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Una aficionada rusa, ante la sede del COI en Lausana.JEAN-CHRISTOPHE BOTT (AP)
denuncias y sospechas

La historia interminable del dopaje

La RDA fue el precedente a Rusia en más de 100 años de escándalos y sospechas que ya empezaron a principios del siglo XX
El Tour de 1998 marcó el principio del fin en la fragilidad en la lucha contra la lacra y fue determinante para crear la Agencia Mundial Antidopaje

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Los atletas de la antigua República Democrática Alemana apenas se relacionaban con los rivales. Su delegación era como un zulo en el que nada de lo que hacían podía trascender. Así lo recuerdan antiguas estrellas del olimpismo español. Testosterona, nandrolona y decenas de anabolizantes estaban en el orden del día. Todos sus deportistas debían acudir a las citas olímpicas y mundiales lanzados hacia las medallas. Los más avanzados sistemas en el uso de métodos y fármacos se ponían, con médicos sin demasiados escrúpulos, a su exclusivo servicio. El lema era triunfar a toda costa, que la bandera del país ondease lo más alto posible y que el himno sonase al máximo del volumen.

De hecho e internacionalmente el dopaje siempre fue considerado como un tema menor hasta que estalló el escándalo en el Tour de 1998. Aquello lo cambió todo y obligó al Comité Olímpico Internacional a tomar cartas en el asunto para crear la Agencia Mundial Antidopaje y obligar, además, a todos los países a sustentarla económicamente con la mitad del presupuesto que se necesitaba para combatir lo que al inicio de este siglo ya se consideraba como una lacra tanto deportiva como social. Se redactaron normas éticas y, sobre todo, se creó el Código Mundial Antidopaje con medidas unificadas y sanciones que con el paso de los años se han ido endureciendo.

No era un problema exclusivo del ciclismo

Lo que erróneamente se consideró en 1998 como un problema exclusivo del ciclismo con el paso de los años se ha visto que no solo muchos otros deportes han sido afectados o infectados sino que países, como Rusia de abanderada, pero con algunos otros ejemplos en China, Grecia o Estados Unidos –incluso hay denuncias que se podían considerar fruto del hambre en países africanos- han estado nominados para salir en la lista negra del dopaje.

Pero lo grave, más allá del deportista que trata de mejorar el rendimiento a base de una medicación o transfusiones sanguíneas, es cuando todo un país organiza un dopaje de Estado como supuestamente ha ocurrido en Rusia y más allá de las primeras sanciones y exclusiones, como pasó en Río 2016, siguen y siguen, como ahora, tratando de ocultar y alterar pruebas y más pruebas.

Los Juegos de 1908

El dopaje, por desgracia, es como una historia interminable. Los profesores Éric Parera y Jacques Geyre de la Universidad de Montpellier y por encargo del Ministerio de la Juventud francés, realizaron en el 2005 uno de los más completos estudios sobre la historia del dopaje en Francia durante buena parte del siglo pasado. Y ellos ya alertaron de la sorpresa que la delegación francesa se llevó en los Juegos de Londres, nada menos que en 1908. La prensa de la época relató cómo Géo André, un saltador francés apodado 'El Bisonte' y muerto en el frente de Túnez en 1943, entró por error en el vestuario estadounidense y se sorprendió de que los médicos de la selección de atletismo escondieran para que no lo descubriese unos botellines, según su relato, con "unas pócimas que administraban a sus pupilos y que servían para conseguir cualidades y elasticidad hasta ese momento desconocidas".

La maldita EPO

Por eso, el dopaje no es exclusivo de ahora ni de las autoridades rusas. Los ciclistas que corrían los Tours entre guerras hacían uso de hojas de coca para mitigar el sufrimiento, las anfetaminas llegaron al deporte de la mano de los soldados estadounidenses que desembarcaron en Normandía y todo un ídolo del Real Madrid, como fue Pancho Puskas, denunció que se habían encontrado jeringuillas en el vestuario de la selección de la República Federal Alemana que derrotó a Hungría en la final del Mundial de fútbol de 1954. Durante muchos años tuvo vetada la entrada a la Alemania Federal.

La sanción dictada ahora pone en evidencia la sospecha de que las autoridades rusas pueden seguir tratando de esconder positivos. Lo más escandaloso en el Tour de 1998 no fue constatar lo que era un secreto a voces, el uso de la EPO por parte del pelotón ciclista, sino evidenciar que existía un sistema organizado de dopaje por parte de equipos como el famoso Festina.

Más casos

Atrás han quedado escándalos de dopaje como la operación Puerto en España, con ciclistas al descubierto pero muchos otros deportistas cuyos nombres jamás saldrán a la escena, a excepción de la exsenadora del PP y exatleta Marta Domínguez, las caídas en picado de Lance Armstrong y Johan Mühlegg, o este año el descubrimiento de una red desarticulada en Austria y liderada por estrellas del esquí de fondo. El dopaje era, es y será una historia interminable.