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1 de cada 5 hombres muere antes de cumplir los 50 años.

Machismo, talón de aquiles de los latinos; la mortandad aumenta a partir de los 15 años

La valentía, las lesiones por accidentes viales y la cirrosis hepática por consumo de alcohol ocasionan una sobremortalidad masculina, alerta la ops

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CIUDAD DE MÉXICO.

Las conductas muy “masculinas” que siguen los varones en América Latina, incluidos los mexicanos, lejos de retribuirles beneficios, literalmente los mata.

La violencia interpersonal, que se presenta como sinónimo de “valentía, las lesiones por accidentes de tránsito de los conductores arriesgados y la cirrosis hepática por consumo de alcohol los afectan en mayor proporción que a las mujeres y en los últimos decenios provocan una ‘sobremortalidad masculina importante y creciente’”.

Eso indica el reciente informe Masculinidades y Salud en la Región de las Américas, publicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y elaborado por un grupo de expertos de 12 países, quienes investigaron por qué sucede esa sobremortalidad en el llamado “sexo fuerte” y por qué ellos presentan 18% más de años de vida perdidos que las mujeres y 8% más de años perdidos por discapacidad.

Explica el informe que “existe una relación estrecha entre masculinidad y salud”, porque “los roles, las normas y las prácticas impuestas socialmente a los hombres exigen o refuerzan su falta de autocuidado e incluso el descuido de su propia salud física y mental”. Es común suponer que los hombres son, tan sólo por razón de género, muy fuertes, más resistentes y menos vulnerables que el género femenino, y para reforzar esto se quejan menos.

Se trata, dicen los expertos, de “problemas específicos relacionados con las prácticas cotidianas de la masculinidad hegemónica”, “con frecuencia denominada machismo”, como adoptar riesgos en el trabajo o al volante, el consumo desmedido de alcohol y drogas, las prácticas sexuales sin protección, las relaciones interpersonales violentas que resultan en homicidios y una gestión inadecuada de las emociones.

Ser hombre

Señalan los expertos que, pese a que en los años de la infancia las causas de muerte son similares entre hombres y mujeres, a partir de los 15 años la situación se vuelve adversa para ellos por sus conductas. “Predominan claramente las causas violentas de muerte (homicidios, accidentes y suicidios) y una mortalidad de cuatro a siete veces mayor que la de las mujeres jóvenes”.

Y, relacionado con estas conductas violentas de los jóvenes, está también el feminicidio, en donde su violencia se convierte en crímenes contra las mujeres, muy frecuentemente contra las de su entorno cercano, como esposas, hijas, madres, novias o compañeras de trabajo. “En este grupo de edad, dice el estudio, es evidente el componente masculino en las principales causas de muerte de las mujeres, (feminicidio)”.

Además, a partir de los 50 años aparecen en ellos de manera destacada las enfermedades crónicas no transmisibles, como hipertensión, cardiopatías, obesidad, diabetes, Epoc (Enfermedad pulmonar Obstructiva Crónica, asociada generalmente al tabaquismo), cánceres respiratorios y de próstata, todo esto como una suma del estilo de vida o roles que la sociedad les atribuye.

Las consecuencias se resumen en un promedio de 5.8 años de esperanza de vida al nacer menos para los hombres y un mayor riesgo de morir: uno de cada cinco hombres muere antes de cumplir los 50 años, mucho antes de que se cumpla su Esperanza de Vida al Nacer (EVN).

Nos afecta a todos

Estas formas de “ser hombre”, que la sociedad les impone y refuerza constantemente, tiene consecuencias no sólo para ellos, dice el informe de la OPS, sino que también los convierte en “una triada de riesgo”:

Riesgo hacia las mujeres y los niños, debido a su violencia, al abuso de sustancias sicoactivas, a que no se protegen de infecciones de transmisión sexual, originan embarazos forzados, practican la paternidad ausente y actúan con falta de corresponsabilidad en el hogar, entre otros.

Socialmente, los latinoamericanos que siguen las pautas sociales para ser reconocidos como “hombres” muestran más tasas de trastornos antisociales de la personalidad y al consumo de alcohol y drogas, en comparación con las mujeres, quienes tienen más trastornos del estado de ánimo y ansiedad.  

Y estas conductas afectan más a quienes viven en situaciones más precarias, es decir, a los hombres más pobres, los que pertenecen a un grupo étnico marginado, a los que viven en áreas alejadas o rurales y a quienes forman parte de una minoría sexual. Y es que su marginación los obliga a someterse a jornadas de trabajo más extenuantes, a tener más prácticas de riesgo y a un estrés que los orilla a las adicciones y a la violencia.

El proveedor

Para el hombre latinoamericano, el trabajo es un eje central en la vida y la identidad, además de que determina su nivel de ingreso. Es aún muy común en la región que las mujeres realicen dos jornadas de trabajo (la del hogar y la remunerada), mientras que los ellos son los encargados de trabajar para aportar la mayor parte del sustento de la familia (proveedores primarios) y por eso tienen que desarrollar trabajos físicos más pesados, lo que implica mayor riesgo para su salud y su vida.

Este papel de proveedor, que le permite tener una “identidad masculina” y de “control” y autoridad en la familia, choca con la cada vez mayor inestabilidad laboral, lo que hace que los hombres pongan en riesgo su salud con tal de mantener su rol de proveedores y la autoridad en la familia.

Y cuando las condiciones sociales y materiales de su país y su comunidad, fundamentalmente las crisis económicas y el desempleo, no le permiten acatar sin problemas el mandato de ser proveedor, los hombres (en especial los proveedores primarios) entran en una crisis que condiciona y provoca un desgaste emocional que daña a todas las personas que los rodean, sobre todo a su familia.

Esto afecta en especial a las nuevas generaciones de hombres y mujeres que viven en una economía globalizada, en la que los hombres ya no pueden esperar una identificación con su trabajo, en términos de una carrera para toda la vida, con ascensos, antigüedad o mejoras salariales, sino que tienen que pasar de empleo en empleo, sin posibilidades de un buen retiro y, en ocasiones ni siquiera de seguridad social.

Esta realidad tiene diversas consecuencias para la salud de un trabajador: las tasas de accidentes laborales mortales son ocho veces mayores en los hombres; la exposición a químicos ocasiona lesiones ocupacionales, muertes, infertilidad y cáncer. El trabajo informal -ahora predominante en los países bajo el neoliberalismo- aumenta problemas como el dolor musculoesquelético y la exposición a factores de riesgo sicosociales.

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