Javier Fernández, año uno después del adiós al hielo
Tras doce meses de su retirada profesional, el bicampeón del mundo de patinaje quiere crear su propio club, es imagen de una firma de moda y se confiesa feminista y alejado de la política
by María PorcelJavier Fernández tiene un plan. Lleva años teniéndolo. Porque desde el principio Fernández, con siete europeos, dos mundiales y una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos que le han coronado en el patinaje, supo ver que su carrera como deportista tendría un final, y que este llegaría pronto. Ahora, con 28 años y cuando hace un año de ese adiós, se muestra confiado y sonriente. Porque el plan marcha.
“Hay que sembrar”, reconoce a EL PAÍS con el poso de sabiduría que le han dado su corta edad y 22 años de carrera. Y también el que da tener que inventarse una vida. En enero, el mejor patinador español de la historia se retiraba de forma profesional del que había sido su deporte, pero no se jubilaba. “¡Nooo!”, ríe, siempre con un punto de prudencia. “No soy un jubilado; bueno, de la competición sí, pero no de la vida, ni del patinaje tampoco. Me gustaría estar conectado, siempre que pueda, al que es mi deporte, y al deporte en general”, cuenta poco después de quitarse los patines en un pispás, lo mismo que tardará luego en ponérselos para posar dando incesantes piruetas mientras la gente se para, de forma espontánea, para aclamarle. A él, asegura, todavía le sigue sorprendiendo ese cariño, pero le gusta.
Fernández charla sin alejarse de sus cuchillas en la pista de hielo colocada en la madrileña plaza de Colón y como embajador de la firma de moda Uniqlo, que conoció en sus frecuentes estancias en Japón. Además, la marca es uno de los patrocinadores de esa pista, donde va a patinar con público que quiere hacerlo con él, algo poco habitual y que le apetece mucho. A menudo, sus charlas en seminarios y sus clases en campamentos se le quedan cortas. No juega a ser la estrella, le gusta el contacto con la gente.
Tras anunciar su retirada en noviembre de 2018 y hacerla efectiva algo más de un mes después, ahora hace balance y no duda en afirmar que este “ha sido un buen año, pero un año diferente”. Se lo dejó todo atado para que el golpe no fuera tan duro. “Los proyectos que preparamos están funcionando, seguimos teniendo el apoyo de instituciones, medios de comunicación, marcas. Es algo que sienta bien, después de 22 años dedicado al entrenamiento y la competición esa etapa se ha terminado pero continuamos con otra”, afirma positivo y siempre hablando en plural. Se ha atrevido a montar su propio espectáculo de hielo, Revolution On Ice, que lleva tres años uniendo música y patinaje y esta temporada ya ha vendido 60.000 entradas. Pretende hacerlo crecer, expandirlo, cruzar fronteras y triunfar con él. En el camino le acompañan su agente, su equipo, su familia. No le permiten parar: “No esperamos a que las oportunidades nos lleguen. Llamamos a las puertas: si esperas sentado hay alguien que lo va a hacer antes que tú”.
Además, está la cuestión de la mera supervivencia. “No te puedes retirar. Hay que seguir trabajando”, confiesa, matizando: “Se puede vivir de esto pero depende de cómo seas y cómo te lo hayas trabajado a lo largo de tu carrera deportiva. Si no somos de los deportes más llamativos hay que hacer trabajo extra, no es solo entrenar”. Por eso no duda en aliarse con marcas, en estrenar la pista junto a las autoridades, a dejarse ver en las redes sociales con jóvenes patinadores, viajando o junto a su novia.
Él sabe que ha sido un pionero y lo asume. Más que por la trayectoria, ya en el pasado, por una responsabilidad que le coloca en el futuro: la de dar visibilidad y “abrir las puertas” a la cantera que vendrá y a la que le ve posibilidades. Por eso tiene sueños por cumplir. Seguir dando clases de patinaje, como ya hace en campamentos y seminarios. Y, a futuro, “montar un club y ser entrenador profesional”, cuenta con ojos brillantes.
Donde no se ve haciendo carrera es en la política. Pese a que otros compañeros, como la olímpica María José Rienda, actual secretaria de Estado para el Deporte, hayan tirado por esos derroteros, él no los ve como suyos y de hecho ni siquiera se siente del todo cómodo con la cuestión. “Me han preguntado, pero no es un campo en el que me haya formado como para trabajar en ello. Me interesa pero no me gustaría trabajar en ella”, reflexiona.
No será por falta de intereses, de conexiones con el mundo real. Se declara informado, muy preocupado por el cambio climático. Y feminista. “Soy un defensor de la mujer. Por todas las cosas que hay que cambiar”, dice tras pensárselo mucho, pero no por evitar responder, sino por darle más fuerza a sus palabras. “El mundo está evolucionando y tenemos que evolucionar con él. Mejorar y solucionar los problemas”.
La retirada también le ha traído beneficios. La nueva rutina y los nuevos horarios le permiten ver más a su familia y, aunque ya no viven bajo el mismo techo (aunque siguen visitando Navalacruz, donde comparte orígenes con Iker Casillas), quedan con frecuencia para cenar o estar juntos. “Es gratificante saber que los tienes ahí y no a miles de kilómetros”, confiesa un hombre acostumbrado a vivir en distintos puntos del planeta —de Jaca a Hackensack, en Nueva Jersey, Moscú o Toronto— y dormir en aviones. Algo que también le pasa con sus amigos del barrio, de Cuatro Vientos, los de toda la vida y a los que sigue “muy ligado”. “Si hay una amistad da igual que vivas en otro sitio, que no hables todos los días… ellos lo entienden por completo”.
“Hay que ser muy precavido y tener a tu gente cerca para que te guíe”, dice sobre ese entorno, el que le ha enseñado a regresar a una realidad que nunca ha vivido a causa de los viajes, las concentraciones, los entrenamientos. El mismo que le ayuda a funcionar. “Tienes que ser consciente de que la vida te va a cambiar. Hay que estar preparado, es una transición fuerte. Hacer una cosa durante tanto tiempo y a un nivel de exigencia muy alto… tu vida cambia al 100%. Entiendo que muchos deportistas se puedan perder en el camino”. Él sabe de lo que habla y por eso siempre tuvo un plan.