Inteligencia y corazón frente al aula (+ Fotos)

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Menuda, de envidiable memoria y respuestas rápidas  a sus 79 años, Victoria Gutiérrez Martínez acude cada día a su aula de cuarto grado con la sabiduría de una larga experiencia y llena de amor, para recibir sentimientos hermosos y dar todo su corazón a los niños, ávidos de conocimientos.

Alfabetizadora y maestra de montaña a los 17 años, recuerda cada instante de aquellos primeros años de la Revolución, cuando respondió al llamado para llevar la enseñanza a los pequeños del lomerío del Escambray.

Con el número seis en el escalafón, Victoria estudió en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara y se siente orgullosa de haber sido alumna de Teresita Fernández, uno de los principales pilares de la música para niños en Cuba.

También recibió el influjo de Gaspar Jorge García Galló, político y profesor cubano, quien formó parte de la generación de educadores que durante la primera mitad del siglo XX vincularon su labor docente a las luchas del movimiento obrero nacional.

Del virtuoso pedagogo reconoce su alta preparación y dignidad que lo convertían en ejemplo.

La maestra recuerda con orgullo cuando impartió clases en una escuela en Las Calabazas, cerca de Güinía de Miranda, en el lomerío de Guamuhaya, en un aula de primer grado con  60 infantes. Eramos dos estudiantes de la escuela normal y por las noches, impartíamos clases a adultos  alfabetizados.

“Fueron tiempos difíciles, asegura, en las lomas había bandidos, aquellos asesinos pagados contra la Revolución. Nosotras dormíamos en la escuela, pero comenzamos a pernoctar en casas de los campesinos, hasta que finalizó el curso, cuando regresamos a Santa Clara, entonces recibí mi título.

“Fui maestra de montaña y durante algún tiempo impartí clases en centros rurales, hasta que pasé a la urbe santaclareña con una larga permanencia, de 38 años, en el plantel de la enseñanza primaria Fernando Cuesta Piloto.

“ Soy ante todo una educadora de primer grado, es el nivel que más me gusta, aunque requiere de conocimientos y habilidades porque el niño pequeño es una arcilla por moldear y aquello que aprenda mal será muy difícil de cambiar.”

Llegó la enseñanza por ciclos y tuvo que impartir otros grados para lo cual está preparada, pero ama el primer escalón escolar.

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Una maestra feliz

Victoria tiene una bella familia de tres hijos varones,  se jubiló hace una veintena de años porque, junto a su esposo, hizo planes para esa etapa, pero la realidad cambió los sueños pues su pareja de la vida enfermó y murió.

Cuando pidieron la reincorporación de maestros acogidos a la seguridad social, entonces pensó que esa era su segunda oportunidad,  en la cual lleva 12 años, ahora en el plantel Rubén Carrillo, también en Santa Clara.

Vive sola y la casa queda cerca de la escuela, en la misma comunidad, lo que incluso facilita la comunicación, principalmente a los padres  con quienes mantiene muy buenas relaciones.

“El tener muchos años me permite vivir las alegrías del magisterio: hoy imparto clases a hijos y nietos de quienes fueron mis alumnos.  Hace un año tuve una fractura de cadera y el médico que me atendió había estado en mi clase cuando pequeño.”

Ella atesora muchas medallas durante su larga y fructífera vida como educadora, las que guarda con amor; “pero ese reconocimiento de quienes fueron sus discípulos gratifica en demasía el cotidiano quehacer de un docente”, asegura.

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Ante  la pregunta de por qué Pedagogía, sonríe y evoca que  antes del triunfo de la Revolución las vías para la continuación de estudios estaban muy limitadas, solo se contaba con las escuelas normal para maestros y de Economía, porque la mayoría de las carreras universitarias se estudiaban en La Habana.

“Si bien no pertenecía a la clase más pobre de la sociedad de entonces, mis progenitores no tenían dinero para mandarme a estudiar a la capital pero hoy me alegro, he tenido una venturosa vida con la educación, labor que no puede faltar, es mi gran compañera .”

Para ser un buen docente se necesitan dos cosas: una buena preparación que permita dominar la profesión, y mucho corazón, porque requiere del amor cotidiano, lleno de bellos sentimientos hacia los educandos para dar y recibir.

Victoria cumplirá 80 años en 2020 y no tiene intenciones de quedarse en su casa, donde pernocta, porque su verdadero hogar es el aula ,con los niños, a quienes les queda mucho por dar, a pesar del engañoso almanaque, solo basta verla entre sus alumnos para convencerse de ello. (Por Luz María Martínez Zelada, ACN)