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Paisaje típico de Arroyo Blanco.

Crónicas de Arroyo Blanco: Rumbo al origen de una estirpe

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Tras contraer matrimonio en Sancti Spíritus, José Joaquín Sánchez e Isabel María de Valdivia se asentaron en la zona de Arroyo Blanco, donde forjaron una familia que se entregó por entero a los destinos patrios

Los Maceo Grajales del centro del país son los Sánchez Valdivia (…) por eso este poblado tiene un significado especial para la Historia de Cuba (…). René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba, Arroyo Blanco, 28 de julio de 2018

Entre otros respetados historiadores del siglo XX cubano, Luis Felipe del Moral, en su biografía del Mayor General, Serafín Sánchez, un carácter al servicio de Cuba, nos asegura que el matrimonio Sánchez-Valdivia se realizó el 9 de abril del año 1844, en la Iglesia Nuestra Señora de la Caridad, de esta ciudad de Sancti Spíritus. Teniendo en cuenta el abolengo y viejo linaje espirituano de los novios, una ceremonia seguramente hermosa debió ocurrir aquel día en ese conocido lugar. Pero aquel evento iba a convertirse, décadas después, en el punto de partida de una historia familiar de denodado sacrificio y heroísmo sin par. Iba a convertirse en una historia de registro ineludible para la historiografía cubana. Se desposaban los jóvenes José Joaquín Sánchez Marín, con 22 años de edad —había nacido en esta ciudad el 6 de abril de 1822—y la más joven aún Isabel María de Valdivia y de Salas, con solo 17 —espirituana también, nacida el 16 de noviembre de 1827—.

Era José Joaquín espirituano y criollos eran sus apellidos en varias generaciones. Hijo de José Martín Sánchez y María de la Caridad Marín, naturales también de esta vieja ciudad. Se mantienen poco conocidos los detalles de sus ascendientes, por supuesto, de origen español. Tampoco ha llegado hasta nosotros una imagen del rostro de este hombre que fuera colocado en la historia de Cuba por la gesta heroica de todos sus hijos.

La ascendencia de Isabel María, más aún por el lado materno, los De Salas, era al parecer aún de mayor antigüedad. Sus padres fueron Manuel Higinio Valdivia y Antonia María de Salas, este último apellido de muy vieja data en Cuba. Una bella mujer se muestra en la única imagen de la madre del Mayor General Serafín Sánchez que se ha logrado publicar.          

Pero los esposos Sánchez Valdivia no iban a instalar hogar permanente y sosegado entre las calles de la vieja ciudad de Sancti Spíritus. La pareja de recién casados tomaría muy pronto el derrotero del Camino Real Sancti Spíritus–Morón, rumbo al nordeste de la Jurisdicción espirituana. Y ese camino —ese proyecto de vida al decir de nuestros días— les llevaría hasta su destino: la explotación de las fincas ganaderas heredadas de ambas familias y extendidas por toda esa región del nordeste; y el poblado de Arroyo Blanco para asentar vivienda a su descendencia por llegar. Y ese camino, cortado en muchos puntos por ríos muy caudalosos, de muy dura marcha en épocas de lluvia, les vería trasegar, a partir de entonces, en una u otra dirección, durante el resto de sus vidas.  

Arroyo Blanco les estaba esperando… Atrás había quedado el Arroyo Blanco Viejo, junto a la Poza Azul, nombrado así años después por los militares españoles. En el momento de las bodas de los dos el nuevo poblado estaba prácticamente por fundar y al parecer estarían ellos entre sus mayores fundadores. Hay quien asegura que una sonada fiesta en honor a los recién casados tuvo lugar por aquellos días en el poblado. Y que en ella se cantó por primera vez el hoy muy conocido Punto de Parranda de Arroyo Blanco, canturía campesina muy vinculada en sus orígenes, como sí se sabe sin duda alguna, a la familia de patriotas que ambos jóvenes en aquellos momentos fundaban sin saberlo.  

Desde momentos bien anteriores a la unión de José Joaquín e Isabel María, acaso ya desde las postrimerías del siglo XVII, la región nordeste de la entonces extensa Jurisdicción de Sancti Spíritus —llegó a incluir a Morón y Ciego de Ávila al fundarse ambas poblaciones— comenzaba a conformar su perfil de próspera zona ganadera. De modo que, en 1671, ya se sabe instalada la humilde Parroquia de San José de Arroyo Blanco en el sitio fundacional del poblado mencionado antes. Se iba perfilando así el asentamiento urbano de propietarios ganaderos de las zonas aledañas, mayormente espirituanos, establecido luego 2 kilómetros más próximos a Sancti Spíritus, en fecha precisa aún sin documentar, pero considerada groso modo sin duda alguna a partir de la tercera década del siglo XIX. Agraciado debió ser ya el Arroyo Blanco del matrimonio Sánchez-Valdivia hacia finales de ese siglo si dos aristócratas europeos al visitarle durante las guerras le llamaron ciudad: Winston Churchill en noviembre de 1895 y Orestes Ferrara en julio de 1898.

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Vista de la principal arteria de Arroyo Blanco en la actualidad.

La escasa documentación de los hechos vinculados a la familia del luego Mayor General Serafín Sánchez Valdivia y al poblado de Arroyo Blanco que le dio su hogar ha conllevado a errores de fechas e inevitables imprecisiones. José Joaquín, por ejemplo, como se ha publicado en un trabajo sin embargo encomiable años atrás —por ser de los pocos que han salido a la luz sobre la familia Sánchez Valdivia y por la justeza de sus valoraciones—, no pudo trazar las calles de su pueblo como agrimensor 10 años antes de su matrimonio con Isabel María, pues solo tenía entonces 12 años de edad. En medio de la ausencia casi total de labor historiográfica, un intento conmovedor y sumamente útil lo constituye la Historia de Arroyo Blanco del trinitario Luis Altunaga, radicado en el poblado como maestro en los años 60 del siglo XX. El documento, de 17 páginas mimeografiadas, con datos basados casi exclusivamente en fuentes testimoniales, resulta una joya para el conocimiento de la historia local: infinidad de nombres, familias, instituciones, sucesos trascendentales, hilvanados cronológicamente durante el curso de la historia del viejo poblado desde su fundación a orillas de La Poza Azul en el siglo XVIII. El sentido de pertenencia de los pobladores oriundos de Arroyo Blanco ha permitido que en algunos hogares se guarde hasta nuestros días el valioso folleto.

A falta de otras fuentes no develadas que puedan existir, hasta ahora resulta ser el humilde maestro Luis Altunaga y su Comisión de Historia de Arroyo Blanco quien nos muestra al padre de Serafín Sánchez Valdivia trazando las calles del poblado, siendo luego su primer Juez de Paz y, a inicios de los años 60, llevando desde Sancti Spíritus, para sus hijos y los del resto de los vecinos, al primer maestro que diera instrucción en la localidad: Sabás Raymundo Sabalías. No sería de poca calidad la formación que lograra este educador espirituano, cuando tantos pupilos suyos de Arroyo Blanco llegaran a ser generales, coroneles, oficiales de todo rango del Ejercito Libertador.

Cuando por razones conocidas llega la primera guerra por nuestra Independencia, en esta región central en febrero de 1869, con veinticinco años de matrimonio y 10 hijos de todas las edades comenzó la entrega heroica de José Joaquín e Isabel María. La guerra los expulsaría de un Arroyo Blanco militarizado por el Ejército Español de Operaciones; sus fincas intrincadas se convertirían, como nunca, para ellos y sus más pequeños, en viviendas permanentes; las confiscaciones de propiedades y las amenazas de muerte, como revancha por el alzamiento y rango militar del primogénito Serafín entre los independentistas, serían cosa permanente. Pero las guerras conllevarían, sobre todo, el desgarramiento y la abnegación de los dos padres ante la partida a la manigua redentora, en cada momento, de todos y cada uno de sus hijos…

La loma de La Quinta de Arroyo Blanco sería escenario del desenlace final de las vidas de estos dos espirituanos memorables. José Joaquín dejó de existir en agosto de 1895, según Luis Felipe del Moral lo mató la disentería. El moribundo partió sin llegar a ver todo lo bueno que muy pronto acontecería, era una expectativa grandiosa: su hijo mayor, el General Serafín Sánchez, convertido en uno de los hombres fundamentales de la nueva guerra, había desembarcado en Tayabacoa pocos días antes e incendiaba toda la región en vísperas de la llegada a ella de Máximo Gómez y Antonio Maceo para dar inicio a la Invasión a Occidente. Así está registrado en el Libro 2do. de Entierros de Blancos de la Parroquia San José de Arroyo Blanco y Jatibonico: El día diez y seis de agosto de mil ochocientos noventa y cinco: Yo D Benito Juan Viladevall cura propio del Curato de Ingreso de San José de Arroyo Blanco (…) hice las exequias según dispone el ritual romano y mandé dar eclesiástica sepultura en el Cementerio de esta feligresía (…).     

Isabel María sobreviviría a la guerra. Falleció el 27 de julio de 1904 y fue enterrada al día siguiente, el mismo día que, cuatro años antes, en el último minuto de la guerra en 1898, otro de sus hijos con el nombre de su esposo protagonizaba la toma de Arroyo Blanco; se había lanzado al combate por la independencia de Cuba en 1869, con 14 años de edad: el General José Joaquín Tello Sánchez.