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Hielo y pingüinos en la isla de Rey Jorge, en la Antártida. getty imagesHolger Leue

El animal terrestre más grande de la Antártida mide seis milímetros

La vida marina, en cambio, es la más rica después de los arrecifes de coral

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A pesar de su inmensidad, la Antártida, cubierta de hielo y nieve al 99%, no es propicia para la fauna terrestre. A excepción del hombre, considerado una especie no nativa, el animal terrestre más grande es un mosquito de seis milímetros, el Belgica Antarctica. Sin embargo, la vida marina es muy variada y ofrece la diversidad más rica después de los arrecifes de coral.

El pingüino es, sin duda, el animal más emblemático del continente. Cuatro especies viven allí durante todo el año: el pingüino de Adelia, el emperador, los pingüinos barbijo y los papúa.

Estos últimos son veloces bajo el agua. Su velocidad puede superar los 35 kilómetros por hora, casi cuatro veces más que la del nadador estadounidense Michael Phelps, el más rápido del mundo (9,6 kilómetros por hora).

En la península, la población de pingüinos papúa tiende a aumentar cuando la de los de Adelia está en retroceso. Los científicos lo explican por una diferencia de dieta. Los primeros tienen una alimentación variada (kril, calamar y pescado) mientras que los segundos dependen exclusivamente del kril. Los pingüinos son el plato favorito de las focas que pueden tragar hasta 20 por día.

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Un ejemplar de 'Belgica antarctica'.

A pesar de su blancura inmaculada y engañosa, el chionis (también conocida como paloma antártica), es un pájaro migratorio carroñero. Son conocidos como los tachos de basura de la Antártida, según los científicos. "Se comen el guano, las heces de los pingüinos, los peces y cualquier cosa que muera", explica la ornitóloga Rebecca Hodgkiss.

En la Antártida, la cadena alimenticia es generalmente muy corta y reposa mayormente en el kril, la biomasa más abundante del planeta, según los especialistas. El animal más grande del mundo, la ballena azul, cuyo peso puede superar las 150 toneladas, se alimenta principalmente de estos diminutos camarones que, a su vez, se alimentan de fitoplancton.

"No hay ballenas sin fitoplancton", afirma la bióloga estadounidense Allison Cusick. Pero lo contrario también es cierto. Ricos en hierro, los excrementos de ballena fertilizan el fitoplancton. Una ballena azul, una de las ocho especies de ballenas que se encuentran en la Antártida, consume hasta 3,6 toneladas de kril por día.

Si bien ayudaron enormemente a Roald Amundsen en su conquista del Polo Sur en 1911, los perros son indeseables en la Antártida. El Protocolo de Madrid sobre la protección del medioambiente, firmado ocho décadas después, en 1991, prohíbe la introducción de especies animales y vegetales no autóctonas. El texto prevé que todos los perros ya presentes en esas regiones sean evacuados antes del 1 de abril de 1994. Llevados a las Malvinas para varias semanas de adaptación climática antes de su regreso a Gran Bretaña, los últimos perros de trineo del British Antarctic Survey descubrieron allí la hierba, las ovejas y los niños.

A pesar de los esfuerzos realizados, las especies invasoras son introducidas por el hombre y pueden competir con las especies locales. El británico Peter Convey, especialista en ecología terrestre de la Antártida, identificó un centenar de ellas en los últimos dos siglos. "El 99% de las especies invasoras vienen con los humanos", científicos y turistas, afirma.

En la mayoría de los casos se trata de plantas, pero también pueden ser microorganismos o insectos. Las actividades humanas "tendrán, en realidad, un impacto mucho mayor en los ecosistemas antárticos que el propio cambio climático", concluyen Convey y su colega del British Antarctic Survey, Lloyd Peck, en un estudio publicado esta semana en la revista Science Advances.