Fallece a los 85 años, el alma de Abelardo de Plaza Sésamo
El titiritero Caroll Spinney, a quien todos aprecian por sus papeles de Abelardo y Oscar, el gruñón,pasó 46 años entreteniendo y enseñando a los niños en Plaza Sésamo. Falleció este domingo a los 85.
Spinney sufría distonía desde hace un tiempo, y fue pieza esencial de Plaza Sésamo desde 1969.
Sin embargo, a esa edad, el celebrado artista no mostraba señales de bajar el ritmo en Plaza Sésamo o en cualquier otra parte.
Una de sus historias más conmovedoras, ocurrió cuando Spinney participó en el foro Ask Me Anything (“Pregúntame lo que sea”) en Reddit, para promover el documental “I am Big Bird: The Caroll Spinney Story”.
El documental sobre su vida incluye la inspiración detrás de su creación del personaje de Big Bird -conocido en España como la Gallina Caponata y en América Latina como Abelardo Montoya y Paco Pico – y su colaboración con Jim Henson en el transcurso de varias décadas.
Cuando se le preguntó sobre su momento más significativo con un niño durante el proceso de filmación o después, él escribió lo siguiente, lo cual se incluye aquí en su totalidad.
“Ésta es una historia muy triste, pero es real.
Recibí una carta de un fan que dijo que su hijo pequeño, Joey, de cinco años de edad, estaba muriendo de cáncer.
Y estaba tan enfermo, que el pequeño sabía que iba a morir.
Así que el hombre, en su carta, me preguntó si podía llamar a su hijo. Él dijo que lo único que lo animaba en su estado de debilidad era ver a Big Bird en televisión.
Así que de vez en cuando, él dejaba de ver a Big Bird algunos días porque él no necesariamente aparecía en todos los programas. Entonces me preguntó si podía llamarlo por teléfono, hablar con él y decirle que había sido un buen chico.
Me tomó un tiempo encontrar un teléfono, porque esto fue antes de los celulares. Y consiguieron un cable largo para llevarle el teléfono al niño.
Entonces, hice que Big Bird dijera ‘¡Hola! ¡Hola, Joey! ¡Soy yo, Big Bird! ‘
Entonces, él dijo ‘¿Realmente eres tú, Big Bird? ‘
‘Sí, soy yo’.
Hablé con él un poco, más o menos diez minutos, y me dijo ‘Me alegra que seas mi amigo, Big Bird’.
Y le dije ‘Ya me tengo que despedir’.
Él me respondió ‘Gracias por llamarme, Big Bird. Eres mi amigo. Me haces feliz’.
Y resulta que su padre y su madre estaban sentados con él cuando recibió la llamada. Él estaba muy enfermo ese día. Llamaron a los padres porque no estaban seguros de cuánto tiempo más estaría con vida.
Así que su padre me escribió enseguida y me dijo ‘Gracias, gracias’ —no lo había visto sonreír desde octubre, y esto fue en marzo— y cuando colgó el teléfono, el niño dijo ‘¡Big Bird me llamó! Él es mi amigo’.
Cerró sus ojos. Y murió.
Y entendí que lo que le digo a los niños puede ser muy importante.
Entonces dijo ‘No habíamos visto sonreír a nuestro pequeño niño en MESES. Sonrió mientras moría. Fue un regalo para nosotros. Gracias’”.
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