 1972) se convirtió esta semana en el primer catalán que preside el grupo parlamentario de una formación estatal. Y lo hace desde En Comú Podem, una confluencia minoritaria en el espacio del grupo confederal de Unidas Podemos. Es la forma en la que la formación morada acomoda el cuerpo para el cambio de rasante político en el que la negociación parlamentaria y el entendimiento con las diversas fuerzas territoriales expresadas en el Congreso será clave en la producción legislativa. Su comunicación fluida con el soberanismo catalán y su desempeño como una de las personalidades destacadas de los comunes deberán facilitar la conformación de mayorías a la vez que reforzar la cohesión de un espacio político que en los últimos cuatro años a experimentado extraordinarias tensiones centrífugas.
¿En términos puramente programáticos, cuáles son los desafíos de la presidencia del grupo confederal, en esa dialéctica de apoyar al gobierno pero ser también su conciencia?
Es verdad que aspiramos a ser su conciencia de izquierdas, para que no le tiemble el pulso al gobierno la hora de llevar a cabo el acuerdo al que llegamos, que es muy ambicioso. Y a la vez, el hecho de estar en el gobierno nos exige un grado de cintura, de pragmatismo y de responsabilidad histórica que nos obliga a estar atentos a los matices, a aprender que la diversidad es un valor, no un problema, y que gobernar es gestionar contradicciones. Asumimos el compromiso de tratar de ir lo más lejos posible, siendo valientes en las políticas, pero también valientes para decir a la gente la verdad cuando la correlación de fuerzas imponga los límites lógicos que suponen que seamos la minoría de ese gobierno. Nos toca acompañar, marcando el camino.
¿Cómo es la relación que establecerá con Pablo Echenique, dado que a menudo el papel de portavoz concede más visibilidad que el de presidente del grupo?
La idea es que tiene que haber un reparto de funciones, y es imprescindible labrar un acuerdo de tareas, pero las labores de coordinación de la actividad parlamentaria serán de los dos. En verdad, la idea es operar con la lógica de una dirección colegiada que permita ensanchar el poder de decisión del grupo confederal. Queremos que se ponga de manifiesto esa confederalidad de nuestro espacio político también en clave de grupo parlamentario. Y para mí es un reto político y personal, porque debo operar no solo como representante del espacio de los comunes sino con una lógica más amplia, empaparme de asuntos que hasta ahora no me concernían directamente.
¿Qué valor histórico le da a ser el primer presidente catalán de un grupo parlamentario estatal?
Es un modo de reconocer esa pluralidad y plurinacionalidad interna de un espacio que sintoniza con la idea de país que defendemos y que refuerza la importancia de Catalunya, que ha sido siempre un activo importante, en los momentos de transformación política y territorial, como elemento de referencia y motor de cambio democrático y territorial. Habla también del momento que vivimos, en el que tenemos que superar la dialéctica nacionalista y apostar por esa forma de trabajo en la que los comunes pueden, siendo parte minoritaria de la confluencia, ser claves y retomar diálogos rotos.
Usted pasa por tener una interlocución privilegiada con ERC. Pero la mayoría de gobierno requiere también de otros grupos. Cómo ve la relación con PNV, BNG, Bildu, Coalición Canaria...
Es verdad que el Congreso resultante del 10N es el Congreso más fragmentado y diverso de la historia del parlamentarismo español. Hay grupos regionales, locales, nacionalistas e independentistas. Eso requerirá mucha mano izquierda, mucha capacidad de interlocución con esa diversidad, y ese es uno de los retos. El bloque histórico de la investidura, que hoy es frágil, incorpora muchos elementos singulares. Para poder gestionar esa complejidad tendremos que tener mucha sensibilidad, pero creo que formando parte de una confluencia que recoge esas singularidades nacionales particulares, estamos en mejores condiciones para poder entender esas diferencias.
Esas sensibilidades hasta ahora estaban centradas en las aspiraciones de autogobierno y las identidades culturales, pero ahora expresan también otros malestares, como Teruel existe.
Es un síntoma más de que la crisis territorial no solo se expresa en el conflicto catalán, tiene otras expresiones, y para poder avanzar en democracia y en derechos el mensaje del 10N es que debemos hacernos cargo de todos esos malestares territoriales y superar esa incapacidad crónica que ha dado el sistema político español para la convivencia en esa diversidad cultural y nacional. La única de forma de gobernar es afrontando la pluralidad que representa este Congreso. Es algo que la derecha nunca ha entendido, desde la Restauración. Nunca ha entendido que no hay futuro común si no creamos un marco de convivencia que acepte esa diversidad y en el que quepamos todos. De esa lección ha tomado nota el gobierno de coalición. Hay un camino transitable y creo que se ha abierto una puerta de esperanza y urge afianzarla. Esa necesidad de hacer España de otra forma pasa por la gestión de los malestares de esa diversidad. No será fácil, porque tendremos que progresar en el diálogo en medio de un fuego cruzado entre los enemigos de un acuerdo a un lado y al otro. Uno de los retos es bajar la temperatura nacionalista de esta época.
¿Es posible?
El nacionalismo de derechas separa y alimenta el nacionalismo de oposición que surge desde la periferia. Ese nacionalismo de imposición, que ha dificultado la resolución democrática de los problemas de España históricamente, tiene hoy menos fuerza y tenemos la oportunidad de cortarle el paso. Esa es nuestra obligación. Y más, con la excitación que le ha producido la aparición de la extrema derecha. Ahora es un buen momento para lograrlo. Se han roto la política de bloques y han entrado en juego las geometrías variables. Vemos al PSC apoyando a los servicios jurídicos del Parlament, con una posición muy distinta a los de presupuestos, a ERC con el PSOE en la investidura, a JxCat pactando con PSC en la diputación, nosotros con ERC y JxCat los presupuestos de la Generalitat y del ayuntamiento... Eso es un buen síntoma para superar la etapa anterior y volver a hacer política para tender puentes allí donde antes había trincheras.
¿Cree que la política de bloques se ha roto?
La fórmula de JxCat y ERC hoy ya forma parte de otro momento histórico, de una etapa que está terminando, que es el Procés, una etapa que arranca con la sentencia del Estatut y que llega hasta estos días. Entramos en una nueva fase en que no sabemos cómo se van a recomponer los espacios. La legislatura catalana agoniza. Era difícil sostenerla con presupuestos del 2017, por eso también nosotros los apoyamos, porque la administración pública estaba ya casi en situación de impago. Nuestra propuesta era justamente esa: blindar los presupuestos, con las mejoras importantes que significan, y dibujar un calendario electoral. Y el president Torra la ha asumido, en un gesto de responsabilidad. Eso nos conduce a una etapa que puede dibujar una recomposición del espacio político, y en la que el eje político pase por otras coordenadas. La única salida democrática viable es la del pacto y es verdad que hemos salido del esquema dominante, que pasaba por la victoria de unos sobre otros, imponerse. El eje de confrontación hoy es nuevo porque separa a quienes abogan por soluciones pactadas y quienes prefieren la imposición o incluso ser derrotados antes que pactar. Es evidente que la solución pasará por las urnas, pero tal como estamos, la solución no va a venir con la imposición de la regla de las mayorías, luego es necesario introducir el valor previo del pacto, del respeto a las minorías. Estamos en un momento donde podemos recuperar los grandes consensos internos. Catalunya ha sido fuerte cuando ha logrado la unidad de acción del catalanismo. Flexibilidad, cesión y ponerse en el lugar del otro. Catalunya ha sufrido un empacho de grandes palabras y anuncios de que se abrirían las puertas del cielo. Pero la política funciona si sabe combinar el momento del conflicto y el del acuerdo. Hay momentos para uno y para otro. Y hoy estamos viendo pactar a actores que no se ponían de acuerdo hace años.
El proceso de creación de En Comú Podem, con la integración de lo que era marca catalana de Podemos en el espacio de los comunes e ICV, fue complejo y no exentos de sobresaltos. ¿Estas tensiones son parte del pasado?
Creo que aún hay que tarea pendiente para reforzar la integración de Podem en el dispositivo, y creo que el hecho de que la presidencia del grupo la ostentemos nosotros puede ser un elemento que ayude, porque yo estoy en Podemos. Es verdad que ha habido tensiones en el pasado en la alianza de los comunes con Unidas Podemos, pero creo que son normales y tienen que ver con la dificultad histórica de entendimiento de los partidos catalanistas de izquierdas con las formaciones ideológicamente cercanas en el ámbito estatal. Las relaciones del PSUC con el PCE, en los ochenta y en los años cuarenta, las de ICV con IU, que llegaron a la ruptura; o las del socialismo catalán con el PSOE, tanto en la República como hace nada, cuando el PSC rompió la disciplina de voto en la investidura de Rajoy, lo ilustran. La dificultad de articulación se traduce también en tensiones en las formas organizativas. Los comunes somos un actor soberano, pero mezclado con una parte del actor estatal, un híbrido muy singular, y creo que aún pueden encajarse las cosas mejor.
¿Estar en el gobierno mitiga los malestares?
Creo que estar en el gobierno es una oportunidad para recomponer organizativamente el espacio, mejorar la implantación territorial, ganar musculatura y optimizar la conexión con la sociedad civil, e incluso recuperar los más de dos millones de votos que nos dejamos por el camino. Además, la presidencia de los comunes en el grupo parlamentario da mayor relieve a la buena relación entre el gobierno de coalición en España y el gobierno del ayuntamiento de Barcelona. Y esto es más significativo aún teniendo en cuenta que Madrid ha sido tomado por la derecha extrema.