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El Eco

Murió Hugo Nario, un gran periodista y reconocido escritor

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Falleció en Mar del Plata, a los 90 años. Se recibió de maestro en la Escuela Normal y poco después comenzó a escribir en este Diario. Fue director de Cultura durante el gobierno de Américo Reynoso. Es autor de libros que rescataron interesantes historias locales.

Se apagó la vida de Hugo Nario, maestro, periodista y reconocido escritor –en ese orden-. Desde Mar del Plata, donde pasó sus últimos años, llegó la triste noticia que enluta a la literatura y cultura tandilenses. Tal vez, partió para reencontrarse con su compañera Perla Calvo, quien se le había adelantado a mitad de este año.

Nació en 1929, en Las Flores, pero creció y se desarrolló en Tandil, la ciudad natal de sus padres. Se recibió de maestro en la Escuela Normal, en la década del 40, pero no pudo ejercer esa profesión por razones políticas. Por ese entonces, consiguió empleo en El Eco de Tandil y llegó a secretario de esta Redacción, donde hizo sus primeras armas en un oficio que ejerció durante más de medio siglo.

“Yo creía que sabía dibujar”, contó con ironía sobre sus inicios en el periodismo. Paralelamente, conseguía suscriptores para este Diario y hacía lo que hiciera falta en la Redacción, “desde corregir hasta llenar el tanque de la estufa”, recordó sobre aquellos años donde los diarios eran verdaderas escuelas para la formación de cronistas y un semillero de escritores.

Como trabajador de la tinta y el papel, transcurrió muchas horas en la Redacción y se convirtió en un testigo de los hechos ocurridos en esta ciudad y en el país. Como parte de su trayectoria, también colaboró con La Nación, Clarín y la revista Todo es Historia. Sin embargo, en 1972, decidió “autoexiliarme del periodismo”, como él mismo definió en relación a su alejamiento.

Afiliado radical, en 1983 se integró al gobierno de Américo Reynoso, en la recuperación de la democracia. Fue director de Cultura y en su gestión, creó el conjunto de bandoneones.

Una década después, alejado de la función pública, volvió al ruedo y se sumó al diario Nueva Era, que lo convocó para escribir una nota semanal del tema que lo motivara. “Hago generalmente notas políticas, aunque a veces la realidad es tan deprimente que, para darles un descanso a los lectores, las matizo con otros temas culturales o históricos”, señalaba en esa época.

Entre 1998 y 2002 fue director de Relaciones Institucionales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, y en 1990 fue designado Académico Correspondiente de la Academia Nacional del Lunfardo.

Además, era miembro Honorario del Rotary Club Internacional por medio de la Fundación Rotaria y dirigió los destinos de la Biblioteca Rivadavia, centenaria institución cultural de la ciudad.

Su producción

En su faceta de escritor, Nario se dedicó a contar mucho de lo que acontecía en esta ciudad, desde su concepción de que la historia regional es parte inserta, activa y ejecutiva de la historia nacional y de la universal. “Yo no escribo sobre los héroes de bronce sino sobre la gente de barro y aire”, decía el autor que dejó decenas de libros de investigación como “Los crímenes del Tandil”, “Mesías y bandoleros pampeanos” y “Tandil historia abierta”.

En 1976, publicó “Tata Dios”, la historia de la matanza ocurrida en enero de 1872, hecho que todavía conmueve a la comunidad serrana. “Los picapedreros” fue la obra que más trabajo le demandó: una investigación consistente en rescatar una actividad económica y artesanal que nació y murió en Tandil.

“Eran (los picapedreros) en mayoría trabajadores de origen italiano, también españoles y en menor cantidad yugoslavos (montenegrinos, croatas y eslovenos), que fueron, quizá, los más célebres de este grupo por lo estridente de sus apellidos. Llegaron en 1883 y su actividad comenzó a declinar con la crisis de 1930. Tuvo su recuperación hacia 1950, pero la mecanización total y la desaparición del trabajo artesanal, más la aparición del cemento asfáltico, extinguieron el trabajo de extraer adoquines, que aún están en las calles de Tandil y de muchos pueblos de la provincia de Buenos Aires”, explicaba.

Otra obra célebre de Nario es “Bepo, vida secreta de un linyera”, en la que relató la vida de José Américo Ghezzi (Bepo), uno de los crotos con más trayectoria y un personaje al que el escritor sacó del anonimato.

Sus obras le valieron merecidos reconocimientos, como el premio Homero Manzi otorgado por la Municipalidad de La Plata por su libro “Bepo, vida secreta de un linyera” (1988), el Premio Nacional de Ensayo otorgado por la Academia Nacional de las Artes por su obra “Mesías y bandoleros pampeanos” (1993) y la distinción a la Trayectoria otorgada por la Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas (2001).

La comunidad lamenta la partida de Hugo Nario, pero sabrá conservar su prolífica obra, tanto a través de sus libros como en las crónicas publicadas en este Diario y en Nueva Era, que lo trascenderán y son un valioso legado.