Daniel Tercero - Dazibao

El porqué de que Piketty no cuente en el PSC

«Cuanto más nivel de renta y más nivel de estudios, más favorable es el catalán a la autodeterminación»

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Cuando Juan Pedro Quiñonero, corresponsal de esta Casa en París, entrevistó al economista francés Thomas Piketty, en 2014, el autor del best seller, ya entonces, El capital en el siglo XXI (Deusto, 2013) admitía que los políticos no le tenían en cuenta a la hora de plantear sus propuestas de futuro: «No me escuchan, no. Tampoco me quejo. Yo no escribo para los políticos. Escribo para alimentar el debate público. Creo en las ideas». Seis años después y, tras superar aquella obra con Capital e ideología (Deusto, 2019), un mamotreto que está a punto de ser una referencia histórica, si no lo es ya, todo -es decir, lo que los políticos deberían escuchar- sigue igual. Sobre todo entre la izquierda organizada en España, que vive atrapada por la izquierda nacionalista catalana. Silencio total. Ni caso a uno de los ideólogos más influyentes a nivel mundial de la nueva izquierda alternativa, capaz de coquetear a la vez con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, y defender la Syriza de Alexis Tsipras y el laborismo británico de Jeremy Corbyn. Tiene su lógica.

Piketty le dedica un breve apunte de tres hojas (Capital e ideología tiene 1.233 páginas) a «La trampa separatista y el síndrome catalán». En estas seis páginas, el economista francés desnuda la base teórica -en clave económica- que defiende el nacionalismo catalán para asegurar que lo suyo es «un movimiento de abajo a arriba» y de «clases populares». Nada más lejos de la realidad. Cuanto más nivel de renta y más nivel de estudios, más favorable es el catalán a la autodeterminación. Un apoyo que aumentó «intensamente» a partir de la crisis económica que sufrió España en 2009 y, sobre todo, por la «fuerte recaída en 2011-2013». Justo cuando, en 2012, Artur Mas decidió forzar la máquina de toda la Generalitat y sus medios (comunicación, económicos, sociales, sindicales, empresariales, internacionales...) para jugárselo todo a lo que se acabó por llamar procés. Y finalizó el 1 de octubre de 2017 con el referéndum ilegal.

Para situar este «síndrome catalán» en su contexto europeo, Piketty relaciona el referéndum ilegal del 1-O (obra ya de Carles Puigdemont) con las consultas de 1992 y 2005 en Francia y el referéndum de 2016 en el Reino Unido, los tres para tratar un asunto de pertenencia a la Unión Europea. En los cuatro ejemplos, el voto vino a constatar que «las categorías acomodadas elegían Europa mientras que las categorías modestas la rechazaban». ¿Cómo es posible esto para el caso del 1-O? Fácil. En Cataluña, las «categorías acomodadas», es decir, las elites que controlan la Generalitat y dan apoyo a los gobiernos secesionistas, «quieren que Cataluña permanezca en la Unión Europea, pero como Estado independiente, de modo que pueda continuar sacando partido de la integración comercial y financiera de Europa, pero conservando sus propios ingresos fiscales». De ahí la importancia de que quede clara la situación económica y fiscal de una Cataluña fuera de España (miembro de la Unión Europea) y su paso por el limbo como Estado en caso de una secesión no amistosa.

Pero más allá de poner negro sobre blanco, en un libro referente a nivel mundial, la insolidaridad, el egoísmo y cierta xenofobia del nacionalismo catalán -¿hay algún nacionalismo que no cumpla estos tres parámetros?-, el economista francés deja en evidencia, también, a la izquierda organizada en Cataluña. Seguramente lo haga sin saberlo o sin una intención directa y clara. ¡O vaya usted a saber! Pero cuando Piketty advierte de los «muchos problemas» que plantea el sistema descentralizado español («las normas españolas de descentralización fiscal hacen de España uno de los países más descentralizados del mundo»), al tener repartida al 50 por ciento la base imponible del impuesto sobre la renta (se refiere al IRPF, sobre todo, pero las comunidades autónomas también tienen el 50 por ciento del IVA y el 58 por ciento de los impuestos especiales, entre otros), lo que está haciendo el economista es situar al PSC, los comunes y al PSOE -léase la Declaración de Barcelona, firmada en 2017- en el mismo lugar que la derecha insolidaria y que promueve las desigualdades.

EE.UU. y Alemania tienen centralizados sus IRPF, en tanto que impuestos redistributivos, al margen de quien sea la entidad que los recauda. Es lógico. Un modelo como el español «daña la idea misma de solidaridad» e impide que cumpla su función, que no es otra que la de «reducir las desigualdades entre los más pobres y los más ricos». Así, Piketty concluye: «Tal vez España haya ido demasiado lejos y ahora se encuentre en una situación en la que una parte de los catalanes querrían, independizándose, conservar el cien por cien de los ingresos». Y apuesta por un presupuesto federal de toda la Unión Europea como paliativo a estos casos.

Mientras tanto, la izquierda organizada en Cataluña sigue a lo suyo, es decir, a mimetizarse con el nacionalismo. La gran apuesta del PSC en las últimas elecciones autonómicas (2017) fue muy clara: una hacienda propia que recaude todos los impuestos, como si la lealtad independentista fuera garantía de algo, y un modelo de financiación que dé más a los que más aportan. Es decir, la lógica del «cada uno por su cuenta» que denuncia Piketty en su obra.