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Pedro Nikken - Cortesía/Roberto Mata

Pedro Nikken: “Venezuela clama por una esperanza”

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Quizás no valga la pena insistir en una salida negociada al conflicto que vivimos en Venezuela. Pareciera que la suerte está echada, que nos encaminamos a un desenlace, pero no a un arreglo. Son muchas las cosas que juegan en contra, la escalada en las calles, las violaciones a los Derechos Humanos y, especialmente, el atentado del presidente Maduro en contra de la Constitución, son obstáculos formidables. Difíciles, sino imposibles de superar.

Si hay algo que anotar, sería lo siguiente: Lo que ocurre nos los buscamos nosotros mismos. La anomia, la violencia desenfrenada, la desinstitucionalización, el vaciamiento de la república. Esta hora oscura que lo ensombrece todo. Digamos, que ya tenemos suficientes razones para sentir vergüenza. ¿Ahora qué? ¿Vamos al baño de sangre? ¿A la guerra civil? ¿No es suficiente? ¿Nadie va a decir basta? Aquí hay unas claves y una visión de un venezolano que tuvo el privilegio de asistir, y de alguna manera participar, en el milagro político que significó el arreglo en El Salvador. Pedro Nikken, quien además es abogado y experto en Derechos Humanos.

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¿Cómo caracteriza la situación política actual?

En este momento, estamos viviendo el paroxismo de la polarización. No necesariamente porque haya penetrado a la totalidad del país, pero sí creo que la furia política está hoy mucho más presente que lo que estaba hace un año. Esa furia ha venido in crescendo a partir de las elecciones legislativas de 2015. A raíz del resultado del 6-D, el gobierno se percató de que había perdido la mayoría popular y necesitaba, por todos los medios, gobernar sin Asamblea, lo que no había hecho nunca en los últimos 20 años y, además, ingeniárselas para seguir en el poder sin tener la mayoría. Eso dio pie a una mayor distorsión de las instituciones. La Asamblea Nacional, por ejemplo, fue ignorada y desapareció violando a todas luces la Constitución y cualquier sentido de organización del Estado. Las sentencias 155 y 156 de la Sala Constitucional vienen a consagrar lo que ya se estaba haciendo. Creo que no tienen mucho sentido. Supongo que se hicieron para lavarse la cara ante hipotéticos inversionistas internacionales y aprobar, por vía del TSJ, los créditos que se estuviese solicitando. Digamos, esa fue la gota que derramó el vaso. Yo digo siempre que cuando eso ocurre, no hay que ponerle mucha atención a la gota sino al vaso, ¿No? La gota puede ser cualquier cosa, como lo fue el aumento de la gasolina en febrero del 89. Entonces, se ha creado un movimiento de protesta, de rebelión, invocando el art. 350 de la Constitución. No dudo que el derecho a la rebelión exista, pero ese derecho sólo se materializa si la rebelión triunfa. No es problema jurídico sino de hecho.

Más allá de un problema jurídico o político, la rebelión es una expresión de fuerza. Sencilla y llanamente es la expresión más primitiva de la política.

Dentro de las distintas explicaciones que hay para los Derechos Humanos, la que me parece a mí más interesante es la que los caracteriza como la herramienta que descubrió el hombre para luchar contra la opresión. La historia de la humanidad es una lucha continua contra la opresión, y es desde esa lucha que se han abierto grandes senderos históricos. Allí están la revolución francesa, la revolución mexicana, la revolución rusa. Fueron todas grandes luchas contra la opresión, pero también momentos en los que florecieron los Derechos Humanos. Por eso cualquier fórmula de gobierno que entrañe una forma de opresión está condenada al fracaso y a suscitar violencia.

En diciembre de 2016 la sociedad venezolana estaba postrada por el fracaso, por el robo, del referéndum revocatorio. La sensación era que esto se acabó. Pero la gota que rebasó el vaso (las decisiones 155 y 156 del TSJ), plantea una interrogante. ¿Por qué el gobierno cometió ese error? Pudiera ser, tal como lo señala, por el tema financiero. Lo cierto es que el chavismo no había cometido una equivocación tan gruesa, ¿Cuál es su interpretación?

Es un autogol, según le he oído a algunos amigos cercanos al gobierno. Claro, aquí no gana el que mete más goles, sino el que encaja más autogoles. Yo creo que en parte obedece a que los asesores jurídicos del gobierno son muy limitados en su creatividad. Lo digo porque es una cosa totalmente burda, que no puede resistir el análisis de nadie ni podía ser defendida de ninguna manera. Por eso suscitó la reacción que suscitó. A lo mejor es muy ingenuo lo que voy a decir, muy simplista, pero en ciertos sectores de la izquierda comunista, el derecho es visto como una frivolidad pequeño burguesa y teniendo un TSJ que puede decir lo que es legal y lo que no lo es, basta con que los magistrados se pronuncien para que eso quede “legalizado”. Resulta que eso no es así, no es verdad, porque existen otro tipo de análisis, existe el fraude a la ley, por ejemplo, existen figuras jurídicas y políticas que desnudan una situación de esta naturaleza. Yo creo que en parte es una consecuencia del desprecio que hay por el derecho en algunas élites chavistas.

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Dirigentes de la oposición afirman que esto no tiene nada que ver con la polarización, y sustentan su opinión diciendo que el 80% de los venezolanos no expresa ninguna favorabilidad por el gobierno de Nicolás Maduro. Este país, por tanto no se “divide en dos partes iguales”. La oposición tiene la mayoría en la calle, pero no tiene los resortes del poder. ¿Cuándo usted habla de polarización cómo lo contextualiza con estos señalamientos?

Primero. Hay que ser muy cuidadosos con el juego de mayorías y minorías, que son necesariamente fluctuantes. Segundo. En la hipótesis que fuera 80 a 20, que no sé si es demasiado optimista por parte de la oposición, de todas maneras son dos polos. ¿O es que el 20% de la población venezolana es despreciable? En tercer lugar, uno de los problemas que el chavismo tuvo desde su origen es considerar que la mayoría era título de legitimidad para hacer cualquier cosa. Resulta que eso no es verdad. Hay cosas, entre otras, la dignidad de la persona, la tolerancia, el derecho a existir de cada uno y de cada grupo que están fuera del ámbito de las mayorías. Chávez, al calificar de escuálidos y con desprecio a quienes se le oponían, sembró una semilla fatídica. Esa semilla no puede permanecer enterrada, especialmente si las cosas cambian. Si estamos frente a dos grupos, uno de los cuales tiene que imponerse sobre el otro estamos perdidos. Eso sería disparate histórico, es un disparate político, un disparate moral y también un disparate jurídico. Tenemos que encontrar una forma de romper la polarización haciendo balances y encontrando puntos de convergencia. Pareciera que no existieran, claro, las voces que se escuchan vienen de los extremos.

Sistemáticamente ignoramos esa advertencia. No se avizoran cambios, a pesar de la profundidad de la crisis y de que la realidad política es muy distinta.

Más allá de que los discursos sean moderados o no, en las calles se está produciendo una batallas tremendas, ¿Cómo consecuencia de qué? Ah, la Guardia Nacional reprime de tal manera que invita a una contraofensiva. Así se produce una escalada sobre la cual, en algún momento, nadie va a tener el control. Vimos al ministro Padrino López requerirle a la Guardia Nacional moderación, que se atengan a la ley en la represión, lo cual demuestra que ellos también están perdiendo el control. Yo no estoy muy seguro de que la oposición tenga el control de estos muchachos a quienes llaman escuderos, cada uno de ellos me parece un institutos autónomos, pueden estar insuflados de una gran valentía, de una gran pasión, pero nosotros no vamos a resolver esto a fuerza de adrenalina.

Venezuela, en términos económicos, políticos e institucionales, está totalmente desmadrada, creo que no hay otro término. Pero pareciera que eso no es relevante. Lo que realmente importa es cuál de las dos fuerzas se impone. ¿Cuál es su visión?

Primero. El que una fuerza se imponga totalmente sobre la otra no es una solución, es un desenlace. Si el presidente Maduro logra imponer su constituyente a trocha y mocha, transforma el Estado y destituye a todo el mundo y crea un Estado comunal, va a abrir otro frente de resistencia frente a ese Estado comunal. Va a sumar más gente en contra. Si, en cambio, la oposición pretende aplastar al chavismo e inicia una cacería de brujas y lanza un gobierno de arbitrariedad, pues empieza otro problema, la resistencia del chavismo o del madurismo. Pero en todo caso, no será nada despreciable lo que va a ocurrir. Esa idea de que una fuerza puede aplastar a otra es una ilusión, es la ilusión del combatiente, del autoritarismo. Quizás eso pueda valer en una guerra internacional como cuando aplastaron a la Alemania Nazi.

O en una guerra civil como la de España.

Sí pero con qué resultado. Una dictadura interminable. Como dijo Antonio Machado. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Eso es lo que nos espera, si una de las dos Venezuelas se impone sobre la otra. Tenemos que darnos cuenta de que esta es la casa de todo el mundo. Es verdad que tenemos casi 20 años desacostumbrados a esa idea, donde a muchos de los que nos hemos opuesto al régimen, con distintas tonalidades, nos han hecho saber que no somos prácticamente venezolanos, que somos apátridas, que somos gente de segundo. Eso no lo vamos a resolver volteando la tortilla. La mayoría no es título de legitimidad para hacer cualquier cosa. Para eso está el estado de derecho, cuyas reglas fijan los límites del poder. Y eso no lo pueden romper las mayorías. Por ejemplo, los casos de amnistías aprobadas por referéndum, como ocurrió en Uruguay. Garantizaron la impunidad de una serie de asesinos con un referéndum ¿Qué pasó? Siguió la lucha y al final, tanto la Corte Suprema de Justicia de Uruguay como la CIDH declararon la nulidad de ese referéndum y hubo que volver a empezar. Entonces, el régimen de mayorías no es blindado cuando es injusto.

La oposición ha reiterado tantas veces los motivos que la llevaron a la calle: el reconocimiento de la AN, la apertura del canal humanitario (alimentos y medicinas), la liberación de los presos políticos y el cronograma electoral. Se produjo esta reunión en la cárcel de Ramo Verde y se habló de la oferta a Leopoldo López de casa por cárcel. Quizás era el punto de partida de una negociación, pero todo esto terminó siendo una suerte de globo de ensayo y no hay conexión ninguna.

Creo, finalmente, que el gobierno armó todo este lío, con errores, con abusos, con ambas cosas; y debería dar un paso muy claro para subsanarlo. Creo también que el gobierno, no sé si conscientemente, pareciera que sí, trató de usar la ronda anterior de negociaciones para crear problemas dentro de la oposición y para usarla como una tribuna, cuyo objetivo era demostrar que estaban dispuestos a negociar y además, le estamos ganando a la oposición. Al final de cada ronda, Jorge Rodríguez, que es un hombre muy inteligente, muy elocuente, daba una demostración de cómo el gobierno se había “impuesto” a la oposición, lo cual, con el debido respeto, me parece una verdadera tontería. La negociación es exactamente algo donde ninguna de las partes le gana a la otra, sino que las dos salen de acuerdo. Si lo presentas así, estás matando el proceso. Y yo creo que ese fue uno de los grandes errores.

No hemos visto “el paso claro” del cual usted habla. No hemos visto nada de nada.

No, todo lo contrario. La convocatoria a esto que Maduro llama una constituyente es agravar la crisis. Es echarle gasolina al fuego. Sin embargo, sin saber lo que allí pasó, el hecho de que dos personas de tan alta jerarquía dentro del oficialismo hayan ido a visitar a Leopoldo López a mí me parece que es un buen signo, algunas cosas se pueden hacer, algunas cosas pueden moverse. Pero yo no quisiera especular sobre lo que ocurrió allí. Sin embargo, es un buen signo.

Cualquiera de los polos que demuestre la mínima disposición, diría incluso, la mínima racionalidad, ese es condenado inmediatamente, pasa al tribunal disciplinario, al ostracismo, al gulag. ¿Cómo se puede abordar un conflicto, si cualquier aproximación es inmediatamente descalificada?

Hay que hacer varias cosas, creo yo. La primera. Hay que ponerse muy imaginativo. La historia de la política y de la diplomacia está llena de negociaciones imposibles. Sin embargo, se abren. Un caso paradigmático es la guerra de Vietnam. O el paso que dio el Rey Enrique IV de Navarra que dijo París bien vale una misa y se convirtió al catolicismo con tal de llegar a la corona de Francia. Hay cosas que parecen muy raras y muy difíciles, pero que terminan resultando posibles. Yo he tenido la suerte de ver algunas. Las negociaciones de paz en El Salvador para mí fueron un ejemplo de milagro político. Había gente de lado y lado que no quería un acuerdo, pero había un núcleo al que yo le di un nombre, las fuerzas del bien, de lado y lado, que efectivamente estaban presionando para que se llegara a un acuerdo. Se dieron posiciones muy flexibles en un escenario muy difícil. Por ejemplo, en la mesa estaba el rector de una universidad, cuyo padre había sido secuestrado por la guerrilla y del otro lado estaba la guerrillera responsable del secuestro. Ahí si hay polarización de verdad y rabias acumuladas. Pero se entendieron.

Aquí estamos esperando a que el milagro ocurra en las calles. Que la batalla de un giro inesperado a favor de la oposición. Un milagro ante la mirada de todo el mundo.

Yo creo que todavía hay espacio para la imaginación y para la creatividad. Efectivamente, la oposición ha tomado las calles y debe seguir en ellas, porque no le han dejado otra alternativa, todos los espacios se han cerrado. El gobierno ha cerrado todo, la Asamblea, los tribunales, el CNE, saboteó y no se tomó en serio el proceso de negociación con el arbitrio del Santo Padre y de los ex presidentes. Entonces, alguien tiene que surgir. No sé cómo podría arrancar una nueva ronda de negociación, pero tendría que ser de una manera distinta.

En Venezuela, exiliados chilenos de diversos partidos políticos, se reunieron en la Colonia Tovar para fijar una estrategia frente a Pinochet, la llamada Concertación en su fase germinal. Está el tema de El Salvador, que además tuvo un episodio culminante en Ciudad de México. ¿Cómo es que nosotros no tenemos imaginación política? ¿Cómo es que estamos empantanados en esta interminable crisis?

Estamos todavía enfrascados en episodios de desconfianza que a veces parecen hasta infantiles. Si usted quiere llegar realmente a un entendimiento, vamos a sentarnos a ver en qué consiste. Voy a decir algo que a estas alturas no creo que sea una indiscreción. En El Salvador establecí una buena relación con las dos partes. Un día le pregunté a un comandante guerrillero. ¿Qué los movió a ustedes a esto? Me dijo. Había entre nosotros una discusión sobre el destino de la lucha armada y un día, el rector de la Universidad de los jesuitas, el padre Eyacuria, nos convocó a requerirnos que dejáramos la lucha armada, transcurrieron meses discutiendo eso, la estrategia alternativa, cómo nos podíamos convertirnos en una referencia política y cómo iba a ser la estrategia de negociación. De ahí en adelante, todo lo hicimos de acuerdo a esa hoja de ruta. Eyacuria nos reunió y se fue. Pero nos obligó a discutir. Aquí, por el contrario, hay un punto en el que creo que estamos fallando. Pareciera que la oposición no tiene tiempo para sentarse a discutir. Están tan capturados por la calle, por la lucha política de todos los días, que no hay un cerebro común elaborando lo que se debe hacer. Por ejemplo, no sé si todos los puntos que ha presentado la oposición, sin duda todos justos, tengan la misma jerarquía. ¿Qué es primero? ¿El canal humanitario o la liberación de los presos? ¿El respeto a la Asamblea o el cronograma electoral?

Si no hay una jerarquización, por decir lo menos, no hay una claridad en los objetivos que se están buscando. Esa falla de origen no se la pueden atribuir al chavismo.

Aquí hay un problema. Se ha perdido el foco de lo que debería ser esencial. En cierta forma, ya puede haber pasado el tiempo, por el atentado de Maduro a la Constitución. Lo que debió plantearse, no como objetivo de negociación, sino como hoja de ruta es cómo garantizar que la Constitución del 99 se aplique, se cumpla, de aquí a las elecciones de 2018, en forma congruente con su texto y con su espíritu. Que haya elecciones regionales. Que Maduro gobierne hasta el final de su mandato. Ahora parece que todo se centra en unas elecciones anticipadas. Ese puede ser su deseo. Pero eso no es lo que dice la Constitución. Entonces, hay que calarse a Maduro hasta que culmine su mandato presidencial. Entonces sí, asegurarse, como objetivo de la negociación, que a partir de las elecciones de 2018, cualquiera sea el resultado, haya una transición hacia otra cosa, con un pacto de gobernabilidad, que se asegure la garantía de que se van a respetar los resultados electorales y que, de perder el chavismo en las urnas, no va a haber una cacería de brujas. Esos tendrían que ser los objetivos de una negociación para darle estabilidad a este país.

Quizás lo que está diciendo podría traerle todo tipo de descalificaciones. ¿Está consciente de eso? Seguramente, saldrá alguien a pedir juicio popular.

¿Qué me importa? Yo creo que si la lucha no tiene otro objetivo que tumbar al gobierno, no habrá sino un desenlace muy sangriento. El gobierno no se va a dejar tumbar y si lo tumban, no te digo yo en qué se van a traducir los linchamientos. Un país no se puede construir sobre la base del odio y del miedo desatado. A mí no me importa decirlo todas las veces que tenga que decirlo. Tiene que haber alguien que lo diga. Yo no dirijo a nadie, a duras penas me dirijo a mí mismo.

Vamos a dejar de lado ciertas pretensiones, vamos a poner el pie en la dura realidad que estamos viviendo. Si no hay esa negociación, si no hay esa aproximación, yo diría que la calle no va a resolver este problema. ¿Usted qué piensa?

Pienso lo mismo, eso es una prueba de fuerza que puedes ganar o perder. Pero independientemente del resultado, no resuelves el problema. El problema está en convertir a Venezuela en un país y no en el desmadre que hay, no en la inopia en la que estamos. Y no vamos a construir un país con un desenlace de una pelea de barrio. Esto tiene que resolverse de otra forma. De lo contrario vamos a una catástrofe. A una intervención militar que será muy costosa para todo el mundo. O a una guerra civil o a una situación de anarquía total, pero a nada que se le parezca a un país coherente. Es más, ¿Qué pasaría si Maduro y El Aissami aparecen en televisión está noche y dicen renunciamos? ¿Va a haber unas primarias en la oposición para saber quién va a ser el presidente? ¿Qué plan de gobierno se va a seguir? ¿Cuáles son los primeros pasos que dará ese nuevo gobierno, aparte de liberar los precios y restablecer la Asamblea, en concreto para gobernar a Venezuela? ¿Qué es lo que se va a hacer? Venezuela necesita, clama, por una esperanza. Una esperanza no se crea a carajazos. La rebelión es un derecho, pero tienes que tener la alternativa clara.

Este es un reclamo persistente, un punto dilemático, crucial, que sigue pendiente. Una causa del desespero y la frustración.

En la oposición no se ha articulado la opción política, ¿Cómo se arma un gobierno que rescate al país? ¿Cuál va a ser la política económica de urgencia? ¿De dónde se van a obtener los recursos extraordinarios para sostenerlo? ¿Cómo se va a resolver el problema del hambre y la escasez a través de la cooperación internacional? ¿Cómo se va a reestructurar la justicia sin incurrir en los mismos vicios que potenció el chavismo? ¿Cómo se va a armar el Estado y cuál es la visión de estadista que hay? Yo no veo esa visión de la transición. Nadie la dice. Y eso me parece que es suficientemente significativo.

Uno no ve la visión que tuvo Ernesto Zedillo para restarle poder al PRI dentro del PRI. O la imaginación que tuvo Fernando Henrique Cardoso en Brasil para superar la larga dictadura que ensombreció a ese país. Ni nada parecido a los acuerdos de la Concertación en Chile.

Se tragaron el sapo crudo de tener a Augusto Pinochet como comandante general del Ejército y luego como senador vitalicio.

Aquí todos hablan de la fuerza que se tiene que imponer a la otra. Ojalá sea esta misma noche, pero nadie habla de los sapos que tienen que tragarse.

Así es. Eso a mí me inquieta mucho, pero creo que no es imposible de armar, si pudiera aparecer una mediación fuerte y muy discreta, para que no se coman vivo a nadie sin que haya un resultado. Pero yo sí creo que es perfectamente posible idear un paquete de soluciones que comprenda un gobierno de transición, pero que sea digerible para el madurismo y más para el chavismo. No es imposible, pero hay que aguzar la imaginación, hay que inventar cosas. La historia del arreglo en el Salvador es una historia de esta inventando e imaginando todos los días. La primera comisión de la verdad, por ejemplo, salió de allí. Se utilizaron distintas fórmulas para lograr la reforma constitucional, en discusiones que duraron cinco semanas en Ciudad de México. Reforma que aprobó la Asamblea saliente y luego la entrante, en menos de una semana.

Usted es experto en materia de Derechos Humanos. A los manifestantes se les está abriendo juicio en tribunales militares. ¿Nadie sabe cuál es el estatus legal de esos detenidos? ¿En qué punto estamos?

En una ruptura completa. Primero. La vigencia del estado de derecho es una condición en sí misma para que los Derechos Humanos puedan existir y materializarse, algo similar podría decirse de la democracia y de la autodeterminación o de la justicia social. Segundo. La cooptación de la justicia por parte del gobierno y su partidización. Tercero. Si la Fiscal General se muestra crítica frente al camino legal que está siguiendo el gobierno, con la aprobación del TSJ, inmediatamente pierde la confianza y no es ella quien lleva la acusación penal, tal vez no se anima a acusar, porque considera que no se ha cometido un delito, pero entonces se acude a la justicia militar. Por amor de Dios. Recordarás la frase de Clemenceau después del juicio a Dreyfus. Es que la justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.

¿De verdad el gobierno tiene una intención de negociar y resolver este conflicto políticamente?

Creo que hay dos tendencias, una abierta a la negociación y otra que ha resuelto que el final de esto va a ser operático. O ganamos y vencemos o morimos con las botas puestas. Una solemne tontería, porque finalmente, si el chavismo nació con la pretensión de quedarse, si opta por ese camino está condenado a extinguirse. Sea porque lo derroten de una vez o porque triunfe y se extinga a posteriori, porque sería un perfecto desastre. Entonces, es no tener perspectivas políticas, no de perder el poder, sino de volver a conquistarlo si lo pierden. Ese es el defecto de estrategia por parte del gobierno. Seguramente habrá quien cometió delitos graves, pero no creo que eso sea todo el gobierno y mucho menos todo el chavismo. ¿No decían ellos No volverán? Y ahí tenían a Henry Ramos, presidente de la Asamblea e incluso con aspiraciones de poder.

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