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Distintas modalidades de vermuts y sus aperitivos, en el 'stand' de La hora del vermut, en el Mercado de San Miguel (Madrid).
VINOS 

El vermut, el mejor aperitivo en cualquier época del año

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El aperitivo por excelencia revive el glamour de los años 50, conquistando a un público fresco en barras de nuevo cuño.

El vermú no es una bebida, sino un momento, y en el mundo sensorial, donde lo que cuenta es vivir una experiencia, arrasa como lo hizo en las tabernas y bares de barrio hace ya más de 70 años. Hoy, perdido aquel halo popular que invitaba al disfrute vecinal y al compadreo de tasca costumbrista de entonces, la hora del aperitivo nunca tuvo más protagonista que el vermú, vermut o vermouth, que de todas las maneras se dice y vuelve. Esta vez, en clave de sofisticación y diversión que lanza un guiño cómplice para reencontrar una bebida de toda la vida.

Con esta segunda vida de un vino, esta vez aromatizado y en muchos casos envejecido, se recupera una tradición que renace de la mano de los hipsters y los nostálgicos de los años 50 para encontrar acomodo más allá de la coctelería donde se la había recluido. Esta nueva vivencia se acerca más al ambiente que trasmitía la publicidad glamurosa del Martini, cuando un cartel de Franz Marangolo en 1955 revolucionó la idea del vermú mostrando por primera vez a protagonistas femeninas, copa en mano, vestidas de alta costura. Más tarde, en los años 60, los seductores modelos que, emulando la estética de Mastroianni y mirando por encima de sus gafas de pasta invitaban a seguirles a la caza de un rosso o bianco, no tuvo el arraigo que se esperaba y fue cayendo su consumo para quedar relegado a los gruesos vasos de unos pocos fieles tangenciales.

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Barra de La hora del vermut en el Mercado de San Miguel.

Ahora, los grifos de las barras han cedido su puesto a cuidadas botellas de evocadoras sonoridades que relatan experiencias, esta vez, de elegancia. Las recetas donde el ajenjo que aporta el amargor tiene la voz cantante no han sufrido cambios drásticos, tan solo ajustes para adecuarse al gusto actual que les aporte más complejidad, pero siempre aferrados a tradiciones reinterpretadas. Su nombre, que proviene del alemán wermut (ajenjo) y quizás nació siendo el vinum hippocraticum de los griegos clásicos, es aún materia de inspiración para los vermús artesanos que se elaboran incluso de forma doméstica. Aunque muy internacional, su origen es típicamente europeo. Lo encontramos en dos grandes familias: el rojo y el blanco. El primero, de origen italiano, es por lo general más dulce. En cambio el blanco, creado en Francia, es más seco y con una graduación alcohólica algo más alta. El rosé, la novedad del momento, coquetea con la moda y las tendencias de las bebidas del siglo XXI.