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(Foto: pxhere)

La exposición a ruidos fuertes modifica el cerebro

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Los ruidos son un básico en nuestra sociedad, por eso queremos hacer una reflexión acerca de la exposición a ruidos fuerte y su efecto en nuestro cerebro. En este sentido, escuchar de forma continuada algún sonido o ruido con una intensidad muy alta, provoca daños físicos como la sordera además de modificar nuestro cerebro.

Podríamos hacer un símil y explicarlo de la siguiente manera, cuando rotas fuerte un brazo de manera constante e incisiva finalmente, se produce un daño físico, como puede ser una herida. Lo mismo ocurre cuando escuchamos de manera continuada algún sonido o ruido demasiado alto.

El daño del que hablan está vinculado al cambio de nuestro cerebro de cara a la interpretación del habla, es decir, lo que ocurre es que adquirimos una soberana dificultad para poder discernir entre los sonidos y el contenido del habla. Esto es afirmado por la Universidad de Texas en Dallas.

En el estudio que realizaron, observaron que tras exponer a roedores a un ruido muy potente, los mismos presentaban afectaciones en las zonas vinculadas al habla, viéndose incapaces de distinguir determinados sonidos

En el grupo de roedores con pérdida auditiva moderada, se provocaba un cambio en el comportamiento de las neuronas, necesitando un estímulo auditivo más fuerte para poder percibir los sonidos. Por tanto, podemos afirmar que a pérdida de audición generada por la exposición a fuertes ruidos continuos, está íntimamente ligado está vinculado con el reconocimiento del ruido.

Por lo tanto, la exposición a sonidos extremadamente altos y continuos provoca daños permanentes en las células ciliadas, que actúan como receptores del sonido en el oído. Este daño es considerado irreversible, puesto que dichas células no vuelven a regenerarse, propiciando una sordera.

Como es normal, todo estimulo del entorno genera en nuestro cerebro un cambio, el ruido constante y fuerte, modifica el funcionamiento de nuestro cerebro y por tanto, de una manera y otra afecta directamente a nuestro comportamiento y a nuestra actividad social, laboral y familiar. Por este motivo, aunque nos expongamos al ruido con frecuencia y de manera obligada, podemos controlar aquella exposición controlada por nosotros, como es escuchar música a un nivel demasiado alto.