Los 30 de Salomé

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Amada Salomé (y por extensión queridos familiares y amigos): hoy estamos en La montaña mágica de Villa de Leyva celebrando treinta años de haber asentado tus pequeños pies en este mundo que pese a las críticas sigue siendo el mejor posible, así nuestro país viva haciendo aguas. Nos has hecho sentir satisfechos con tu existencia llena de logros, con tu entrega a la lucha por la dignidad de los seres y con tu álbum fotográfico repleto de dientes sonrientes. Te rodea una nutrida representación de tus dos familias Arbeláez Ramos y Jaramillo Flórez, de los amigazos que más te quieren, y están Dina y León, representantes del mondo cane dignificados por la adopción y el cariño.

Y en la imposibilidad de nombrarlos a todos uno por uno porque de pronto nos llueve debo exaltar la presencia de tu apuesto novio Jeff Curtis, con quien hemos congraciado a la maravilla, y quien ha venido a acompañarte desde Barcelona y ahora te lleva consigo a Norteamérica a presentarte ante sus padres gringoitalianos. Así llevé yo a presentar a tu madre a Cali, después de que se hiciera presente con un mensaje seductor en una hoja de álamo en mi oficina de publicista un día de 1989, a acabar con mi colección de novias que habían respetado mi promesa de no reproducirme, para no traer a este valle de lágrimas a más mocosos, que según experiencias de mis amigos venían a ser la tortura de sus papás, pues la separación llevaba consigo la prohibición de verlos.

La diferencia, creo yo, es que cuando la presenté ante mi madre y mis hermanas ya te llevaba consigo en el bolsillo de adentro. Me había hecho dar el brazo a torcer, y pensé que gracias a ese milagro que era decidirme a perpetuar la vida el mundo se iba a componer a partir de Colombia. Pero a las pocas horas de escuchar tu primer berrido saludando al mundo comenzaron a llegar a la clínica del Country que te acogía centenares de heridos de la bomba que había hecho detonar el más temible de los bandidos en el DAS de Paloquemao. Bonito recibimiento te daba tu país que apenas en estos días se está sacudiendo.

Le hice prometer a tu mami que sería sólo un vástago. Pero en vista de eso que se llama el gozo en el alma que me había traído tu presencia sonriente y vivificante, y de que por ser mujer se corría el riesgo de que hasta allí llegara el apellido porque de los ocho que somos mi único hermano, el poeta Jan Arb es célibe, me alegré también cuando supe que se aproximaba el varón, Salvador del apellido que se me está demorando. Pero hay que darle tiempo al tiempo y a la elección, pues yo apenas empecé con el arbelaceo vecino de los 50. Y heme aquí que no me cabe un vino tinto más en el cuerpo.

Treinta años han pasado y no se puede decir que lo pasado pasado porque cada día el pasado está más presente, sobre todo para quienes vivimos y escribimos sobre el recuerdo, oscilando de placeres a padeceres. Todos los días son nueve de abriles donde matan a Gaitán. Mi padre sigue cortando vestidos de paño en la casa de las agujas y mi mamá lavándome las camisas, Salomé y Salvador de mi mano rumbo al jardín infantil. Gracias a Claudia Jaramillo por haberme dado dos hijos de campeonato y esta hija mayor que me dio después como es la casa que nos alberga, La montaña mágica, enfrente del cerro sagrado muisca, que construyó mano a mano con el maestro de obra, bajo la sabia concepción y dirección del gran arquitecto vecino Edmundo Moure.

Y hay lotes a la venta en las vecindades. Ya nuestro yerno Jeff acaba de decirme que sueña con comprar uno, y que sueña con que los sueños se cumplan. Le contesto que es lo que yo estoy viviendo. Gracias a Salomé y Salvador hoy puedo decir que soy un poeta nadaísta realizado y feliz, afirmación que parece una contradicción, un absurdo, casi un oxímoron, pues todos estábamos auto condenados a fracasar. Todo se logró con el tiempo y un palito. Bienvenida Salomé a tus treinta años y bienvenidos todos a la celebración. Y así como nos sentimos esta tarde nosotros, brindemos por la inaplazable felicidad de Colombia.