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Opinión | Riquelme, un outsider inteligente

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Después de 24 años de continuidad y por influencia directa y determinante del jugador más idolatrado por el sentimiento xeneize que protagonizó la campaña electoral, en Boca perdió el oficialismo que responde a los contenidos políticos del macrismo y triunfó la oposición.

Ganó Juan Román Riquelme. Aunque por delante de él en la lista vencedora están Jorge Amor Ameal y Mario Pergolini. Pero quedó muy claro que el gran triunfador de las elecciones en Boca fue Riquelme.

Un triunfador que se impuso al establishment, al statu quo, a los focus group, al timbreo artesanal, a la barra y a la suma del poder real y simbólico representado por Mauricio Macri y Daniel Angelici como apéndices naturales de la fórmula que integró el oficialismo con Christian Gribaudo y Juan Carlos Crespi y a una oposición light y complaciente expresada por José Beraldi y Goyco Ferrari.

Riquelme confrontó contra casi todos los aparatos mediáticos que pretendieron interpelarlo para bajarle el precio y mostrarlo como un hombre ocasional. Pero sin experiencias políticas y sin un marco de protección periodística que lo respaldara en sus apariciones públicas desde que anunció que iba a pararse en la vereda de enfrente de Gribaudo y compañía (que es lo mismo que pararse en la vereda de enfrente de Macri), se reveló como un verdadero outsider con una estrategia muy definida.

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No expresó dudas, tibiezas, temores ni claudicaciones, Riquelme. Lo atacó una y otra vez Diego Maradona, jugando en esta puja para las huestes del macrismo (posó en fotos con Gribaudo) y ni lo consideró. No le dio chapa. No le reconoció envergadura, aunque lo ubicó como un monstruo del fútbol junto a Lionel Messi.

Pero fuera del universo del fútbol, le quitó relevancia a sus descalificaciones saturadas por viejas facturas del pasado (nunca pudo metabolizar Diego que Román se negó a seguir formando parte de la Selección que él dirigía), celos imposibles de ocultar y una disputa ya resuelta a favor suyo como el mayor ídolo de la historia boquense, solo comparable en otra etapa de la historia moderna con Angel Clemente Rojas.

Todo ese poder de fuego que le apuntó a Riquelme intentando vampirizarlo como un arribista que había pedido dinero para sumarse al oficialismo, se estrelló contra la potencia dialéctica y política del ex diez de Boca, que supo trascender su capacidad como interpretador del juego del fútbol para abarcar áreas de otra textura y complejidad.

Aquellos que por adentro y por afuera de Boca le dispararon como si fuese un blanco fijo, cometieron un error capital imperdonable: lo subestimaron. Y en lugar de debilitarlo para vulnerar su autoestima, provocaron exactamente lo contrario. Riquelme salió fortalecido. Se colocó en primer plano. Capturó todas las miradas. Respondió con dureza y sin exabruptos. Denunció repentización para neutralizar voces muy críticas y elaboró un mensaje que combinó reflexión más emoción, dejando un tendal de damnificados en las filas de los competidores.

Las circunstancias, siempre irrepetibles, indican que el oficialismo no contaba con este perfil de Riquelme. No veía a un Riquelme con esta dimensión. Lo veía solo como un auténtico talismán futbolístico para decorar el escenario mayor. Se equivocaron feo.

Esa lectura atrapada por una gran superficialidad intelectual, fue letal para las aspiraciones políticas de Gribaudo y Crespi, encerrados en una atmósfera reaccionaria y hasta violenta y exasperada en el marco de algunas consignas muy desafortunadas.

No trastabilló Riquelme, el gran protagonista de las elecciones. No lo desbordó ni lo condicionó el contexto. No se le fue de las manos el control de la situación. Aceleró y frenó. No entró, en general, en el toma y daca de las chicanas de vuelo muy bajo. Y en las resoluciones finales importantes donde todo se define, impuso condiciones sin deslizarse por los carriles de la demagogia.

Reivindicó Riquelme a los jugadores de fútbol, casi siempre ubicados como meros acompañantes de otras supuestas vanguardias, que en muchísimos casos no son tales. El no fue elegido como el presidente ni el vicepresidente 1º de Boca. Allí están Ameal y Pergolini. Pero le tomó la temperatura y le marcó el ritmo al episodio electoral con una inteligencia práctica envidiable.

Y ganó. Por nocaut, ganó. Y es muy significativa y celebrada la victoria. Desalojó al macrismo de Boca después de 24 años. Riquelme llegó desde atrás. Pero en las instancias decisivas, fue un hombre de barricada con pensamiento propio